La fachada de la cárcel Oso Blanco, que parece una fortaleza, se extienden sobre un barrio pobre en la capital de Puerto Rico. Y las leyendas que sobre ella se tejieron todavía permanecen en la imaginación de muchos.
Pero tal vez no por mucho tiempo. El gobierno de Puerto Rico, que luchó durante décadas por obtener el control de una prisión conocida como el «Alcatraz del Caribe», quiere demoler la mayor parte de su cavernosa estructura y construir un complejo de oficinas destinado a atraer empresas de alta tecnología.
Los conservacionistas e historiadores dicen que es mejor no ir tan rápido. La penitenciaría estatal de Río Piedras es considerada un magnífico ejemplo de la arquitectura ‘Art Deco’ y es parte de la historia del país. Aunque se trate de un capítulo oscuro de la historia marcado por la brutalidad y la mala gestión.
«Esta prisión ha sido una parte bien real de la vida de los puertorriqueños por más de 80 años», dice la arqueóloga y conservacionista Aida Belén, quien ha trabajado como consultora del gobierno en las propuestas sobre qué hacer con Oso Blanco. «Tantas personas hemos tenido un hermano, un primo, un tío, un vecino, un pariente que estuvo en Oso Blanco».
El gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, sorprendió y enojó a algunas personas por decir, casualmente, durante una audiencia sobre el presupuesto el mes pasado, que la demolición había comenzado. Desde entonces, funcionarios del gobierno han sido asediados con llamadas telefónicas y una creciente campaña en medios sociales que busca detener la demolición y preservar, al menos, parte de la prisión como un museo, una galería o un parque.
La antigua prisión federal de la isla de Alcatraz, en la bahía de San Francisco, hoy es una atracción turística, con tures que la visitan a diario.
La lucha por la preservación de Oso Blanco no es extraña en Puerto Rico. En el pasado, ha habido enfrentamientos por la construcción de nuevos hoteles y condominios de lujo que compiten por el espacio de la zona colonial del Viejo San Juan que conserva edificaciones de arquitectura española.
«Lastimosamente, obras de mucho mérito han desaparecido», dijo Pilarín Ferrer, presidente del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico. «Eso es lo que tiene a todo el mundo preocupado».
Oso Blanco se encuentra en el Registro Nacional de Lugares Históricos y fue bautizado así por la marca del cemento que fue utilizada al construirlo. En el lugar se han celebrado eventos que le han dado un sitial en la fama, como una pelea de exhibición en 1974 ofrecida por la leyenda del boxeo Muhammad Ali, quien peleó con un recluso mientras que la cantante y actriz de Puerto Rico, Iris Chacón, fungió como árbitro.
Ferrer indica que la antigua cárcel colonial, ubicada en el Viejo San Juan, hoy sirve de sede de la Compañía de Turismo de la isla y cree que Oso Blanco representa una gran promesa turística.
«Me daría pena borrar la memoria de lo que fue esa estructura», expresó Ferrer. «La arquitectura nos dice quiénes fuimos, por dónde pasamos, quienes vivieron ahí».
Oso Blanco abrió sus puertas en 1933. Fue publicitada como la primera prisión de la isla que iba a rehabilitar delincuentes. Entonces ofrecía talleres y una granja manejada por los reclusos.
Pero luego, debido a la sobrepoblación carcelaria que inició en la década de 1950 y a los enfrentamientos violentos entre los reclusos y guardias, nacieron dos célebres pandillas cuyos miembros se enfrentaron en una violenta guerra por establecer quien tenía la supremacía sobre el lugar.
Cientos de presos murieron y algunos hasta fueron cortados en pedacitos. La arqueóloga Belén dice las pandillas incluían algunos de los restos humanos de sus víctimas en las comidas que preparaban en la cárcel, no sin antes advertirle a sus compañeros de pandilla que no comieran su ración ese día.
«Se encontraban partes (de restos humanos) mientras estaba sucediendo», afirmó. «No son suposiciones».
Edmidio Marín Pagan, un preso de Oso Blanco condenado por matar a un policía durante un levantamiento en 1950 dirigido por nacionalistas puertorriqueños, todavía se estremece ante el recuerdo de sus seis años en la cárcel.
