Mientras en Guatemala estamos en el proceso de integración del próximo Tribunal Supremo Electoral, en El Salvador se está viviendo un momento que nos permite, de primera mano, experimentar de la manera más dramática posible, sin ser nuestras elecciones, lo que podría pasar si no se cuenta con una institución fuerte.
Se ha cuestionado el resultado de unas votaciones en las que los ciudadanos estuvieron recibiendo encuestas y mediciones que no se acercan al sufragio real, lo que ha generado muchas dudas que han sido alimentadas desde las más altas esferas de cada uno de los partidos políticos en contienda.
La certeza de que ante situaciones inesperadas las instituciones del Estado puedan mantener la confianza de que se está procediendo de la manera adecuada es el resultado de la batalla permanente por lograr la fortaleza institucional que permite superar momentos críticos.
Hoy, Guatemala se encuentra en la “repartición” de un pastel en el que, como si se tratara de cambio de estampas del álbum del Mundial de Futbol, se “canjean” a los candidatos entre los partidos que integran el muy cuestionado Congreso de la República. Este tipo de actos genera exactamente el resultado contrario, es decir, la certeza de que se prostituyó la institucionalidad para poder custodiar el poder coyuntural de quienes tienen secuestrado el Legislativo que, de nuevo, es la plaza de la transa.
Un punto importante para analizar, es el papel de las famosas encuestas electorales que paran convirtiéndose en la siembra de la duda. Cuando empresas que no realizan el trabajo de manera adecuada publican resultados que generan una falsa expectativa sobre la población, pueden generar dos efectos muy dañinos: El debilitamiento de la institucionalidad por la falta de credibilidad y, segundo, un efecto en los resultados por equivocada motivación o desmotivación a los electores. ¿Puede alguien asegurar que los votantes de Quijano o Sánchez no dejaron de ir a las urnas por la amplia diferencia que se presentó en las encuestas? Algunas veces, el mensaje de una “decisión invariable” puede afectar el resultado final en una elección.
Es entonces el momento para darnos cuenta de cuán importante es la conformación de un tribunal electoral que nos permita confiar que en caso de una elección cerrada, se plantarán con fortaleza y determinación la defensa de los intereses de los ciudadanos – electores y de esa institucionalidad que tanto pedimos. Pero todo indica que lo que buscan es nombrar guardianes de los intereses de los partidos políticos que tienen más cuota en el pleno actual para que, como juego de Monopolio muevan sus fichitas para pagar el favor del nombramiento. ¿Podría usted confiar en un TSE integrado con tal criterio?
Minutero
La institucionalidad democrática
se vuelve fundamental
en una contienda dramática
con tan cerrado final