Brasil no ha cumplido promesas de infraestructura


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La calle está surcada de charcos, montículos de tierra y letreros, obligando a los transeúntes a caminar con extremo cuidado. Una oleaginosa mancha negra no permite pasos falsos.

Por STEPHEN WADE CUIABA /Agencia AP

Los escombros en esta pequeña ciudad en el oeste de Brasil son parte de la enorme montaña de promesas incumplidas de un gobierno que anunció megaproyectos de infraestructura para antes del Mundial de Fútbol. Se suponía que los proyectos generarían un renacimiento de la ciudad, con carreteras modernas y un sistema de rieles capaz de transportar gente rápidamente del aeropuerto al centro de la ciudad.

Pero todo hace pensar que los proyectos no serán concluidos en Cuiaba ni en las otras 11 ciudades que servirán de sede del evento y en que muchos de los proyectos han sido postergados o cancelados.

«Estas obras aquí al lado del estadio sí creo que las van a terminar», declaró Atilio Martinelli, propietario de una cerrajería cerca de las instalaciones. «Lo harán tarde y mal, pero por lo menos lo van a terminar, pero no hay manera que puedan terminar la mayoría del resto de los proyectos, será una gran humillación para nosotros».

Era otra época cuando el país más grande de América Latina bien parecía ser el lugar ideal para exhibir el evento magno del fútbol: Es la mayor potencia en ese deporte y el país natal de Pelé, su estrella más famosa, pero hoy la organización del evento está ahogada en trabas logísticas y bajo la amenaza de protestas como las que rodearon otro torneo preparativo del mundial el año pasado.

Después de que Brasil fue elegido sede del mundial de 2007, las autoridades prometieron 8.000 millones de dólares para construir 56 aeropuertos, trenes subterráneos y otros proyectos en todo el país, además de 3.500 millones para la construcción y renovación de 12 estadios. Nueve de los estadios se completaron, pero sólo siete de los proyectos de infraestructura se han concluido cuando faltan tres meses para que comience el mundial.

– En Belo Horizonte, fueron cancelados los planes de construir un sistema de trenes subterráneos y fue reemplazado con rutas de autobuses. También fueron cancelados planes de construir otro terminal internacional.

– En Salvador, otro proyecto de trenes subterráneos fue remitido a una compañía privada y ahora se estima que las obras no comenzarán sino hasta después del Mundial.

-Se había anunciado otra pista de aterrizaje para el Aeropuerto de Rio de Janeiro, con motivo del Mundial. Ahora ni siquiera se sabe si estará lista a tiempo para las Olimpiadas de 2016.

– Un sistema de monorrieles, que se había proyectado como factor de transformación en Manaos, fue cancelado a fines de año pasado, luego que una agencia del gobierno determinó que el proyecto no era viable.

Las quejas sobre los proyectos se convirtieron en el pasatiempo nacional, tanto como el fútbol.

«Empezaron todo tarde y se comprometieron demasiado. Ahora tienen que redoblar esfuerzos para construir los estadios y muchas otras cosas quedan sin hacer», dijo Victor Matheson, economista experto en eventos deportivos, en el College of the Holy Cross en Worcester, Massachusetts, en entrevista con The Associated Press.

Se suponía que el Mundial iba a ser una oportunidad para que Brasil se proyecte en el escenario mundial.

«El mundo podrá ver una nación moderna e innovadora», escribió el ex ministro de Deportes Orlando Silva en un editorial en 2011 en el diario Folha de S.Paulo, meses antes de ser destituido en medio de denuncias de que aceptó sobornos. «Estamos trabajando para organizar el mejor Mundial de la historia… el país puede contar con ello».

Pero las demoras y fallas han sido fuente de vergüenza para otros, animando el malestar que ya había por los malos servicios públicos, el alto costo de la vida y los escándalos de corrupción. Muchos brasileños incluso creen que aun si Brasil gana el Mundial, el país ya perdió.

El profesor Paulo Resende de la Fundacao Dom Cabral, una reconocida escuela de administración de empresas, dijo que Brasil hace rato pasó de la «fase eufórica» de hace siete años, cuando fue elegido para ser sede del Mundial.

