Observan por horas la inmensidad del mar, que por momentos parece confundirse con las nubes. De vez en cuando acercan tanto la frente a las ventanillas del avión que dejan marcas grasosas, mientras sus ojos van de un lado a otro, de arriba abajo, buscando algo, cualquier cosa que pueda explicar lo que sucedió con el aparato de la aerolínea malaya desaparecido.
La búsqueda del vuelo 370 desaparecido el 8 de marzo durante un trayecto entre Kuala Lumpur y Beijing sorteó todo tipo de complicaciones, desde la enormidad de la zona donde hay que buscar hasta su distancia de tierra firme y un clima inclemente. Aviones y barcos que participan en la búsqueda estaban equipados con todo tipo de instrumentos de alta tecnología, pero la mejor herramienta bien podrá ser el ojo humano.
Esos ojos pueden divisar cosas que pasan inadvertidas a los equipos. Pero están sujetos a las peculiaridades del cerebro humano. La fatiga, un pestañeo en el momento indicado y otros factores pueden generar impresiones equivocadas o hacer que no vean algo.
«Es un trabajo increíblemente agotador», expresó el teniente Stephen Graham, coordinador táctico de la tripulación a bordo del P-3 Orion de la Real Fuerza Aérea de Nueva Zelanda que ha hecho seis vuelos de reconocimiento en el sur del Océano Indico. «Hay mucho sol y luminosidad. Los anteojos para sol ayudan, pero no tanto».
Divisar objetos visualmente no es sencillo y hace falta entrenamiento. Los tripulantes tienen que saber lo que hacen, porque el equipo de que disponen a veces falla.
«Tenemos muchos sensores muy avanzados y son muy útiles, pero en este tipo de misiones, cuando uno no está seguro de lo que hay delante, la vista es la mejor herramienta», señaló Graham en su base cerca de Perth.
En el P-3 Orion los observadores se instalan en unas especies de cabinas con forma de burbuja que sobresalen del aparato y les permiten ver lo que hay debajo.
Hay dos observadores de cada lado del avión. Apoyan sus brazos en unas barandas acolchonadas y tienen siempre a mano binoculares.
Es fundamental que tengan buena visión, si es necesario con la ayuda de lentes, porque cualquier detalle puede ser clave. Con cierta frecuencia se les para el corazón al divisar objetos anaranjados –el color preferido de muchas partes de los aviones porque es más fácil divisarlo en caso de un accidente– hasta que se comprueba que son simplemente algas marinas.
Se les enseña a mover constantemente los ojos, en forma de X o de arriba hacia abajo, para mantenerse alertas, según Ron Bishop, quien alguna vez entrenó observadores de la fuerza aérea estadounidense.
La monotonía del mar puede hacerles malas jugadas a los observadores.
«Cuando te concentras en un solo sitio, te olvidas de todo y puedes perderte cosas a su alrededor», dijo Graham. «Por eso nos enseñan a no enfocarnos en un mismo punto».
Los observadores hacen turnos de media hora, aunque pueden estar apostados una hora. Pero no más, porque la fatiga es el peor enemigo de estos especialistas.
Las posibilidades de descansar, no obstante, son escasas. Cuando alguien termina un turno, generalmente debe abocarse a otras tareas.
El mal tiempo complica las cosas. Cuando hay calma, es fácil divisar cualquier cosa fuera de lo común. Pero cuando hay viento y olas altas, es muy difícil hacerlo. Lo más frustrante es cuando uno no está seguro de si vio algo relevante y no tiene tiempo de verificarlo por la velocidad del avión.
Todos estos factores hacen que la búsqueda del avión malayo resulte una pesadilla logística. Con frecuencia un avión que trata de observar más de cerca algo que vieron otros no encuentra ese objeto.
«Hay relatos (de otras búsquedas) en las que se trata de ubicar a alguien en una balsa salvavidas, algo bastante grande y con colores muy visibles, y hay que pasar seis o siete veces por el lugar para detectarlo», dijo Graham.
Es un trabajo aburrido, pero los observadores sienten una gran emoción cuando creen haber divisado algo.
«La posibilidad de hallar algo es lo que hace más llevadero misiones que pueden resultar muy, muy largas y aburridas», admitió Graham. «¿Lo que buscamos estará detrás de la próxima ola”?
La desaparición del avión malayo muestra las dos caras de la tecnología moderna. Los satélites pueden ayudar a encontrar el aparato en el océano Índico. Pero las comunicaciones modernas no pudieron impedir que se perdiese la pista del avión por casi tres semanas.
En esta era de conexión constante con el resto del mundo, llamó la atención el que los sistemas de radares y los satélites no lo vean todo, que no se puedan rastrear siempre a los teléfonos celulares y que información clave del vuelo es grabada pero no transmitida en el momento. Los sistemas de rastreo que hay en el mismo avión, por otro lado, pueden ser desactivados manualmente, lo que alimenta la teoría de que alguien desvió intencionalmente el avión sin que nadie se diese cuenta.
