¡A protegerse dicen!


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Hace muchos años, la situación en que estuvimos envueltos en Guatemala por la falta de seguridad personal, me estimuló a jugar con palabras relacionadas a dicha seguridad. Escribí, inédita, la siguiente carta.

Raymond J. Wennier


Señor Presidente: Présteme un guardaespaldas.
Por: In Seguro

El esposo de Delin Cuencia, me habló el otro día diciéndome que su esposa estaba muy feliz porque le había llevado muchas cosas materiales a su casa.

¡Hasta orgullosa se sentía del botín acumulado la noche anterior! Siguió diciendo que la familia Seguri  Dad, no estaba en posibilidad de hacerle nada aunque llegara a agarrarlo la otra familia, Corte Suprema, quien no lo iba a tratar mal. Por lo tanto, sabía que no tendría que pagar por sus De Litos, primos hermanos de Delin Cuencia.

Son pocos los miembros de la familia Delin Cuencia en comparación a tantas familias apellidadas De Centes.

Sin embargo, la primera familia y sus miembros viven cómodamente y mejor remuneradas por las pocas horas que trabajan en comparación con las familias De Centes.

Si habláramos con las familias De Centes, me imagino que ellos pensarían que Jus Ticia, su hermana mayor, debe venir a ayudarlos con sus penas.

Mientras ella viene, Señor Presidente ¿Me presta uno de sus guardaespaldas?

Atentamente

In Seguro Mayoría.

Es increíble que  tantas de las cosas que sucedieron hace años, todavía estén vigentes y agobiando a la gente. ¿Quién no quisiera poder caminar en las calles sin preocuparse de ser víctima de un asalto? La Sexta Avenida, según reportes de prensa, es ahora un paseo que no está totalmente libre de robos y de quienes consumen drogas. ¿Quién es responsable por la seguridad de quienes van a ese paseo?  Alguien me dijo el otro día que si vemos el círculo que nos rodea, no hay quien no haya sido afectado por algún tipo de violencia.

Dicen que hay más guardaespaldas de compañías de seguridad particulares, que PNC. Sin embargo hay muchos que han sido empleados como tales sólo por haber cumplido los 18 años de edad. ¿Cuántos y cuántas veces al mes son entrenados en el manejo responsable de un arma de fuego y en tiro al blanco? ¿Cuántos son investigados para asegurarse que la vida de quienes “protegen” es realmente protegida y no será “vendida”? ¿Cuántos reciben un salario acorde a su responsabilidad de salvaguardar una o más vidas? Cuestiono si realmente con tantos guardaespaldas, la persona que los emplea está más segura.

El efecto sorpresa de un posible ataque es tal que muy pocos podrán reaccionar a tiempo aunque haya tres o cuatro guardaespaldas acompañando a una persona. Muchas veces ese número llama más la atención y la curiosidad de terceros, que si únicamente tuvieran uno.

Al fin de cuentas, si esa va ser la norma para estar seguros, unos sí pueden tener guardaespaldas, la gran mayoría no podemos.

Por eso, Señor Presidente, présteme un guardaespaldas.