El costo del desprecio


Editorial_LH

Por tradición, en Guatemala se ha querido mantener la idea de que la gente es pobre porque quiere, por ignorancia, porque ese es su “capital” para conseguir ayuda internacional o porque son una partida de ignorantes que son manipulados para mantener al país en las condiciones de subdesarrollo.


Es una postura sumamente conveniente para quienes quieren vender la idea de que el “desarrollo” pasa por aplicarle el “costo” a la población mientras se hacen los negocios con los que se fortalece y enriquece más a los beneficiarios del statu quo, pero que condena y limita aún más a quienes están en las condiciones de mayor pobreza y necesidad.

Los voceros de Jalisco, los que nunca pierden, manifiestan su indignación ante el rechazo a medidas que no solamente son abusivas sino que, encima de todo, marcan el tradicional sentido excluyente del sistema guatemalteco, conveniente para radicales de derecha y de izquierda porque al final se convierte en buen modus vivendi.

¿Cuándo hemos visto que las imposiciones como la expropiación propuesta para la construcción de torres de transmisión eléctrica incluyan a las zonas más “bonitas” de la ciudad capital? Nunca. Y estas prácticas sumadas a los argumentos que con desprecio  tratan a la mayoría de la población que se debate entre la pobreza y la pobreza extrema, son las que dan origen a que aparezca con posibilidades de triunfo cualquier loco a querer plantear mini revoluciones.

 Porque ese desprecio hacia los ciudadanos tiene que representar un costo y es de ciegos no querer entender que la capacidad de organizarse de las comunidades está allí como quedó demostrado en las manifestaciones que han realizado y, en algún momento decidirán que la mejor manera de lograr su cometido es por medio de la lucha para tener acceso a los puestos de poder.
  Si se sigue fomentando ese sentimiento de desprecio e irracional cólera e incomprensión contra las necesidades de la población, que no les extrañe que un día se apoye a alguien que ni siquiera les ofrezca mejoras en su forma de vida, pero que les dé oportunidad de reclamar y, a lo mejor, de vengarse de quienes les han expoliado.

  Porque con la costumbre de nunca obtener sus resultados, el simple hecho de recibir una promesa de igualdad puede considerarse un éxito. Ojalá algún día se entienda que con el respeto es más fácil lograr que todos empujemos juntos hacia un verdadero camino del desarrollo, porque es muy fácil pedir sacrificio cuando los sacrificados son los mismos y los beneficiados los de la foto.

Minutero
Una lucha encarnizada
en pos de la Fiscalía;
está mucho en la jugada
si dan vuelta a la tortilla