El presidente afgano, Hamid Karzai, es esperado el próximo domingo en Camp David para pasar dos días junto a su homólogo estadounidense, George W. Bush, en plena crisis de los rehenes de los talibanes, una cita en la que las operaciones militares, Pakistán y el opio también estarán en la agenda.
En su primera visita a la residencia presidencial de Camp David (Maryland, Este de Estados Unidos), Karzai expondrá el difícil caso del grupo de misioneros evangelistas surcoreanos secuestrados en Afganistán el 19 de julio.
Los talibanes, que ya ejecutaron a dos surcoreanos, exigen a cambio de la liberación de los otros 21 cautivos la liberación de algunos de sus militantes presos en Afganistán. Pero Kabul, muy criticado por Estados Unidos por haber aceptado un canje de prisioneros en marzo, rechaza ceder «por principio» a las exigencias de los secuestradores.
Los talibanes consideran que el obstáculo principal a la resolución de la crisis viene por parte de los estadounidenses que «impiden a Kabul» excarcelar a sus presos.
El gobierno de Seúl, por su parte, intenta convencer a los estadounidenses para que intervengan en el caso y una delegación de parlamentarios surcoreanos tienen previstas reuniones en Washington antes de la que tendrán los presidentes.
Las cuestiones sobre la seguridad serán por tanto dominantes en esa cita en Estados Unidos, el que de lejos más apoya financiera y militarmente a Afganistán, donde tiene unos 27.000 efectivos.
Las muertes de civiles en las operaciones militares de las fuerzas internacionales, que provocaron la cólera de Karzai a finales de junio, será otra cuestión para el debate, según el portavoz de la presidencia afgana, Humayun Hamidzada.
En lo que va de año, más de 600 civiles murieron como consecuencia de la violencia en Afganistán, la mitad de ellas «daños colaterales» infligidos por la coalición, según estimaciones de la misión de la ONU en Kabul.
La producción de opio, con el récord de 6.100 toneladas el año pasado que se prevé incluso superar en el presente, será otro tema que saldrá a relucir.
El tráfico de drogas en Afganistán sirve para financiar a la insurrección de los talibanes, movimiento fundamentalista próximo a Al Qaida, que estuvo en el poder en el país entre 1996 y finales del 2001, con el apoyo de los servicios secretos paquistaníes.
Las tensas relaciones entre Kabul e Islamabad y la preparación desde hace meses de un acuerdo de paz entre jefes tribales pastunes de los dos países son otro punto de atención.
El presidente Karzai acusa a «ciertos elementos» de los servicios de inteligencia de Pakistán, aliado de Estados Unidos, de apoyar todavía a los talibanes, algunos de los cuales se refugian junto a miembros de Al Qaida en zonas tribales paquistaníes fronterizas con Afganistán.