«Eso fue un infierno», dijo Marín de 79 años. «Ahí lo que se esperaba era que lo mataran».
La prisión fue construida para albergar entre 500 y 800 reclusos, pero alcanzó a albergar más de 2 mil 600 presos, lo que obligó a cientos de ellos a dormir en las escaleras y pasillos. En algunos días, la población aumentó a 5 mil, incluyendo a hombres que estaban a la espera de ser transferidos a otras instalaciones carcelarias.
Un documental de 2009 titulado «Oso Blanco», mostró que sólo había 12 guardias por cada mil prisioneros o más, y que los nuevos internos les daban la bienvenida gritándoles «carne fresca».
Uno de los guardias de la prisión, César Flores, aparece en el documental diciendo que el lugar era una bomba de tiempo que no se sabía cuándo iba a explotar.
En 1979, los reclusos presentaron una demanda colectiva en contra el gobierno de Puerto Rico que mostró el hacinamiento y otros problemas de la prisión, lo que finalmente llevaría a su cierre en 2004. Pero el traslado de los reclusos fue un proceso lento y el gobierno terminó pagando cerca de 250 millones de dólares en multas federales, en una batalla legal que lleva 33 años.
Iván Ríos, funcionario que supervisa la demolición de lo que fue cuartel de los guardias, agregó que hay planes preservar algunos elementos de la cárcel, incluyendo la entrada a la prisión, donde se leen las palabras esculpida arriba de la puerta: «Odia al delito y compadece al delincuente».
Pero Ríos, director ejecutivo interino del Puerto Rico Science, Technology and Research Trust, también ha hecho un llamado para transformar el pasado, con tintes negativos, en algo positivo para el futuro. Este fondo es el dueño de la antigua prisión y su propiedad circundante.
«Nosotros creemos que una memoria colectiva de esa magnitud, en términos de cosas negativas y de muerte, debe dar paso a una memoria colectiva de ciencia, de progreso, de innovación», dijo Ríos.
Una de las paredes de la prisión está siendo demolida en la actualidad, con retroexcavadoras que pelan su estructura blancuzca. El gobierno extrajo el asbesto y el plomo del lugar y demolió las antiguas oficinas administrativas y el hospital, que estaba cerca de la prisión.
Belén dijo que varias personas involucradas en el proyecto de conservación quedaron devastadas cuando supieron que era muy costoso salvar a toda la prisión.
«Todos entramos a este proyecto con la ilusión de rescatar el edificio», dijo la arqueóloga Belén. «Pero nos dimos cuenta que era una alternativa irresponsable en términos de seguridad y en términos fiscales».
1. Es la pieza arquitectónica más significativa de un plan realizado en 1925 por la firma de arquitectos Bennett, Parsons & Frost de Chicago. Es la más importante muestra de arquitectura y urbanismo al estilo “City Beautiful” en todo el Caribe.
2. Es el edificio con el patio interior más grande de Puerto Rico. Diseñada por el arquitecto Francisco Roldán y concluida en 1933. El Ateneo de Puerto Rico, la tienda González Padín en el Viejo San Juan y el hospital de señoras del Auxilio Mutuo son algunos ejemplos de los diseños de Roldán.
3. El diseño de la cárcel es Art-Deco con influencias Neo-Mudéjar. El edificio fue elaborado con pilastras verticales y ventanas en cada celda para alivianar su peso. Además, cuenta con estilizados detalles esculturales en su pórtico y terminaciones en azulejos de la época.
4. Cada esquina está marcada por torres que enfatizan su imagen de fortín, con miradores que simulan garitas.
5. El edificio representó un nuevo paradigma carcelario para la época, cuando la única referencia existente era el estilo pseudo-medieval de la cárcel de la Princesa. Roldán diseña con una visión humanitaria de rehabilitación, cuya filosofía se refleja en la entrada que lee: Odia al crimen y compadece al delincuente.
Aida Belén
Arqueóloga y conservacionista,
«Lastimosamente, obras de mucho mérito han desaparecido. Eso es lo que tiene a todo el mundo preocupado. Me daría pena borrar la memoria de lo que fue esa estructura. La arquitectura nos dice quiénes fuimos, por dónde pasamos, quienes vivieron ahí».
Pilarín Ferrer
Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico.