Agobio


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Algo que agobia produce la sensación de molestia o cansancio, a manera extrema sofocación o angustia. Mi agobio no necesariamente es el suyo y viceversa, pero cuando nos toca su percepción eso si puede tener puntos de confluencia. Este nos genera una carga indeseable en el diario vivir. Y de tanto que va el cántaro al agua que al fin se rompe. Todas las personas tenemos un punto máximo para tolerar los factores externos que nos agobian. Pero la consuetudinariedad de éstos y la imposibilidad de abordarlos, por los que no quedan en nuestras manos su resolución, constituyen una fuente para que aún la persona más serena y apacible de vez en vez, también sufra estallidos.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi


Por ejemplo, una persona inicia su semana laboral un día lunes y prácticamente no ha tenido un fin de semana libre de trabajo. Ha elaborado informes para éste, le han pedido una colaboración personal extra en una actividad determinada, ha invertido tiempo en compras para el hogar para la siguiente semana. Ha realizado colas en bancos, en supermercados y en el tráfico. Y también al llegar al lugar de residencia se encuentra con que la persona quien tiene el control y acceso de permitir su paso al lugar en donde habita, tampoco le da la gana hacérsela fácil.

Comienza el invierno, las lluvias hacen más difícil transitar las calles, con hoyos profundos pero que ni siquiera se ven. Es salpicada por agua que un vehículo que transita con urgencia provoca. En su trabajo entabla relaciones interpersonales atendiendo a personas que tienen muchas, pero muchas quejas del servicio que la empresa o institución le presta, atiende las quejas, fuerza sonrisas, se detiene a conversar educadamente, pero también tiene la suerte de que ese día, un compañero de trabajo le lanza una cascarita intencionalmente para que se tropiece y endurezca más su trabajo.

Al fin a casa, su pareja le hace reclamos, los reclamos llegan a gritos. Desea arrancarse los pelos. Los hijos e hijas también tienen demandas, entonces pierde la cordura y explota. Grita, vocifera, reniega, lamenta, desearía agredir físicamente, pero se contiene, además ¿A quién? Se siente culpable, su rabia se ha empeñado en mostrarle una parte desagradable de sí misma que no desea ver, considerándose destructiva, desagradable y envilecida en todos los aspectos. Para más molestia incomprendida, juzgada, deplorable y alejada de ella misma.

Esta persona puede ser cualquiera, y aún los factores agobiantes descritos de manera anterior, también queden cortos. Para quienes no tienen un trabajo, o recursos para sobrellevar necesidades básicas y las horas y días transcurren con aflicción, con hambre, frío y penuria. Entonces, es cuando el hastío, la irritabilidad y el desasosiego imperan. Y utilizando una palabra muy nuestra, para más “joder” el insomnio visita y de manera posible el mañana también se vislumbra un día difícil. Es posible el surgimiento de la agresividad, que se desborde en la primera persona que cruce su camino para rematar su mal ánimo. A lo que cabe mencionar que enojarse siempre es posible, pero el abuso, no se vale.

La lucha contra el agobio no se considera únicamente personal, la sociedad y sus instituciones, la contribución humana responsable, solidaria y prójima de cada persona que le anida, puede contribuir a que la convivencia se torne más llevadera.

Pero hasta el momento, las quejas interminables de cada quien, ni siquiera, cuentan con un lugar apropiado, cuidadoso y exento de peligros para su contención. La queja debe contar con un espacio propio, que no abarque todo nuestro tiempo, pero que nos proporcione la liberación –proceso catártico– de emociones. En la cual otra persona que nos brinde su escucha, también nos comprenda y nos ayude a lidiar con esto, que no sabemos cómo.