Se buscan: “desideologizados” y “apolíticos”.


Edgar-Balsells

Fue de boca de Óscar Berger, cuando integré el Concejo Municipal de ese tiempo que oía con frecuencia, de él y de su grupo, que afortunadamente “ellos no eran políticos”, y la advertencia de la mayoría, para integrar las diversas comisiones ediles era la de “no ser político”, ni “politizar los temas”.

Edgar Balsells


Los panistas de la primera época, incluso los ucenistas de tiempos de Jorge Carpio carburaban también de “desideologizados” y de “apolíticos”. Su método de entrar en la arena pública y de buscar votos era precisamente el de mostrarse impolutos y pragmáticos para la resolución de los problemas colectivos. Simplemente eran “hombres de acción y no de palabras”, sin filosofía, como solía decirlo Fritz García-Gallont, el hábil Ministro de Comunicaciones de Álvaro Arzú.

Y ahora que se buscan fiscales, y candidatos para diversas magistraturas, se insiste en el mismo tema. Se clama por su “independencia”, por su capacidad para dirigir “cuerpos autónomos”, y se insiste en el aislamiento de su hoja de vida del ambiente de “los políticos”, y de “la politiquería”.
Pero me pregunto yo, por ejemplo, si alguno o alguna de quienes presentaron su candidatura para el preciado puesto de Fiscal del Ministerio Público se apegan a esas características inodoras e insípidas de “apoliticidad”: ¿lo será Rivera Claverie, Thelma Aldana, Acisclo o Danilo Roca? Y es que es difícil deslindar el mundo del derecho y de las altas decisiones legales, del pináculo de decisiones públicas que sencillamente son políticas, y son ideológicas.

Y es que bien lo dice Karl Mannheim, que mientras una sociedad conserva su simpleza y se encuentra estabilizada a base de autoridad, las capas superiores no tienen por qué preocuparse, pero cuando surge la democracia y los estratos bajos se hayan por primera vez con la posibilidad de enfrentarse con las ideas dominantes, se provoca un conflicto de modos de pensar.

Y el gran sociólogo alemán se pregunta también ¿Cómo es posible que idénticos procesos de pensamiento, relacionados con el mismo mundo, produzcan concepciones divergentes de ese mundo?

La circulación de las élites, que resulta ser un proceso esencial para el cambio social con estabilidad, necesita de esa diversidad en formas de pensar, y será papel de los políticos y los dirigentes, simplemente, el de buscar consensos y permitir el acceso de nuevas formas de pensar. De lo contrario la sociedad se vuelve decadente, entrópica y su Estado se torna en lo que la moda conoce hoy como “Estado fallido”, incapaz de generar consensos y de caminar.

Sin lugar a dudas, cuando la bota militar ha sucumbido a la búsqueda de votos y a los derechos humanos, el control del inconsciente colectivo es el problema central de nuestra época. Y como bien lo dice el gran Mannheim, la política es un conflicto y tiende cada vez a ser un combate de vida o muerte. Se busca así demoler los cimientos de la existencia intelectual y social del adversario.

Y allí es donde surge la palabra mágica: “ideología” que nuestro autor explica como uno de los descubrimientos que han surgido del conflicto político, buscando amalgamar y darle sentido a las ideas dominantes. Y la misma va ligada con ciertos oscurecimientos de la vida social y sus propósitos. Es así como “apolíticos” y “aideológicos” son “tortas y pan pintado”.