Como si Brasil no tuviese suficientes problemas relacionados con la Copa Mundial de Futbol del mes que viene, Sao Paulo, la ciudad más grande del país, hace frente a la peor sequía en más de 80 años justo cuando se prepara para recibir a decenas de miles de visitantes con motivo del partido inaugural.
La industria hotelera dice que las zonas turísticas de la ciudad, que se encuentran en la parte baja, no sufrirán de escasez de agua. Muchos sitios donde se alojarán los visitantes tienen contratos con empresas privadas que los abastecerán de agua si hay cortes, indicó Bruno Hideo Omori, presidente de la Asociación de la Industria Hotelera del estado de Sao Paulo. «Tienen planes de contingencia y están muy preparados para lidiar con emergencias», aseguró.
Pero los residentes de los barrios pobres de Sao Paulo están convencidos de que el gobierno raciona el agua para garantizar que no haya cortes en las zonas pudientes donde se albergarán los visitantes con motivo del partido inaugural del 12 de junio entre Brasil y Croacia.
Los barrios pobres, muchos de ellos en las afueras de la ciudad o en zonas elevadas, son sin duda los más afectados cuando se reduce la presión del agua entre las diez de la noche y las cinco de la mañana en épocas de escasez. Algunos barrios pobres de las afueras de Sao Paulo han sufrido cortes día por medio desde marzo.
«El agua deja de circular al caer la noche. Hay escasez de agua y el gobierno no quiere admitirlo», afirmó Luis Henrique Oseliero, que administra un edificio en un barrio humilde al oeste de la ciudad. «Lo hacen en estas zonas porque saben que no habrá turistas aquí».
La empresa estatal a cargo del suministro de agua reconoce que ciertas zonas altas o alejadas del depósito de agua pueden sufrir cortes del servicio. Pero niega que se esté racionando el agua de los barrios pobres.
«No hay racionamiento ni restricciones al consumo de agua en ninguna de las 365 municipalidades que sirve nuestra empresa», afirmó la Compañía Sanitaria Básica del estado de Sao Paulo en un comunicado enviado por correo electrónico. «La empresa invirtió fuertemente en medidas para garantizar el abastecimiento de agua en la región metropolitana de Sao Paulo y estas inversiones son más que suficientes para satisfacer la demanda durante la Copa Mundial».
La escasez de agua en Sao Paulo obedece a que no ha llovido demasiado este año y el nivel de las aguas en el principal depósito, que abastece a 9 millones de personas, es el más bajo jamás registrado.
En años normales caen lluvias torrenciales en Sao Paulo, que fluyen a través de los ríos desde las colinas verdes del norte. Pero este año las lluvias fueron un tercio de lo habitual y hubo apenas 23 centímetros (nueve pulgadas) entre diciembre y febrero, que son los meses de más lluvia.
La empresa distribuidora de agua comenzó a bombear recientemente agua acumulada debajo de las compuertas del depósito, que puede satisfacer las necesidades de cuatro meses. El estado también está desviando agua de otros depósitos.
Pero en el de Jaguari, que es el depósito más grande de Sao Paulo, hay cada vez más grietas de desecación. En el sistema de diques al que pertenece Jaguari el nivel del agua cayó debajo del 9% antes de que el gobierno comenzara a bombear agua del fondo.
Algunos expertos dicen que Sao Paulo necesita de lluvias y que sin ellas será necesario racionar el agua.
El Weather Channel pronostica un 20% de posibilidades de lluvia, si no menos, en los próximos diez días. En un solo día el pronóstico es del 70%.
Cuanto más se demore el racionamiento, más extrema será la escasez de agua, según José Carlos Mierzwa, profesor de la Universidad de Sao Paulo especializado en ingeniería sanitaria.
«El gobierno tiene que empezar a racionar», sostuvo. «El nivel (del agua) sigue bajando y la situación se torna cada vez más crítica».
RIO DE JANEIRO
Agencia AP
Vestidos impecablemente, predicadores evangélicos salen a la calle a trabajar cuando anochece. Se internan en el sombrío mundo de los adictos al crack, en sitios al aire libre que difícilmente lleguen a ver los turistas que invadirán Río de Janeiro con motivo de la Copa Mundial de Futbol.
Pasada la medianoche, cientos de adictos mugrientos se congregan en las aceras de la favela Jacarezinho. Lo único que les interesa es conseguir crack y un encendedor para la pipa.
Rifle en mano, policías observan desde las esquinas cómo los predicadores tratan de ayudar a los adictos.
Algunos de ellos conocen bien el problema. No hace mucho, ellos también eran adictos.
Pero ahora vienen a predicar el Evangelio, no a aspirar el humo tóxico de una pipa. Le hablan de Dios a quienes quieren escucharlos, en la esperanza de convertir a algunos y rescatar sus almas de la epidemia de crack que azota a Brasil desde hace algunos años.
Celio Ricardo, líder de los predicadores callejeros, ha tenido algunos éxitos y algunos fracasos, ofrece a los adictos refugio en un barrio vecino, en un edificio sencillo que se encuentra pegado a su humilde iglesia evangélica Amor de Dios. Sale adelante con donaciones y aportes de supermercados de la zona que entregan comida para alimentar a los adictos.
Allí, muchachos jóvenes duermen uno al lado del otro, en camas de madera. De las vigas del techo cuelgan sábanas limpias y hay unos armarios desvencijados donde los visitantes pueden colocar sus escasas pertenencias.
Un día reciente, 25 jóvenes formaron un círculo afuera del refugio, levantaron sus brazos hacia el cielo y dijeron a viva voz: ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!».
Ricardo dice que el primer reto es atender las necesidades físicas de los adictos, para después poder ocuparse de sus problemas espirituales.
«Al principio deben descansar porque esta droga los deja alucinados», explica. «No quieren comer y pierden el deseo de vivir. Quieren drogarse hasta morir y aquí tratamos de revertir esa situación».