Inflación alimentaria


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La permanente perspectiva, referente al fenómeno socioeconómico percibida en la inflación alimentaria, sin tregua alguna, es causal imposible de tapar el sol con un dedo. En ese sentido marchan las cosas en el país, no me canso de puntualizar su presencia irredenta, pese a intentonas de negar el problema agudo, mediante la constante publicidad gubernamental millonaria.

Juan de Dios Rojas


El importante papel desempeñado con eficacia,  y moderación que prescinde de gastar en balde el dinero que huye pronto de sus manos, a pesar de esfuerzos inauditos, lo vive y sabe la mayoría poblacional. Trata a toda costa de adquirir lo indispensable, por cuanto su poder de compra cada día se extingue. De esa suerte anda de aquí para allá en búsqueda de la piedra angular, lo más barato.

Sabe de sobra, ajena a disquisiciones repletas de tecnicismos engañabobos; en ese orden de ideas está de más, sabe y le consta, según experiencias diversas, cuya sumatoria es el mejor argumento y la clara verdad que encuentra en desaliento de los modestos fondos que obran en sus manos. Es también del dominio popular que la publicidad contiene palabras, y más palabras, vacías.

A menudo suelen las dependencias gubernativas de impulsar con denuedo planes a diestra y siniestra sobre sin fin de enunciados y nombres a veces rimbombantes, como Hambre Cero, largas etcéteras en torno a los mentados bonos de eso, y de aquello, a los cuatro vientos; empero, al final de cuentas, o no se ve bien, o no muestra el rostro cada uno de los mismos, conforme promocionales.

Todo cuanto sucede se debe, sin esquivar términos baladíes,  al hecho real de la inflación alimentaria; el resto equivale a meras frases disonantes, en condición de esconder los hechos generadores. Sin el menor sustento de mejorar los precios con aliento y autenticidad, en beneficio mayoritario, la indeseable inflación alimentaria prosigue triunfante en menoscabo general.

Pan diario resultan las alzas imparables del alto costo de vida, en cualquier sitio de ventas, al por mayor y menor, lo mismo da. Luego entonces, esa ausencia crítica y desafortunada cobra poder y mayores gananciales. La básica relación: vencedor-comprador, hace un tiempo considerable,  digno de mejor suerte, no responde, más que únicamente en bienestar del vendedor.

No echan mano a los mecanismos legales que existen, únicamente en letras, nada más las dependencias del gobierno central, por cierto en crecimiento burocrático visible, a extremo de que el Estado crece con dimensiones exageradas, sin embargo; la inversión queda relegada a terminas inexistentes, cuya presencia va en menoscabo directo de proteger bien al consumidor diario.

Posibilidades hay, escondidas o refundidas en el rincón de las gavetas de escritorios de los poderes Legislativo y Ejecutivo, durmiendo el sueño eterno. Ahí se las den todas, percibimos ser las respuestas; no vemos claro por ningún lado, de consiguiente, el asunto de primer orden, continúa pendiente y también el imperio de una correcta aplicación de la legislación urgente.