Juan Carlos Varela se enorgullece de sus logros como empresario de la industria licorera antes de internarse en la política.
Este político conservador que ganó la presidencia de Panamá, no obstante, promete imponer una política de control de precios de alimentos básicos que parece sacada del manual del finado presidente socialista de Venezuela Hugo Chávez.
La economía panameña creció a un ritmo de 8,5% y el desempleo bajó a niveles sin precedentes en los cinco años de gobierno del presidente saliente Ricardo Martinelli, pero la inflación, imperceptible hasta no hace mucho en este país sin banco central y con el dólar estadounidense como moneda de curso legal, ahora alcanza el 4% cuando en 2009 era del 2%. Golpea duramente al 26% de los 3,4 millones de panameños que, según cifras del gobierno, viven en la pobreza a pesar del fuerte crecimiento.
«Toda la familia tiene que trabajar: papá, mamá, hijos, sobrinos, para poder comer decentemente», asegura Linette Cortés, una ama de llave de hotel, de 45 años, que vive con su numerosa familia en una casa estrecha en un barrio de pescadores en la capital panameña. «Hay vecinos que han eliminado hasta la comida del mediodía en el barrio».
El alto costo de los alimentos fue probablemente una de las principales razones de la victoria de Varela en las elecciones presidenciales del domingo 4 de mayo, en las que superó al candidato oficialista pese a que Martinelli tiene una popularidad del 60%.
Horas después de su triunfo, Varela afirmó que hará realidad una de sus promesas de campaña y que en el primer día de su gobierno, el 1 de julio, decretará un régimen de control de precios de emergencia en 22 productos de la canasta básica en los que se ha comprobado «especulación» por parte de comerciantes y supermercados.
«Con el decreto se bajan los precios y se establece el precio regulado», explicó Varela antes de los comicios. Estimó que la baja será en promedio del 20% y que cada familia se ahorrará unos 60 dólares mensuales en rubros como carnes, vegetales, lácteos, huevos, arroz, porotos y lentejas.
La medida tocaría a negocios de Martinelli, puesto que el presidente saliente es dueño de una de las principales empresas importadoras de Panamá, llamada Ricamar, y de la mayor cadena de supermercados en el país, los «99».
«Es cierto lo que plantea Varela», opinó Rolando Gordón, catedrático de la Universidad de Panamá, con una maestría en economía de desarrollo de Ohio State University. «El precio hay que controlarlo no en la producción, hay que controlarlo arriba en la cadena de comercialización porque hay que buscar mecanismos para que el producto no llegue tan caro al consumidor».
Martinelli no se ha referido aún al plan de su sucesor, aunque en la campaña electoral el oficialismo advirtió que la congelación de los precios propuesta por Varela ocasionaría desabastecimiento y asoció la idea con medidas implementadas en países de sistemas socialistas, como el del presidente venezolano Nicolás Maduro.
Gordón, no obstante, sostuvo que «no son medidas de izquierda» ni «tampoco se está planteando un cambio estructural de la economía».
«Va a seguir el mismo modelo económico», afirmó el académico a la Associated Press. «Lo que se busca son fórmulas para bajar el precio de la comida».
Varela dice que la medida no le costará dinero al Estado y que se consensuará con los productores y comercios. Al final, serán los comercios los que tendrán que hacer «sacrificios», agregó.
«Uno no puede marcar a nivel del detallista 60, 70, 80% a productos de primera necesidad. Eso no es justo con la población», señaló.
Antes de asumir la presidencia hace cinco años, Martinelli alardeó de que él, como dueño de supermercados y de una empresa de importación, era la persona indicada para frenar el aumento en los precios de los alimentos. Pero no lo hizo y el fuerte crecimiento impulsado por grandes obras de infraestructura pública no estuvo acompañado por una baja en los precios de la canasta familiar.
La canasta básica se disparó de 267 dólares a 335 en los últimos cuatro años, un incremento de más de 30%, según cifras de la cartera de Economía y Finanzas.
Es una suma alta en un país donde el sueldo mínimo es de 475 a 625 dólares al mes.
El presidente electo dice que hizo un estudio de 18 meses, que incluyó consultas con productores y visitas a supermercados, en el cual se identificaron 22 productos en los que se daba la práctica de la especulación, es decir, que eran comprados a precios módicos para luego venderlos a precios altos.
Mencionó el caso de la lenteja, que se importa totalmente de Canadá. Aseguró que el costo de una libra (0,4 kilos) de lenteja para un importador era de 0,26 centavos de dólar, pero que en el supermercado se vendía a un dólar.
«Fui al supermercado y compré la libra a un dólar», contó antes de las elecciones. «Después que empecé con esta denuncia, el gobierno respondió con regresión de precios en seis alimentos y bajó la lenteja a 0,35 centavos de dólar. Quiere decir que sí se podía vender a 0,35, sin desabastecer el mercado».
Gordón advierte que «hay que hacerlo bien, porque como aquí no hay una gran cantidad de intermediarios y hay como cinco cadenas internacionales de comercialización nada más que traen productos importados. Hay que dialogar con ellos, porque puede ser que de maldad ellos puedan provocar escasez».
Miles de panameños hacen largas filas bajo el sol ardiente todos los sábados para comprar alimentos en las llamadas «Jumbo» ferias o mercados al aire libre respaldados por el gobierno en que se venden vegetales, frutas, pollo, carne de cerdo y arroz.
En esas ferias la gente compra 20 libras (9 kilos) de arroz por 6 dólares, cuando en los supermercados el costo por esa misma cantidad del grano es el doble. Varela prometió seguir impulsando esos mercados ambulantes, en que se les da oportunidad a los productores a que vendan directamente sus productos.
«Espero que Varela cumpla porque mucha gente traicionó a sus partido para respaldarlo a él por la bendita comida», manifestó Cortés, quien vive con su madre, dos hermanos, un yerno y una nuera y cinco nietos pequeños, uno de ellos asmático. Esta mujer perdió a uno de sus tres hijos el año pasado y hace dos meses falleció su padre.
Los 500 dólares que gana al mes tiene que juntarlos con lo que ganan informalmente algunos de los miembros de su familia para comprar comida y sufragar los servicios básicos de agua, electricidad y aseo.
«Aquí en la casa unimos fuerza. Cada quién pone plata para el supermercado».
En Boca la Caja, donde vive Cortés, y en otros barrios humildes algunas familias han optado por reducir la ración de comida para que les alcance o sencillamente eliminar el almuerzo y arreglárselas con el desayuno, algo de merienda al mediodía y una cena fuerte por la tarde, algo que también se suele hacer en otras zonas de la capital.
«Tenemos cerca tres supermercados, entre ellos el 99 (de Martinelli), pero sale muy caro todo», asegura Cortés. «Ya 100 dólares no alcanzan para mucho. Así cuesta vivir».
8,5%
Crecimiento en últimos años
4%
Inflación en este año
20%
Baja esperada de precios
US$60
Ahorro familiar esperado