«Ahora estamos en la fase final, que es de cumplir con lo mínimo necesario para tener un buen evento», declaró Resende. «El gran sueño de movilidad urbana y de aeropuertos para el futuro de Brasil ahora se reduce a lo más básico: mantener la imagen del país».

Brasil no es el único país cuyos preparativos para un mundial han sido criticados.

Sudáfrica, que fue el país anfitrión en el último mundial, tuvo muchas fallas de seguridad y muchas obras fueron entregadas a último minuto, pero Brasil está peor. El presidente de la FIFA, Sepp Blatter, dijo hace unas semanas que el país está más retrasado que cualquier otro país anfitrión de todos los que ha conocido en las cuatro décadas que ha estado al mando del organismo.

La obra de mayor renombre en Cuiaba, capital del estado de Mato Grosso, iba a ser un sistema de rieles que vinculará al centro de la ciudad con el aeropuerto, un proyecto de 670 millones de dólares con un recorrido de 22 kilómetros (13 millas).

La construcción les ha trastocado las vidas a los habitantes de la ciudad de 600.000 habitantes, pero muchos de ellos opinan que no está avanzando.

Trincheras lodosas cruzan la tierra rojiza donde los rieles deberán ser instalados, y abundan en la ciudad los elevados sin terminar, que deberán eventualmente comunicarse pero que ahora son sólo estorbos para el tránsito. Se ha construido solamente un kilómetro de vías (una milla).

Mauricio Guimaraes, coordinador de los proyectos para el mundial para la gobernación de Mato Grosso, dijo a The Associated Press recientemente que el sistema de rieles no era parte de los proyectos para el mundial, aunque fue el primero en tomar provecho de un programa especial de financiamiento para el mundial y las olimpiadas. Prometió que el sistema estará «cien por ciento completo» para fines de 2014. «Instalaremos los rieles rápidamente», aseguró.

Hay quienes dudan de estas promesas, y temen que los proyectos quedarán en el olvido después de que termine el certamen.

«Ellos mintieron cuando prometieron concluir el sistema ferroviario antes del Mundial, aunque cualquier ingeniero competente podría darse cuenta de que no les alcanzaría el tiempo», dijo Bruno Boaventura, un abogado que dirige una organización anticorrupción llamada Moral. «Mintieron sobre el verdadero costo que esto involucraría, que ha aumentado y que yo creo que aumentará aún más. Ahora empiezan a mentir sobre terminar cien por ciento de las vías antes de diciembre».

Otros se preguntan para qué siquiera se empezó el megaproyecto en este poblado rural a 250 kilómetros (150 millas) de la frontera con Bolivia, y la capital del estado de Mato Grosso.

«Siempre me pareció evidente que no alcanzaría el tiempo», dijo el fiscal estatal Clovis Almeida Junior. «Y la razón principal es la falta de planificación, en todo aspecto. El resultado es la situación que tenemos hoy, que muchas calificarían de un desastre aunque hay otros que usarían un lenguaje más duro».

Otro dolor de cabeza para los habitantes aquí es la «Gran Zanja», un proyecto que busca modificar el tránsito en una de las principales arterias viales de Cuiaba. La zanja, que abarca un kilómetro (media milla), estará a pocos metros (yardas) del estadio y obstruirá el tránsito en lugar de facilitarlo. Los propietarios de negocios en la zona dicen que hace dos años, cuando comenzaron las obras, se les dijo que duraría más de un par de meses. Desde entonces, dicen, han perdido dinero y ahora las autoridades se niegan a darles una fecha de conclusión.

Un proyecto de ampliación del aeropuerto, que iba a estar listo para cuando empiecen a llegar los espectadores del mundial, quedó entorpecido por su inicio demorado y por trabas burocráticas, y los habitantes locales temen que también quedará sin acabar a tiempo para el mundial.

Los desvíos de carreteras se extienden por varios kilómetros (millas) hasta llegar al diminuto terminal. Los pasajeros salen y se encuentran con una nube de polvo producida por los tractores. Los automóviles tienen que hacer acrobacias para eludir los conos de seguridad, al lado de un enorme hangar metálico que se erige sobre las obras de construcción.

«Me da pena llevarte aquí», dijo un taxista que se identificó sólo como Joao. «Es un desastre, un desastre total, ¿qué más le puedo decir?».

