La confesión de Alfonso Portillo sobre el soborno de Taiwán para que Guatemala mantuviera el reconocimiento diplomático a ese territorio va más allá de la negociación que el expresidente hizo con la fiscalía norteamericana para recibir una condena en la que ya prácticamente purgó la pena de cárcel. Hay dos aspectos importantes que tienen que considerarse y es el sucio papel de Taiwán al corromper a nuestros políticos y qué pasó con otros mandatarios guatemaltecos que mantuvieron y mantienen la misma política respecto a las dos Chinas.
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Existen versiones que al menos desde 1970 la diplomacia de Formosa, China Nacionalista o Taiwán, ha sido la diplomacia del dólar y que las Embajadas se han dedicado a comprar conciencias no sólo de políticos, sino de personas que pueden influir en la opinión pública. Pregúntese el lector por qué, con el odio que le tiene la prensa a Portillo, no se lanza a condenar el soborno de 2.5 millones de dólares o por qué el Ministerio Público insiste en que ese dinero era una donación para bibliotecas, aunque los cheques están girados no a nombre del Estado ni de ninguna dependencia, sino del ciudadano Alfonso Portillo Cabrera.
Condenar a Portillo por recibir soborno implica condenar a los Embajadores de Taiwán y al país mismo por haber sobornado a nuestros presidentes. Y digo nuestros presidentes porque habría que ser verdadero pendejo para suponer que Portillo fue el único que recibió el dinero. Si así fuera, por qué hasta el día de hoy Guatemala es de los pocos países que sirven a los intereses de Taiwán que subsiste como Estado gracias al reconocimiento de países latinoamericanos en los que han comprado la voluntad de los presidentes y de buena parte de la sociedad.
Yo recibí decenas de invitaciones para viajar a Taiwán con boletos en primera clase para mí y mi esposa, atención en los mejores hoteles y trato especial durante el tiempo de estadía. Casi todos los Embajadores, desde aquellos lejanos años de la década de los setenta, me insistieron para que las aceptara. Nunca acepté esas invitaciones porque siempre he pensado que es una estupidez permitir que nuestro país sea utilizado como un instrumento en la lucha política que Taiwán libra con China y que está a punto de resolverse en negociaciones directas entre ellos y nosotros nos quedaremos silbando en la loma, pagando el precio no sólo de nuestra estupidez, sino de nuestra corrupción.
La doble moral de nuestra sociedad se muestra ahora satisfecha por la confesión del delito de Portillo y hasta la Fiscal General dice que ahora van a pedir la extinción de dominio de los bienes del expresidente, engañando porque la ley respectiva fue aprobada en el 2010 y no tiene efecto retroactivo. Pero nadie dice nada de los otros presidentes que se embolsaron iguales o mayores cheques ni de los diplomáticos taiwaneses que corrompieron a medio mundo. La excusa es que el Presidente de Taiwán en tiempos de Portillo está preso, pero el soborno no era orden suya, sino política institucional de su país.
Desde el día en que acusaron a Portillo de peculado dije que el delito estaba en los cheques de Taiwán y que no era el único presidente sobornado. Los hipócritas aquí y en Taipéi ahora se muestran sorprendidos. Mamolas, decía mi abuelo.