«La tecnología puede rastrear un vuelo, pero supongo que alguien hizo algo y no pudimos impedir el desastre», expresó Richard Aboulafia, consultor de temas de aviación del Teal Group. «Solo mejores servicios de inteligencia y de vigilancia pueden evitarlo».
De todos modos, el misterio en torno al vuelo 370 hubiera sido mayor todavía de no mediar la alta tecnología. La poca información de que se dispone sobre el lugar donde puede haberse caído el aparato proviene de satélites.
«Si no fuese por la tecnología, nadie tendría ni idea de por dónde buscar», afirmó Scott Hamilton, director general de las consultas aéreas de Leeham Co.
Vistazo a las formas en que las nuevas tecnologías ayudaron o perjudicaron la búsqueda:
TRANSPONDEDORES
Son aparatos que envían señales a las estaciones de radar en la tierra con detalles sobre el número del vuelo, su dirección, altitud y velocidad.
El vuelo 370 partió de Kuala Lumpur, en Malasia, a las 00.40 del 8 de marzo con destino a Beijing. A la 01.20 dejó de emitir señales, a pesar de que siguió volando varias horas.
Es muy raro que un piloto comercial desconecte el transpondedor en pleno vuelo y no se puede descartar alguna falla del aparato.
RADAR
Son aparatos que establecen una comunicación entre el avión y una antena terrestre, la cual emite ondas electromagnéticas que rebotan en el aparato. Dado que las ondas viajan a una determinada velocidad –la velocidad de la luz– se puede calcular la distancia a que se encuentra el avión.
Los radares, sin embargo, tienen un radio de acción de entre 320 y 400 kilómetros (200 a 250 millas) y le perdieron la pista al avión tempranamente.
SISTEMAS DE RASTREO SATELITAL
Algunos jets emiten información constantemente a través de satélites. La Aerolínea Malaya no estaba suscripta a este servicio de Boeing. Estas transmisiones no son baratas. Cuestan entre siete y 13 dólares el minuto.
Otras transmisiones satelitales desde el avión, no obstante, ayudaron a determinar con mayor precisión el remoto sector del Océano Indico donde habría caído el aparato.
El avión envió automáticamente una breve señal –un «ping»– cada hora a un satélite de Inmarsat, una empresa británica, incluso después de que los otros sistemas de comunicación dejaron de funcionar. Los «pings» revelaron que el aparato siguió volando por siete horas luego del último contacto con los radares.
Inmarsat pudo calcular dos grandes arcos indicando hacia dónde podía haber volado el avión. Le dio mayor precisión al análisis tomando en cuenta la velocidad del avión en relación con el satélite. Calculó la frecuencia con que recibía y transmitía información. Algo similar al sonido que hace un auto a medida que se acerca, se pone a la par y pasa un determinado punto.
Se trata de un método conocido como Burst Frequency Offset que nunca había sido empleado en el pasado. Su validez fue confirmada realizando el mismo tipo de análisis con otros seis vuelos de Boeing 777 en el mismo día, en distintas direcciones.
La nueva información fue lo que hizo que el primer ministro malayo Najib Razak anunciase el lunes por la noche que el avión había dejado de volar en un sector remoto del Océano Indico.
IMÁGENES DE SATÉLITES
Satélites tanto privados como de gobiernos detectaron lo que se pensó que podían ser restos del avión 2.500 kilómetros (1.550 millas) al sudoeste de Perth, Australia. Pero la búsqueda se trasladó a una zona 1.100 kilómetros (680 millas) al noreste el viernes, en que las autoridades australianas dijeron que nueva información disponible indicaba que el aparato había volado más rápido de lo que se creía.
TELÉFONOS CELULARES
Mucha gente, incluidos familiares de los viajeros, se preguntaron si no se podía usar el sistema de posicionamiento global (GPS) de los teléfonos celulares para ubicar el avión. Ese sistema, sin embargo, funciona solo si se está cerca de una torre que transmite información de los celulares. No funciona en un avión en pleno vuelo.
AVIONES DE BÚSQUEDA
Varios aviones están buscando el aparato. Pero se trata de un área muy remota, a ocho horas de vuelo ida y vuelta de Australia, lo que les deja solo dos horas para tareas de rastreo.
Los aparatos usan sistemas de radares, de rayos infrarrojos, cámaras de alta resolución y de larga distancia… y el ojo humano. Filman todo lo que ven, para revisarlo de regreso a su base.
Fuertes vientos y un alto oleaje han dificultado la tarea.
BOYAS
Un avión militar ha estado soltando boyas de un metro (tres pies) con GPS para comprender mejor las corrientes marinas de la zona donde se busca el avión. No es un sistema perfecto, pero puede dar una idea de hacia dónde pueden haber flotado los escombros.
CAJAS NEGRAS
Hay dos. Una graba las conversaciones y los sonidos en la cabina de mando. La otra la información de vuelo, como velocidad y altitud.
Pueden resistir fuertes impactos y el fuego. Y emiten pings que pueden ayudar a encontrar el avión bajo el agua. Cuanto más profundo se encuentren, no obstante, más débil la señal.
