A lo largo de 17 días y noches –hasta que el primer ministro malayo dio a conocer los resultados de una investigación–, la suerte corrida por el vuelo 370 dio lugar a todo tipo de conjeturas y alimentó tenues esperanzas. Muchas tragedias nos han subyugado a fuerza de crueles detalles.
Pero la desaparición del Boeing 777 que se dirigía a Beijing sin alertas ni explicaciones hizo volar la imaginación de la gente en todo el mundo, en buena medida por la ausencia de información sólida o de pistas.
No hubo nada concreto hasta la noche del lunes pasado, cuando el primer ministro Najib Razak anunció que un análisis de las últimas señales emitidas por el avión y captadas por satélites revelaron que el aparato se había caído en algún lugar de las desoladas aguas al sur del océano Índico y que todos los ocupantes habían fallecido.
Fue el punto culminante de uno de los misterios más hondos de los tiempos modernos. La declaración de Najib ofreció algunas certezas –el aparato se vino abajo– y poco más. No se han encontrado escombros ni a los pasajeros, ni se sabe cuáles fueron las causas de la tragedia. Averiguarlo implicará una tarea ímproba en un océano despiadado en uno de los extremos de la Tierra.
El rompecabezas en torno al Vuelo 370 se complica por la ausencia de datos concretos desde que desapareció la noche del 8 de marzo cuando se dirigía de Kuala Lumpur a la capital china. Nadie puede decir lo que sucedió en la cabina de mando o en la zona de pasajeros. O quién es el responsable de lo acontecido. O qué rumbo tomó: norte, sur, hacia abajo. O qué pasó con los 239 ocupantes.
Investigadores, parientes y periodistas enfocaron inicialmente toda su atención en dos pasajeros iraníes que habían usado pasaportes falsos. Luego en unas manchas de petróleo en el Golfo de Tailandia. Posteriormente en versiones de que entre los pasajeros había un uigur que podía tener alguna vendetta contra China y finalmente en un simulador de vuelos que uno de los pilotos tenía en su casa.
La reticencia de las autoridades malayas a revelar lo que sabían y a contradecirse alimentaba la incertidumbre. Ante la escasez de evidencia y de escombros, todo el mundo especulaba, incluidos expertos.
En casos como este, todo el mundo parece identificarse con la tragedia. «Cuando desaparece un avión, se unen todos los ciudadanos del mundo. Las personas desaparecidas pudieron ser cualquiera de nosotros», comentó el líder opositor australiano Bill Shorten.
Los parientes de los desaparecidos, mientras tanto, se aferraban a la ilusión de que no habían muerto.
«Querido, espero que puedas descansar donde sea que estés y que te estén alimentando», escribió Sarah Bajc la semana pasada en Facebook a su novio Philip Wood, un estadounidense que viajaba en el avión. «¿Habrá alguna posibilidad de que te den un vaso de vino con la cena?».
Ese fue uno de varios comentarios llenos de amor que le hizo a su novio por vía electrónica.
Las familias de los viajeros lucharon denodadamente por conseguir información. Con el correr del tiempo fue creciendo la ira hacia las autoridades malayas, a las que acusaron de retener información.
El 20 de marzo el primer ministro australiano Tony Abbott causó conmoción al pararse durante una sesión rutinaria del parlamento y leer un comunicado que decía: «Ha salido a la luz información nueva y verosímil de que hay que buscar el avión en el sur del océano Indico», expresó, añadiendo que tenían información satelital «de objetos que podrían estar relacionados con la búsqueda».
Los objetos –dos masas amorfas blanquecinas fotografiadas por satélites– fueron ubicados en un sector del océano Índico en el medio de la nada. La masa de tierra más cercana era la costa oeste de Australia, a 2 mil 500 kilómetros (mil 550 millas).
Se intensificó la búsqueda, en la que participaron aviones de Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, China y Japón. Australia envió también un barco.
Surgieron más pistas, incluidos unos objetos flotantes y fotos satelitales. Y se despacharon más barcos tratando de hallar los objetos.
Pero salvo por la conclusión de los analistas basada en información satelital, no hay nada concreto que ayude a encontrar respuestas. Ni hay certezas de que alguna vez se puedan encontrar los restos del avión.
