Daniela Sagone
Este ícaro lleva nueve años volando y no tiene intención de desplomarse sobre el mar. Se alimenta de imágenes, sonidos, luz, creatividad y muchas ganas de devorar imágenes en movimiento
El Festival ícaro de Cine y Televisión fue concebido como tal en 1997, cuando un grupo de directores nacionales egresados de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba, caen en cuenta de la necesidad de ver reflejada nuestra propia historia e identidad.
El primer año de aventura alrededor de 300 creadores entre profesionales y curiosos atraídos por el nuevo certamen, respondieron a la convocatoria, así fue como fueron atraídos a la Universidad Rafael Landívar, casa que albergó el parto y auspició parte del evento.
Los primeros aletazos del ícaro irrumpieron en una nación donde el cine era un ave migratoria que aparecía cada cierto tiempo sin encontrar albergue donde quedarse a vivir con todos, y contribuir a la invención de producciones de calidad que narrará en la pantalla la historia del guatemalteco, el que se niega a ser corrompido, el que se corrompe, el que transa en el Gobierno, al que le gustan las putas y el guaro, el que es pandillero y defiende su honor a balazos.
También existía necesidad de recrear al campesino, al indígena sufrido, el sueño guerrillero y su derrota, la cárcel, la condena, y por qué no, la muerte.
En los tres primeros años le sobraron alas y no pudo contenerse a ir en busca de nuevas tierras, así fue como su viaje se extendió a Centroamérica, era la invitación a más ícaros, y la respuesta fue inmediata, creadores del istmo se sumaron al proyecto.
Este paso a su vez abrió la puerta a nuevas producciones, en el camino surge lo que hace cuatro años se ha llamado la muestra itinerante del ícaro, el cual consiste en llevar los trabajos nominados y ganadores a una muestra que se exhibe en los países donde el festival se presenta cada año.
Esta muestra itinerante busca incentivar la expansión del movimiento que cada doce meses encuentra más medios de diseminarse y reproducirse, a la vez que se exige del público un nivel crítico de las producciones; se comparten charlas, talleres de cine, y conferencias de realizadores internacionales que con más horas de vuelo, cuentan a los asistentes el amor y dolor de hacer cine.
Centroamérica
El viaje por Centroamérica ha recordado la presencia de grandes documentalistas en Nicaragua, nación que en los años 70 despuntó con un instituto de producción fílmica, el cual contó con ese apoyo por el que flaquean o edifican los proyectos, el dinero; allí se formaron importantes directores quienes han puesto a ese país en la lista de creadores de importantes documentales que en la actualidad siguen enriqueciendo el mundo de la narración.
Cada nación con las limitantes que el oficio exige han sabido a brazo partido darle continuidad a la cultura a través de las imágenes; y por lo general y con algunas excepciones enfrentan también problemas en común, el principal la ausencia en la región de escuelas de cine, lo cual dificulta aún más la creación de una cultura de imágenes propias.
El principal problema que se afronta con la expansión del Festival ícaro es el costo, pues llevarlo a cabo es sumamente caro, contamos con el apoyo económico de la Fundación Hivos de Holanda y la Embajada de Noruega, pero no sabemos hasta qué punto la ayuda se pueda mantener.
Por lo que nos hemos dado a la tarea de buscar involucrar a la iniciativa privada con el fin de financiar el proyecto, esta invitación ha tenido eco en pequeña medida, los empresarios de la región no han descubierto el alcance que tiene el cine en las sociedades.
El hacer cine es muy caro, no obstante la venida de las cámaras digitales, brindan una posibilidad de gasto menor, realizando a la vez producciones de calidad; en la actualidad en Guatemala producimos con los más bajos presupuestos y el alcance de los recursos económicos es mínimo, existe una abundancia de ideas pero estos chocan con la falta de fondos que financien los proyectos.
No obstante se echa mano de métodos de realización de cine de calidad con presupuestos muy escasos, estamos abriendo medios y esto nos obliga a darnos a la tarea de crear un campo y fortalecerlo.
Debemos crear una cultura de cine en Guatemala desde hace ya algunas décadas, hay un vacío de cine nacional, por lo que la gente no está acostumbrada a tomar en cuenta este medio tan importante. Esto causa que el público esté acostumbrado a ver solo cine de Hollywood, influenciada por estereotipos con cuyas imágenes no nos identificamos.
La apertura de espacios alternativos en la proyección de cintas que no provienen de Estados Unidos es importante, esto contribuye a ir haciendo crecer el movimiento que inculque un cine no sólo de procedencia gringa.
No obstante, aún de más importancia es que las salas de cine abran espacio para proyección de cine independiente; puesto que la del cine se encuentra en la taquilla, y este ingreso es el que facilitará ir realizando más producciones; pero aquí chocamos con otro problema el cual es que no existe en el medio un grado de producción considerable y esto a su vez vuelve difícil exigir espacios de tiempo si no tenemos una producción constante.
Es así como surge la necesidad de crear un mercado regional, y uno de los objetivos del ícaro es eso, crear una cultura que aprecie las producciones centroamericanas.
Este objetivo se ha logrado de una forma importante, ya que cada año hay más espectadores en el ícaro, es decir, que cada vez hay más gente que está tomando conciencia de la importancia del cine y por lo mismo del movimiento de creación de un cine centroamericano.