Sesenta años después de lograr la independencia, India quiere ser una superpotencia mundial y lo muestra con sus éxitos económicos, sus armas atómicas y su presencia a nivel internacional, aunque el gigante asiático todavía no consiguió superar el subdesarrollo.
India, que celebrará el 15 de agosto el 60º aniversario de su independencia, se entusiasma con las predicciones de los bancos extranjeros, que prevén que sea la tercera economía del mundo en 2025, por delante de Japón. Para 2050, India espera ser la primera potencia económica, codo a codo con China y habiendo dejado atrás a Estados Unidos.
De momento, su Producto Interior Bruto (PIB) supera el billón de dólares, lo que la convierte en la 11ª economía del planeta. Su crecimiento es del 9,4%, el segundo mayor del mundo, por detrás de China.
«El mundo está a nuestros pies», asegura a menudo el diario Times of India. Este país asiático es «la próxima superpotencia mundial», remata el Hindustan Times. Al ser interrogado sobre «el porvenir de India», el ministro de Comercio, Kamal Nath, responde que «el futuro es India».
Los rascacielos y los centros comerciales crecen rápidamente en las megalópolis de Bombay, Nueva Delhi, Madrás o Bangalore. La Bolsa vive momentos de euforia, y las inversiones extranjeras fluyen sin cesar. Además, desde hace un año, los conglomerados familiares indios están adquiriendo compañías occidentales.
Los magnates de las finanzas de Bombay o los de la informática en Bangalore, las estrellas de Bollywood e incluso los escritores y deportistas son los nuevos iconos. De 1.100 millones de habitantes que cuenta el país, más de 100.000 son millonarios en dólares y 70 millones tienen salarios equivalentes a los occidentales.
A nivel internacional, Nueva Delhi, potencia atómica, quiere ser reconocida como un actor regional y mundial. India y Estados Unidos concluyeron recientemente un acuerdo sobre energía nuclear con fines civiles.
India se ha impuesto también como un país que los jefes de Estado norteamericano, ruso, chino o europeos no pueden ignorar. Junto a Brasil, India lidera la batalla entre países ricos y emergentes en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
India se convertirá en una «gran potencia, pero no en una superpotencia», matiza María Misra, profesora de Historia en Oxford.
India «debería satisfacer la ambición de sus élites ganando su sitio entre las grandes potencias, pero seguirá siendo un híbrido único en la historia: el producto de una conjunción curiosa entre cultura antigua, colonialismo y modernidad», explica María Misra a la AFP.
Por otro lado, el subcontinente indio sigue siendo un «campeón» de la miseria y la desigualdad. El primer ministro Manmohan Singh, del Partido del Congreso, elegido en 2004 con la promesa de reducir la pobreza, procura calmar el entusiasmo recordando el subdesarrollo que sufre el país.
De 457 millones de trabajadores, casi nueve de cada diez ganan menos de medio dólar al día. Entre los niños de menos de tres años, el 46% sufre malnutrición. Además, la tasa de alfabetización no supera el 60%, y 78% de los indios no tienen baños.
India tiene también el mayor número de seropositivos en todo el mundo.