Bajc, la mujer que insistía en que su novio estaba vivo, dice que necesita pruebas concretas sobre su muerte. «Pero no puedo seguir mis esfuerzos públicos desafiando la ley de las probabilidades», señaló. «Sigo sintiendo su presencia. Tal vez es su alma lo que siempre sentí presente».
CRITICAN RESPUESTA
No bastaron la presentación por PowerPoint y el análisis de expertos británicos. Los familiares de las víctimas que murieron al estrellarse el vuelo 370 de Malaysia Airlines siguen enojados y escépticos ante las explicaciones.
En el salón de festejos de un hotel en China, un hombre que se identificó como Zhang exclamó: «¡Puro embuste! ¡No hay ni un granito de verdad!»
El hombre, oriundo del poblado de Harbin, en China, dijo que deseaba caerle a golpes a todos lo que dieron la presentación, que eran una delegación de funcionarios del gobierno de Malasia y de la aerolínea.
La delegación llegó a Beijing un día después de que China exigió más detalles sobre cómo las autoridades de Malasia declararon perdida a la aeronave, y después que las autoridades chinas permitieron a los familiares de las víctimas protagonizar una marcha de protesta hacia la embajada de Malasia en Beijing.
Ante cientos de familiares de las víctimas, y activistas que los apoyan, la delegación malaya leyó un reporte de la Agencia de Investigaciones de Desastres Aéreos de Gran Bretaña, según el cual el avión se estrelló en el sur del Océano Indico.
Los datos, dice el estudio, fueron obtenidos en base a tenues señales emitidas por la nave y captadas por un satélite británico.
En una sesión de preguntas y respuestas que duró casi dos horas, los asistentes le increparon a la delegación sobre cómo sabían la dirección y la velocidad del avión, pero para frustración de todos, los miembros de la delegación no tenían la pericia técnica para responder.
Una mujer suscitó aplausos cuando exclamó: «¡Yo creía que esta era una delegación de expertos de verdad!»
Entretanto, en Kuala Lumpur, Malasia, el ministro de Defensa Hishamudin Hussein pidió a todos calma y paciencia.
«Con el tiempo bajarán las emociones que están tan álgidas. Comprendemos completamente», dijo Hishamudin en conferencia de prensa.
«Para las familias chinas, ellas deben comprender que nosotros en Malasia también perdimos a nuestros seres queridos, hay muchos otros países que perdieron a sus seres queridos».
Aunque muchos criticaron a Malasia por su respuesta inicial a la crisis, los familiares de las víctimas chinas han sido particularmente mordaces. Dos tercios de las víctimas eran chinas.
Los familiares acusan a Malasia de ser demasiado lenta al tratar de ubicar al avión el 8 de marzo, de retener información y de no divulgar a tiempo lo que sabían sobre lo que pudo haber ocurrido en la aeronave.
Los investigadores se acercan a solucionar un misterio internacional de aviación gracias a un satélite británico de comunicaciones y la física.
Un análisis de unas cuantas señales muy debilitadas enviadas por el vuelo 370 de Malaysia Airlines a un satélite de Inmarsat ayudó a las autoridades a concluir que el Boeing 777 se estrelló en una zona remota en el sur del Océano Indico. Información más precisa sobre la posición del avión cuando envió la última señal ayudó a las autoridades a reducir la zona de búsqueda patrullada por aviones y barcos a 2 mil 500 kilómetros (mil 550 millas) al sudoeste de Perth, Australia. Los investigadores carecían de información porque el radiofaro, que identificaba al avión a los controladores aéreos, fue apagado al mismo tiempo que el avión se salió de curso de su destino original, Beijing, la madrugada del 8 de marzo.
LAS EMISIONES
Incluso con el apagado de otras comunicaciones, el avión transmite automáticamente una señal —un «ping» o «saludo»— cada hora al satélite de Inmarsat. Esos pings no aclaran la posición del avión, velocidad o dirección.
Inmarsat estudió los pings del vuelo 370 en el aeropuerto de Kuala Lumpur y al principio del vuelo y los comparó con los de otros seis Boeing 777 que volaron el mismo día, que concordaron, según el ministro de Defensa de Malasia Hishammuddin Hussein. No respondió al pedido de comentarios de The Associated Press.
