Humildad y sencillez del maestro Robelio Méndez


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El maestro Robelio Méndez es uno de los guatemaltecos más sencillos, modestos y humildes que conozco y eso que él sí tendría suficientes motivos de manifestar alguna presunción, aunque es incapaz de abandonar su carácter afable, reservado y respetuoso, pese a que por sus atributos musicales se ha presentado en conciertos individuales y colectivos en ciudades tan lejanas como Moscú y San Petersburgo, en Rusia, o Bruselas y Luxemburgo, en Europa, y a sus 86 años de edad persevera impartiendo clases en el Conservatorio Nacional de Música.

Eduardo Villatoro


La tarde noche del viernes anterior formé parte de un nutrido grupo de admiradores del maestro Maximiliano Robelio Méndez Miranda que nos dimos cita en el Centro Cultural Universitario (antiguo Paraninfo), atendiendo la invitación pública de la Dirección General de Extensión Universitaria, bajo la guía del maestro Léster Homero Godínez, con el propósito de sumarnos al homenaje que la Usac le brindó a aquel ejemplar artista musical nacido en San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, a la vez que nos deleitamos con un exquisito ensamble de marimbas de concierto.
 
Con riesgo de ser reiterativo, citaré pasajes del texto que publiqué  en este espacio el sábado 10 de octubre de 2009, en ocasión en que la Orquesta Sinfónica Nacional también le rindió tributo a Robelio, quien es el emblemático artista introvertido de cualidades extraordinarias que procura y logra pasar desapercibido, ajeno a desenvolvimientos corporales ostentosos o manifestaciones de conducta altiva, que en esta oportunidad lo volvió a expresar –para decirlo de alguna manera–, cuando al recibir el pergamino que la extendió la Universidad de San Carlos, además de limitarse a cruzar los brazos y bajar la cabeza cual señal de reverencia, apenas balbuceó breves y suaves palabras, como cuando con sus manos hace gemir las tibias teclas de la marimba o exhalar las notas exuberantes del saxofón, y decir lacónicamente ¡Gracias, gracias, muchas gracias!
 
Quizá en ese momento recordaba su extensa y fructífera trayectoria en el empinado camino de la música clásica, ya sea en su calidad de percusionista de la OSN o solista de piano, saxofón o marimba, aquí o en Estados Unidos, América del Sur, al viejo continente o tocando con cuatro baquetas en San José Chápil, aldea de su entorno infantil.
 
(El marimbero Romualdo Tishudo Leyó este grafiti en el Paraninfo Universitario:  -Dios hizo el mundo redondo para que no pudiéramos ver el final)