Hay que recordar que cuando se supo de la renuncia del Gerente del Instituto Nacional de Electrificación, INDE, el presidente Otto Pérez Molina dijo que había cosas oscuras en esa institución y dio a entender que la renuncia fue exigida; es más, dijo que se investigarían los negocios y que de ser necesario se haría una denuncia ante las autoridades para que investigaran posibles actos de corrupción. Sin embargo, cuando la Contralora de Cuentas dijo que había certificado lo conducente contra los directivos del INDE que avalaron la negociación del estudio de factibilidad para la hidroeléctrica Xalalá, señalando concretamente al Ministro de Energía y Minas, el Presidente declaró que ya el funcionario le dio explicaciones y que “todo es una equivocación” de la funcionaria encargada de auditar el manejo de los fondos públicos.
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Obviamente si el mandatario le iba a preguntar a su Ministro si era responsable del trinquete no cabía otra respuesta. ¡Brujo!, solían decir los patojos antaño cuando algo era burdamente obvio y evidente. Es como que si el Presidente le pregunte al señor Ortiz Chamalé si las acusaciones que le hace Estados Unidos son ciertas antes de conceder la extradición. Ya hoy se publica en la prensa matutina un campo pagado con la respuesta, obvia también, de quien fue señalado de conspirar para traficar estupefacientes desde Guatemala a los Estados Unidos.
Yo creo que aunque el Ministro haya dado explicaciones al gobernante y considere que la Contralora se equivocó, el Presidente tiene que permitir que se practique una investigación independiente y clara porque la Contraloría hizo señalamientos muy concretos en cuanto a la forma en que debió procederse por la falta de normas específicas aplicables al Instituto Nacional de Electrificación. Por supuesto que el mandatario tiene confianza en el Ministro porque por ello lo ha mantenido al frente de una de las más jugosas carteras del gabinete, en términos de oportunidades para hacer multimillonarios negocios, y a sabiendas ha avalado finalmente las resoluciones que se han adoptado en ese despacho, pero es la primera vez que la siempre inútil Contraloría hace un señalamiento directo contra un Ministro y para que haya dado ese paso inusitado en nuestro medio, debe haber investigado a fondo antes de proceder en un terreno en el que le pueden salir muchos tiros por la culata.
Habiendo visto a lo largo de tantos años el comportamiento de nuestros funcionarios a la hora de contratar negocios que comprometen los recursos públicos, creo que se ha vuelto un axioma irrefutable que si se quiere acertar hay que pensar mal. Cuando un ciudadano quiere hacer las cosas bien, cuando alguien piensa realmente en el servicio público y su compromiso con la honestidad y la decencia, termina como el doctor Francisco Arredondo, quien llegó con mucho entusiasmo al Ministerio de Salud y tuvo que pretextar problemas de salud para hacerse a un lado ante la vorágine incontenible de los negocios. Y abundan los que, como su sustituto, saben a lo que van y lo hacen con convicción.
En un país donde la gestión pública se ha convertido en generador de negocios, aceptar una explicación superficial que atribuye a una “equivocación” un grave señalamiento, es prueba de total ingenuidad.