Con detectores ultrasónicos para detectar voces y cámaras telescópicas para atisbar entre los resquicios de los escombros, los rescatistas inspeccionaban hoy los restos del derrumbe originado por una explosión de gas en la ciudad de Nueva York.
El objetivo es rescatar posibles sobrevivientes del estallido que derribó dos edificios de departamentos y mató a por lo menos ocho personas, dos de ellas mexicanas.
«Tenemos que pensar en sobrevivientes con la esperanza de hallarlos», dijo el jefe del departamento de bomberos de la ciudad, Edward Kilduff.
La policía dijo el viernes que por lo menos una persona seguía desaparecida después que la ensordecedora explosión del miércoles por la mañana destruyó los dos edificios en la esquina de Park Avenue y la Calle 116 en el barrio del East Harlem, que recibían gas por un conducto de 1887.
«Seguimos en tareas de búsqueda y rescate», afirmó un vocero del departamento de bomberos.
La búsqueda se desarrollaba lentamente y el jueves al anochecer se habían despejado del 40% al 50% de los escombros. Kilduff dijo que todavía había un pequeño foco de incendio y que un muro que seguía en pie corría el riesgo de caerse.
Los trabajadores seguían removiendo escombros el viernes por la mañana y esperaban llegar al primer piso el sábado, para alcanzar después el sótano.
«Esto es catastrófico. Es devastador y tuvimos, evidentemente, una pérdida de vidas. Por eso es muy duro estar aquí, pero es parte de nuestro trabajo descubrir lo que ocurrió para poder impedir que vuelva a suceder», dijo Robert Sumwalt, miembro de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, que llegó al lugar el viernes temprano.
Una decena de bomberos inspeccionaron trozos de madera calcinada y planchas metálicas durante una noche helada. Todavía salía humo de los escombros y el olor se esparcía a más de una cuadra de distancia.
Más de 60 personas resultaron heridas. Los investigadores trataban de precisar el lugar de la filtración de gas para determinar si tuvo que ver con la tubería muy anticuada de gas y agua, en parte montada a fines del siglo XIX.
La policía identificó a seis de los muertos: Griselde Camacho, de 45 años, funcionaria de seguridad del Hunter College; Carmen Tanco, 67, higienista dental que participó en misiones médicas en África y el Caribe; Andreas Panagopoulos, 43, músico; Rosaura Hernández, 22, una mexicana cocinera de restaurante; George Ameado, 44, un trabajador manual que vivía en uno de los edificios y Alexis Salas, 22, empleado de un restaurante.
Funcionarios mexicanos dijeron que una mexicana, Rosaura Barrios Vázquez, de 43 años, estaba entre los muertos.