Nuestra cultura democrática es casi inexistente. Se evidencia fácilmente al conocer nuestra historia y nuestro presente. Creemos erróneamente que la idea de democracia es sinónimo de libertad y que por ello podemos hacer lo que nos dé la gana. Creemos también que es sinónimo de justicia, cuando en realidad puede darse que una mayoría pueda, -por la vía de las urnas y de la legalidad-, someter con tiranía a una minoría. Es un error también casi general, creer que todos los países conciben de la misma manera la idea de democracia o que ella se resume a un simple proceso electoral.
Nunca nos inculcaron, ni en casa ni en el colegio, que el principio básico de toda democracia radica fundamentalmente, en cumplir bien y oportunamente con las obligaciones ciudadanas, para que nuestros derechos y libertades no se coarten. Con todo respeto al soberano pueblo de Guatemala y a sus instituciones “democráticas”, ¡qué paseada nos hemos dado, señores, en la idea de “democracia”! ¡Hasta en ella imprimimos nuestro sello de cultura intratable! Es innegable que la llamada “incipiente” democracia de Guatemala, nació, -como dirían los ginecólogos-, “de culo” y con el cordón umbilical enrollado en el pescuezo con tantas vueltas en él como partidos políticos hay. Sí; nació con color azul, pero no por la bandera, sino por la hipoxia. ¡Una criatura “incipiente” con todo tipo de taras e impedimentos!
Difícilmente hubiera podido ser de otra forma pues quienes la concibieron y la fecundaron, aunque hayan tenido buena voluntad, pecaron de incapaces, miopes, -o tarados también. Evidentemente, ni sabían lo que hacían ni lo que querían. ¡Demostrado está! ¿Desconocían acaso, -será posible-, toda nuestra cultura de mañas y vicios? Pero el colmo es que hoy, 30 años después, algunos sigan defendiendo semejante adefesio deforme, por demás desahuciado. ¿Cómo es posible?
En cualquier programa de superación personal se debe, primero, reconocerte vicioso. Ergo debemos obligadamente reconocer nuestra incapacidad para fundar una nación verdaderamente próspera y auto-gobernable, de forma tal que el tiempo esté a nuestro favor y no en contra, como ahora. La pregunta obligada es: ¿Qué nos falló? ¡Facilísimo! ¡Fuimos nosotros mismos, gobernados y gobernantes! ¡Punto! Carecemos de la cultura y de la conciencia cívicas mínimas, para iniciar el sendero democrático. Nunca pueblo alguno pasó de una barbarie como la nuestra, a la civilidad democrática por medio de atajos. Basta de echarle la culpa a terceros (Taiwán) con los que siempre hemos estado involucrados. Nosotros y sólo nosotros somos los responsables directos de nuestra mediocridad y de nuestro fracaso. ¡Aceptémoslo! ¿Una muestrecita de ello? Hace rato estamos en campaña electoral con una antelación histórica. Sin embargo, hay prohibición de campañas anticipadas, la institución encargada de velar por ello, también el encargado de tal entidad con nombre y apellido, ¡pero la yunta sigue como si nada! ¿Está la ley sometida al dinero o quizás redactada tan estúpidamente que es intrascendente? He ahí, sólo una pequeña muestrecita de ese adefesio llamado, “incipiente democracia guatemalteca”. Requerimos obligadamente pasar por un proceso pre-democrático y ordenador.