Cuando se leen reacciones al proceso que se sigue en Suiza al señor Erwin Sperisen se nota una masiva tendencia a elogiar la eliminación física de los delincuentes y aplaudir que se hayan “tomado la molestia” de matar a los criminales en Pavón, lo que demuestra que vivimos en una sociedad que cayó en la disfuncionalidad por culpa del sistema de impunidad que se generó desde los inicios de nuestro Estado y que persiste hasta nuestros días.
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En cualquier sociedad del mundo la aspiración es que los criminales sean castigados con el peso de la ley y que el sistema de justicia se haga cargo de juzgarlos y condenarlos. En Guatemala, en cambio, abunda la gente que califica como héroes a los que matan a los delincuentes sin juicio alguno ni derecho a defensa. Aquella vieja figura del vengador callejero que nos dejó una vieja película de Charles Bronson es una babucha al lado de la que erigimos nosotros con quienes usan sus posiciones de poder para eliminar por su cuenta a los reales o supuestos maleantes.
Ahora que se vuelve a tirar de los pelos el caso Rosenberg, vale la pena recordar que la muerte de ese profesional del derecho fue autogestionada precisamente recurriendo a grupos que se hacen cargo de la llamada limpieza social. Sin contactos con grupos dispuestos a matar al culpable de una extorsión, Rosenberg no hubiera concretado su propia muerte que terminó siendo una exposición clara y categórica de cómo es que operan en el país grupos paralelos. Casi todos los de la banda que participó en la ejecución del supuesto extorsionador de Rosenberg eran agentes de la policía.
Me llama la atención que no se debate siquiera entre quienes hacen comentarios si hubo o no hubo limpieza social o ejecuciones extrajudiciales. Se acepta el hecho sin el menor tapujo y a quienes opinan a favor del proceso contra las autoridades se les ataca por considerar que al matar a los presos de Pavón se le hizo un notable servicio al país y a la sociedad, no digamos con la muerte de los reos que se habían escapado de El Infiernito y que fueron eliminados uno a uno.
Y eso nos define como sociedad. No se puede cuantificar a partir de esas reacciones si es mayoría o minoría la gente que aplaude y elogia la limpieza social, pero lo que se puede asegurar es que son demasiados los que creen que no tenemos otro remedio y que necesitamos gente como Sperisen y los demás sometidos a proceso, dispuestos a matar delincuentes. No es extraño que sea la misma gente que cree que los chapines podemos solos contra la impunidad porque pretenden que la impunidad sea selectiva y que proteja a quienes “nos hacen el favor” de matar a delincuentes que no son de cuello blanco.
La lucha tiene que ser por crear un sistema de justicia que castigue a TODOS los delincuentes y en el que se pueda confiar. Una sociedad que no aspira al imperio de la ley se está condenando a convivir con criminales porque quienes hacen limpieza social no son diferentes a los asesinos o mareros a los que andan matando.