Se dispara la “Gabomanía”


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A raíz del fallecimiento en México el pasado jueves del laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982, y principal exponente del realismo mágico, en su país natal y en muchas otras naciones del globo terráqueo, comenzó a crecer la obsesión por la lectura de los libros de este extraordinario Maestro de las Letras.

Félix Loarca Guzmán


Las librerías de Colombia, literalmente han estado abarrotadas con tanta demanda del público, al grado que algunos analistas con impresionante ingenio bautizaron este fenómeno como la “Gabomanía”. Recordemos que sus amigos y personas allegadas cariñosamente le llamaban “Gabo”.

Mucho se puede decir sobre este personaje que revolucionó las letras hispanas, dándoles una dimensión universal, pero quizás el resumen más importante, es señalar que su trayectoria y su obra no son solo un patrimonio de Colombia, sino de América Latina y del mundo entero.

García Márquez desapareció físicamente a los 87 años luego de sufrir serios quebrantos de salud, pero no morirá, ya que sus libros permanecerán vigentes por muchos años con un estilo literario fantástico, retratando con mil colores el ambiente social de nuestros pueblos. Ha sido definido como un pintor de la realidad que utilizaba las letras en lugar del pincel.

Era no solo escritor, sino un gran periodista. En este campo, uno sus trabajos magistrales, fue un reportaje que escribió sobre la toma del Palacio Nacional de Managua  en 1970, por parte de un comando de la guerrilla sandinista, para capturar a los diputados leales a Somoza, y obtener como rescate la liberación de todos los presos políticos, así como una fuerte suma de dinero para continuar la revolución.

Durante una conversación con su biógrafo y amigo el también escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, García Márquez confesó que había comenzado a escribir por casualidad,  “quizás  solo para demostrarle a un amigo que mi generación  era capaz de  producir escritores.  Después caí en la trampa  de seguir escribiendo por gusto  y luego en la otra trampa de que nada me gustaba  más en el mundo que escribir”.

Quienes lo conocieron muy de cerca, destacan su vertiente humana que nunca hablaba mal de nadie, y que siempre estuvo dispuesto a ayudar a los demás, más allá de sus ideas políticas.