La información que guardan puede ser detectada por años.
En el caso del vuelo 370 hay un problema: los sistemas de grabación conservan solo las dos últimas horas de conversación. El avión siguió volando siete horas luego de que dejó de funcionar el transpondedor, de modo que no quedarán rastros de las conversaciones que hubo antes de que el aparato se desviase, que son las que podrían dar pistas de lo sucedido.
La investigación para saber qué provocó la desaparición del avión de Malaysia Airlines podría no llegar a conclusiones, mientras tampoco hay certidumbre de que las aeronaves que buscan sus rastros encuentren algo.
La evaluación de autoridades malasias y australianas subraya la falta de información sobre lo que sucedió con el vuelo MH370. También pone de relieve un escenario que cada vez parece más probable: que el destino del Boeing 777 y las 239 personas que llevaba a bordo jamás se conozca y permanezca en el misterio para siempre.
El avión desapareció el 8 de marzo cuando viajaba de Beijing a Kuala Lumpur luego de que sus trasponedores, que hacen a la nave visible en los radares comerciales, fueron apagados. Radares militares ubicaron al jet poco menos de una hora después al otro lado de la península malasia. Autoridades dicen que hasta ese momento «los movimientos fueron consistentes con acciones deliberadas tomadas por alguien a bordo del aeroplano» pero no han descartado ningún factor, ni siquiera una falla mecánica.
La policía investiga a los pilotos y la tripulación en busca de cualquier evidencia que sugiera el secuestro o el sabotaje. Los antecedentes de los pasajeros, de los cuales dos tercios eran chinos, han sido revisados por investigadores nacionales e internacionales y no se ha encontrada nada sospechoso.
«Las investigaciones pueden seguir y seguir. Tenemos que aclarar cualquier aspecto, por pequeño que sea», dijo el inspector general Khalid Abu Bakar a periodistas en Kuala Lumpur. «Al final de las investigaciones quizá no conozcamos la causa real de lo que pasó. Tal vez ni siquiera conozcamos la razón de este incidente».
La policía investiga la carga y la comida que se sirvió a bordo del avión para eliminar la posibilidad de que pasajeros o tripulación hubieran sido envenenados.
La búsqueda del avión comenzó en el Golfo de Tailandia y el mar del Sur de China, donde se emitió la última comunicación, y luego se trasladó al oeste, al Estrecho de Malaca, donde fue visto por última vez en un radar militar. Expertos han analizado los «saludos» entre el satélite y la nave y ahora creen que se estrelló en algún punto del océano Índico.
La operación de rastreo ahí comenzó hace dos semanas y ahora participan en ella al menos nueve aviones y nueve barcos.
El área de búsqueda actual mide unos 85.000 kilómetros cuadrados (221.00 millas) en una franja marítima que se encuentra a unas 2,5 horas de vuelo de Perth, Australia. El foco de la búsqueda se ha modificado varias veces a medida que los expertos tratan de calcular donde es más posible que el avión haya caído basado en cálculos sobre su altitud, velocidad y combustible consumido. Las corrientes del área también son estudiadas para ver si es posible que los restos hubieran ido a la deriva.
Angus Houston, jefe de la agencia que coordina la búsqueda multinacional desde Australia, dijo que no se ha establecido un marco temporal para la búsqueda pero que se necesitará un nuevo enfoque si la operación no da resultados.
«Con el tiempo, si no encontramos nada en la superficie, tendremos qué pensar en lo siguiente porque eso es vital para las familias y para los gobiernos que participan en la búsqueda» dijo a una estación de radio australiana.
Sin más información que indique dónde cayó el avión, encontrar restos para reducir la zona donde se busca es clave, así como localizar las grabadoras del vuelo que darán datos sobre las condiciones en que volaba el avión y posiblemente las comunicaciones o sonidos dentro de la cabina.
Malasia ha recibido críticas de los familiares de los pasajeros chinos, quienes se quejan de no haber recibido suficiente información o incluso de mentir sobre lo que se sabe de los últimos movimientos dentro del avión. Algunos permanecen en hoteles de Beijing y Kuala Lumpur, a expensas de Malaysia Airlines.
El miércoles funcionarios organizaron una sesión informativa a puertas cerradas en Malasia para las familias en la que participaron expertos y autoridades que participan en la búsqueda.
También se transmitió por videoconferencia a los familiares que se encuentran en Beijing. Varios de ellos, entrevistados al final del encuentro, dijeron que no estaban satisfechos.
«El hecho es que no nos dan ninguna información convincente», dijo Steve Wang, representante de varias familias chinas en Beijing. «Ellos dicen que hay muchas posibilidades pero están juzgando basados en sólo una de ellas».
Autoridades malasias han dado versiones contradictorias durante las últimas tres semanas y sostienen que hacen su mejor esfuerzo en una situación sin precedentes. También aseguran que desean lo mismo que las familias, localizar al avión tan pronto como sea posible.
AP