La captura motivada por múltiples delitos de quien fuera precandidato a la alcaldía del Municipio de San José Pinula, vino a pintarle a la población guatemalteca la cruda realidad política del país. Cualquiera construye o se involucra en las “casonas de empleoâ€, también llamadas “partidos políticosâ€, con aspiraciones para ser presidente, diputado, alcalde, concejal, síndico o cualquier otro cargo de elección popular. Saber leer y escribir es lo de menos, porque lo que abre puertas entre nosotros es ser “chispudoâ€, para cosas buenas o malas, para lo moral o lo indecente pues lo que cuenta es tener dinero, sin preguntas de dónde se obtuvo, como los métodos que haya empleado para hacerlo.
fracaceres@lahora.com.gt
Para asquearse de la mala calidad de la mayoría de nuestros políticos no es cuestión de edad, sexo, profesión u ocupación, sino simplemente contar con valores y principios y comprender que hoy en día, ya no hay escrúpulos para mandarse a “tronar†a cuanto opositor se les ponga enfrente o dado el caso, consentirlo. Disculpe estimado lector si ahora empleo términos poco ortodoxos para expresar mis pensamientos, pero es tanto el afán por darme a entender lo que la mayoría de la población siente al vivir el actual momento político del país, que hasta agota un lenguaje más refinado para expresarlo.
Nací y me crié en un ambiente totalmente distinto. Allá por mediados del siglo pasado la participación política era totalmente diferente. Para aspirar a un puesto de elección popular se necesitaba haber demostrado capacidad, honestidad y sobre todo rectitud. Lamentablemente no puedo mencionar nombres de tanta gente ejemplar, porque caería en el error de olvidar a alguno de aquellos que contaban con esa base fundamental y enorme espíritu de servicio a la comunidad. Seguramente quienes tengan mayor o igual edad que la mía confirmarán que tanto abogados, médicos, periodistas o de otras profesiones podían tener aspiraciones políticas sin importar que el cargo a desempeñar requería algún conocimiento específico sobre determinada materia, siempre y cuando su honorabilidad y buen historial rebasaran dichos requisitos. Hoy las cosas son al revés.
De ahí que sea opuesto a pensar que el actual sistema democrático haya dejado de funcionar por obsoleto y que sea necesario cambiarlo radicalmente. Sigo creyendo que mientras sigamos dejando de lado valores, principios, como la ética indispensable para gobernarnos a nosotros mismos como seres humanos, cualquier otro sistema de gobierno que escojamos tampoco va a funcionar. Ahora bien, la pregunta del millón sigue siendo la misma: ¿vamos a seguir igual?, ¿quejándonos y lamentando tan triste situación, cuando bien sabemos que a nuestros políticos eso “les viene del norteâ€? Suficiente paciencia hemos tenido y de sobra ha quedado demostrada su ineficacia, porque ningún partido político ha querido y tampoco les conviene, recoger la bandera de la inconformidad, frustración y desencanto que abruma a la gran mayoría de la población. ¿Hasta cuándo?