Matheson, el economista de eventos deportivos, culpó en parte a la FIFA y al Comité Olímpico Internacional por tener las prioridades equivocadas, no conocer bien los costos y perder oportunidades antes de darle los preparativos a Brasil.

Oficialmente, Brasil dice que está gastando poco más de 11.000 millones de dólares para preparar el mundial, aunque hay quienes sospechan que la cifra es mucho mayor. Se están gastando otros 15.000 millones en las olimpiadas que tendrán lugar en Río de Janeiro en 2016.

La FIFA está colaborando con 1.000 millones de dólares de sus propios fondos para el mundial, que genera más del 90% del ingreso de la FIFA, que asciende a unos 5.000 millones de dólares cada ciclo de cuatro años.

«El COI y la FIFA quieren las instalaciones más modernas y lujosas en cada evento», dijo Matheson. «Los riesgos van todos a la ciudad o país anfitrión, pero las ganancias van al COI o a la FIFA».

El 80% de los 3.500 millones de dólares destinados para los 12 estadios son del erario público, aunque el entonces presidente Luiz Inacio Lula da Silva prometió hace años que no se usarían fondos públicos.

Por lo menos cuatro de los estadios probablemente serán «elefantes blancos» en ciudades que carecen de equipos de fútbol profesionales. Cuiaba es un buen ejemplo: Tiene dos equipos, que atraen quizás a unos 500 espectadores a sus partidos, en el humilde estadio de Presidente Eurico Gaspar Dutra. El nuevo estadio tendrá capacidad para 45.000.

El antiguo entrenador del equipo nacional brasileño Carlos Alberto Parreira ha sido un duro crítico de los preparativos para el mundial calificándolos de «un chiste».

«Hemos perdido una oportunidad para demostrarle al mundo lo que somos capaces de hacer en este país», expresó Parreira, quien guio a Brasil hacia la victoria en 1994 y actualmente es asistente del entrenador Felipe Scolari. «Sabemos que el Mundial gira en torno a los estadios, pero no es sólo sobre estadios. Los fans no pueden vivir en un estadio».

En el calor abrasador de Cuiaba, Evone Pereira Barbosa está parada fuera de la Policlínica do Verdao, a pocos metros (yardas) del nuevo estadio. La mujer, una limpiadora de 46 años, está afuera porque en la sala de espera adentro todos los asientos están ya ocupados.

La destartalada clínica es típica de las que abundan en Brasil, donde el sistema de salud pública padece de falta de infraestructura y una escasez crónica de médicos, especialmente en las zonas pobres. Es parte de la razón por las protestas recientes. En las marchas, donde se piden mejores servicios para los pobres, salen a relucir pancartas pidiendo servicios «al estilo FIFA».

Barbosa estima que la mitad de los habitantes de Cuiaba se oponen a que Brasil sea sede del Mundial, y una reciente encuesta parece demostrarlo. La encuestadora Datafolha dijo en febrero que el 52% de los encuestados en todo Brasil fue designado como anfitrión apoyan la organización del evento comparado con 79% en 2008. Cuando Brasil ganó la decisión de otorgarle la organización del mundial pocos se habrían imaginado un grado de rechazo tan alto es este país donde el fútbol es prácticamente una religión.

Desde que estallaron las protestas en junio, funcionarios como Guimaraes han hecho esfuerzos para enfatizar que las obras de infraestructura no tienen nada que ver con el Mundial. Sostiene que si Cuiaba no hubiera gastado el dinero en la vía ferroviaria o en el nuevo estadio, los fondos «no hubieran ido a temas de salud y seguridad» pues el dinero viene de una partida distinta.

Pero los argumentos presupuestarios no calan entre las multitudes brasileñas, donde perdura la desigualdad social entre una pequeña élite adinerada y una gran mayoría que vive en la pobreza. Hay furia contra el gobierno y el empresariado ante la creencia de que despilfarraron el dinero.

«La gente común ha sido olvidada», declaró Barbosa. «Han invertido mucho en el Mundial, pero se olvidaron del pueblo».

Las quejas sobre los proyectos se convirtieron en el pasatiempo nacional, tanto como el fútbol.

Hay quienes dudan de estas promesas, y temen que los proyectos quedarán en el olvido después de que termine el certamen.