Cero en educación vial


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“Prudencia es saber las cosas que hay que hacer para ser bueno, y las cosas que hay que evitar para no ser malo” (San Fernando).

En los últimos meses se ha venido dimensionando el problema de la falta de educación en la población de la República de Guatemala, tales son las protestas que no aportan absolutamente nada.

Rolando Alfaro Arellano


La realidad, sin duda es, que la educación es compartida y no atribuible exclusivamente al gobierno de turno. Ello, nos indica si las familias o los hogares están mal educados, así tendrán que ser sus descendientes con o sin solvencia económica.

En ese sentido, la mejor forma de averiguar la mala educación de las personas es cómo se conducen en la vía pública, sea caminando o manejando vehículos automotores.

En el primer caso, los peatones en su mayor parte no respetan el paso vehicular, pues los accidentes que se han observado recientemente indican que a pesar de que existen pasos de peatón y pasarelas, no los respetan.

En relación a los pilotos automovilistas, con tristeza se puede observar que, salvo algunas excepciones, aunque posean vehículos último modelo, no conocen las señales de tránsito, no utilizan el pidevías, no respetan a los peatones (en épocas de lluvia se burlan mojando a cuanto caminante encuentran por las calles y avenidas) y pareciera que fuera un reflejo de la violencia imperante.

Pero, por si fuera el caso, los señores agentes de tránsito no cumplen totalmente su función, pues en horas de mayor tránsito en lugar de descongestionar las vías, las vuelven intransitables. Además, no se ve vigilancia en los cruceros y semáforos para perseguir a los pilotos que juegan ruleta rusa.

En las carreteras, podría decirse lo últimamente escrito, y es mucho más peligroso, así: choferes del transporte público manejando a altas velocidades, mal vestidos y descorteses con sus pasajeros.
 
En consecuencia, justos y pecadores, pagan por igual, pues la educación de un pueblo se evidencia por la forma en que se conducen en la vía pública y centros comerciales.

Atentamente sugerimos a las autoridades competentes, antes que aumenten las tragedias que enlutan los hogares más de la cuenta, que se aumenten los programas de “Educación vial”. ¿Qué pasó con las patrullas de tránsito escolares? Y ¿los mimos?

Para grandes males, grandes remedios; exhorto a mis lectores a que se respalden en la Constitución Política de la República de Guatemala y dirijan sus sugerencias ante quienes corresponda. Por favor no corran, no maten.