Orhan Pamuk: El libro negro (LVIII)


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“A: El lector es alguien con problemas económicos, de una edad mental de doce años, casado, con cuatro hijos y buen padre de familia. C: El lector es desagradecido como un gato.”

¿Es El libro negro, en los postres de aquel o de este último desayuno, una extensa ironía en todas sus acepciones que demanda leerse más de una vez, de unas 580 páginas impresas, dos partes divididas en 36 capítulos y su correspondiente epígrafe con citas de diferentes autores, sin asomo de excedente o residuo en cada párrafo, en cada página, en cada recurrente espejismo?

René Leiva


¿A quién le complace que le den a entender, con mucho ingenio y disimulo, lo contrario de cuanto le dicen, incluso, como sería o es el caso, con su consentimiento expreso?

En literatura, en ficción, ¿acaso no está dicho y escrito aquello de mentiras verdaderas?

¿No debería uno saber a qué atenerse cuando se atreve a leer un libro, sobre todo si se llama El libro negro y oscila entre lo misterioso y lo policiaco, con curiosos engarces de aparente descontextualización, construido de manera que los andamios pueden confundirse y están integrados al edificio de engañosa fachada?

La lectura es la otra cara de la escritura, o de la Luna – – ¿hay una tercera cara? – -, pero es múltiple, plural, diversa, oscura, desconocida, imprevisible, conjeturable, azarosa, contradictoria, dialéctica… ¿Quien lee se lee?

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La vida secreta de los libros, esa vida de la que se es lector – cómplice, con la que se comparten secretos tatuados en la palingenésica  concavidad – convexidad de la mente. La vida secreta de los libros imposible de incursionar, desentrañar (llegar hasta sus entrañas a flor de piel), interpretar, traducir, darle una versión coherente e inteligible… para sí mismo, siquiera…
La vida secreta de los libros, para la que no valen inhumaciones, vivisecciones, autopsias, extirpaciones, amputaciones, sueros de la verdad, polígrafos, ninguna otra tortura, ni siquiera la de la polilla o del comején… La vida secreta de los libros florece en el olvido… La Biblia también tiene nombre de libro, y el Corán, y el Popol Vuh, y El libro de los muertos…

Si un libro no levanta alrededor tuyo un laberinto no precisamente de palabras y te hace su minotauro ciego y disléxico… Si no te da el veneno y el antídoto contenidos en tu propia saliva mental para ir y volver sin saltar abismos… Si un libro no te señala el ombligo, si no te lleva fuera de sus páginas hacia cualquier otra parte, si no lo cerrás y tratás de olvidar por un momento sus insinuaciones y desafíos, si no te hace ser una suerte de extensión de él, y no al revés… Si un libro no te corrobora ignoradas sospechas… Si un libro no se te mezcla en la sangre… Si sus palabras no te devuelven un eco agrietado en cualquier piedra.