EFECTO DOPPLER
Cuando suena la bocina de un vehículo al pasar, para un observador el sonido se vuelve más agudo al acercarse y más grave al alejarse, el llamado efecto Doppler en honor al físico austriaco Christian Doppler que ideó la teoría en 1842.
MÁS ANALISIS
Inmarsat envió la información a los investigadores días después de desaparecer el avión. Pero sigue realizando su propio análisis para ver si podía obtener más pistas.
Los ingenieros de la empresa encararon un «área totalmente nueva», dijo un directivo de Inmarsat a la BBC. «Realmente fue un tiro en la oscuridad». Empero, la última información tuvo límites a la hora de aclarar el lugar en que se estrelló el avión.
LA EMPRESA
Inmarsat Plc comenzó en 1979 como organización intergubernamental para ayudar a comunicarse a los barcos en alta mar. Pasó a ser una empresa privada en 1999 y sacó sus acciones en la bolsa de Londres en el 2005.
Tres evidencias dejan claro que alguien se apoderó del Boeing 777 desaparecido de Malaysia Airlines y que esa persona sabía cómo funcionaba el avión, de acuerdo con un experto en seguridad aeronáutica.
TRANSPONDEDOR
Una pista es que el transpondedor del avión, un sistema de señales que identifica la aeronave en el radar, fue apagado una hora después del despegue.
Para hacer esto, alguien en la cabina tendría que girar una perilla con múltiples selecciones hasta la posición de apagado y oprimirla al mismo tiempo, dijo John Goglia, exmiembro de la Agencia Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos.
ACARS
Otra pista es que en el Boeing 777 fue apagado parcialmente el Sistema de Direccionamiento e Informe para Comunicaciones de la Aeronave (ACARS por sus siglas en inglés).
Este sistema, que consta de dos partes, es utilizado para enviar mensajes cortos vía satélite o por radio VHF a la base sede de la aerolínea. La parte de información del sistema fue desconectado pero no la parte de transmisión. En la mayoría de los aviones, la parte de información del sistema puede ser apagado mediante una secuencia de interruptores en la cabina, después en una pantalla de computadora es necesario seleccionar una opción mediante un teclado, dijo Goglia, experto en mantenimiento de aeronaves.
Eso es algo que el piloto sabe cómo hacer, pero también es información que puede conseguirse mediante investigación, agregó.
Sin embargo, para apagar otra parte del ACARS, sería necesario ir a un compartimiento lleno de dispositivos electrónicos situada abajo de la cabina del piloto.
Esto es algo que un piloto normalmente no sabría hacer, dijo Goglia, y no se hizo en el caso del avión de Malaysia Airlines.
El transmisor de ACARS continuó enviando señales que fueron registradas por el satélite Inmarsat una vez cada hora durante cuatro a cinco horas después de que fue apagado el transpondedor.
Las señales no contienen mensajes ni información, sin embargo, el satélite puede indicar en una manera amplia de donde provienen y orientar el ángulo de su antena para recibir mensajes en caso de que las transmita el ACARS.
Los investigadores intentan ahora utilizar la información del satélite para identificar la región en la que se encontraba el avión cuando envío su última señal.
VUELO GUIADO
El tercer indicio es que después de que fue apagado el transpondedor y cuando el radar civil perdió el rastro del avión, el radar militar de Malasia continuó observando el aparato cuando viró hacia el oeste.
El avión fue rastreado por una ruta de vuelo conocida que atraviesa la península hasta que estuvo varios cientos de kilómetros (millas) de la costa y más allá del alcance del radar militar.
Los aviones de pasajeros normalmente vuelan de una ruta a otra donde puedan ser vistos por los controladores de tránsito aéreo, que las tienen espaciadas para evitar una colisión.
Estos carriles en el cielo no son líneas rectas. A fin de seguir esa ruta, alguien tiene que guiar el avión, según Goglia.
Goglia dijo que es muy escéptico de las informaciones de que el avión volaba de manera errática mientras lo rastreaba el radar militar, con ascensos muy pronunciados a grandes alturas y después descensos rápidos.
Sin la señal de un transpondedor, la capacidad de seguir el rastro de un avión no es confiable a muy gran altura o si efectúa cambios repentinos de ésta, agregó.