Ya la administración de Obama había propuesto cambios radicales en el sistema de espionaje que se conoció tras la filtración que hizo Edward Snowden acerca del espionaje electrónico que se efectuaba no sólo sobre personalidades extranjeras, sino que afectaba a millones de norteamericanos sometidos a escrutinio en sus comunicaciones vía internet o telefónicas. Era evidente que la política dispuesta en el gobierno de George Bush tras los ataques de septiembre 11 del 2001 atentaba contra la Constitución y ponía de manifiesto cuánto prevaleció la tesis de que para garantizar la seguridad se tenía que sacrificar la libertad, al punto de que nadie estaba inmune al espionaje realizado con la más alta y sofisticada tecnología.
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Entre la misma prensa de los Estados Unidos hubo polémica cuando se conoció la información filtrada por Snowden y mientras unos consideraron y tildaron al técnico de traidor, otros lo consideraron un luchador por las libertades civiles. Snowden tuvo que emigrar para librarse de la orden de captura girada en su contra por la divulgación de secretos vitales para la seguridad norteamericana, según la acusación que le formularon los Departamentos de Justicia y de Seguridad Interior.
Esta semana se conoció la decisión del jurado del Premio Pulitzer al conceder el más importante galardón a los diarios Washington Post y The Guardian, de Inglaterra, por la decisión histórica de publicar los documentos filtrados por Snowden. En otras palabras, se les reconoce haber privilegiado el derecho a la libre expresión consagrado en la Constitución de los Estados Unidos, por sobre las consideraciones que hizo el Gobierno y el mismo presidente Obama al justificar el espionaje como vital para la seguridad nacional.
Para el estamento político de Washington Snowden era un traidor que podría enfrentar hasta una condena a muerte por divulgar secretos vitales para la seguridad de Estados Unidos. Para el comité del Premio Pulitzer la publicación de sus filtraciones fue un servicio público. El Pulitzer tiene varias categorías, pero la más importante se reconoce con la medalla que premia al Periodismo en función de Servicio Público y este año el rotativo de la capital norteamericana y el prestigioso diario inglés, lo merecieron por haber publicado las denuncias gravísimas que hizo el consultor de Agencia Nacional de Seguridad, destapando la olla de podredumbre montada desde tiempos de Bush, pero mantenida sin chistar por la administración de Obama, para espiar a tirios y troyanos, incluyendo a varios jefes de Estado de países amigos de los Estados Unidos. Era tan amplio el programa de espionaje que hasta Álvaro Colom fue objeto de intercepción de sus comunicaciones, lo que demuestra que no importaba la estatura política de los mandatarios.
La diferencia entre un traidor que revela secretos y un ciudadano que denuncia actividades secretas ilegales cometidas por el poder queda de manifiesto con el premio otorgado no a Snowden, pero sí a favor de los medios que tras profundas discusiones sobre ética y responsabilidad, tomaron la decisión difícil de publicar la denuncia que evidenció los abusos cometidos por los servicios de espionaje norteamericanos.