Percepción colectiva existe abundante, referente a tan crítica situación, cuyo poder manifiesto y crecimiento desmesurado, constituye el escenario negativo, cuya característica no puede ocultarse. Lejos de eso, causa preocupación apoderada hasta la médula, tanto del imaginario como colectivo general. A pesar de acciones desconcertantes vamos ya acostumbrándonos.
En sí, la humanización sirve de bastión ostensible a las personas, mismas que enarbolan gozosas, placenteras y por demás satisfechas, siempre y cuando asumen sin tacha el rol deseable correspondiente. Mantener a flote dicha postura, influye sobremanera donde a cada instante se desenvuelve, dejando tras de sí, una estela brillante en condición de social y aceptable.
Postura bienvenida siempre dentro del entorno que lo encuentra, a no dudar, digno de estima, aprecio y plena aceptación que bate palmas sinceras. Es algo normal el cumplimiento de la persona con el loable añadido de humano de verdad, vale decir actúa con auténtica característica importante y deseable. Cuenta externa e internamente con el fundamento sí, alcanzable.
La actualidad total, aquí y allá, saca a relucir, sin control alguno, una tras otra, expresiones saturadas de deshumanización. Antídoto para qué y por qué, lo mejor constituye parte de nuestra fuerza interna que es capaz de orientarnos, conducirnos de la mano por los senderos correctos deseables, en dirección definitiva de lograr a fuerza de empeño la humanización.
Que nos pasa a todos, interrogante continua, inalcanzable por lo visto, hacemos en la cotidianidad casos y cosas indebidas al impulso tumultuoso, en fragrante daño a quienes nos rodean. Fácil percibimos esa falta gravísima, sin embargo, volver a cánones y principios elementales nos dan la pauta para un reencuentro con la determinación de no más deshumanización dañina.
Solemos poner el dedo en la llaga, mediante actitudes de simple observador ajeno a poner el clásico grano de arena, en contra de tantísima acción cuyo calificativo de deshumanización persiste. Más aún, denota que el error pasa desapercibido en serie; por lo tanto, más y más segmentos del conglomerado forman parte activa de actos repudiables, dignos de la mano dura.
Todo tiene límite, a subiendas que persiste y cuenta con remanentes dondequiera tiene la humanidad volver por sus fueros. Porque la destrucción personal ofrece no cerrar los ojos, al contrario, exige y espera a la vez, que participemos en sólido bloque a fin de detener esta vorágine envolvente y destructora sin piedad, todo parece indicar que no actuamos como humanos.
Asuntos, aparentemente sin importancia van acumulándose, de suerte que a la postre, vemos el indicador y no cedemos, máxime si ya es el modus vivendi, acumulativo de fuertes sumas de dinero mal habido. Tenemos fe en el sentido que cercanos al colapso ruin, abramos bien los ojos y recuperemos el rol de constituir unos y otros el colectivo nacional que merece defenderlo