Las elecciones para Rector(a) de la Usac fueron convocadas de manera casi secreta en la última sesión del Consejo Superior Universitario, en noviembre pasado. Éste ignoró la petición de un grupo de universitarios que exigía la democratización del proceso de elecciones, teniendo en cuenta que no menos de 50 mil personas quedan marginadas. La “maquinaria” de la Rectoría envió la petición a dictamen, para dormir el sueño de los justos, y continuó su trituradora marcha para coronar al Secretario actual de la Usac como nuevo “minimonarca”.
Esta acción, que hace de las elecciones actuales un acto inconstitucional, se suma a los miles de abusos de poder que caracterizan al “establishment”. Es lo que hace que mi decisión ante la disyuntiva de las candidaturas a Rector(a) se haga fácil: contra el “status quo” y en apoyo a Hada Alvarado.
No es un apoyo de tipo ideológico; pero sí de tipo ético. La única forma de descarrilar la “maquinaria” de la Rectoría es transfiriendo la dirección de la Usac a una persona que se ha atrevido a cuestionar el modelo actual de gobierno, basado en el manejo de cuotas de poder, corrupción e intereses extrauniversitarios. No juzgo los méritos del candidato “oficial”, sino que hago formal crítica y me opongo a que el oficialismo quiera perpetuarse. La única opción de apoyo a los cambios que la Usac requiere con urgencia es la propuesta de Hada Alvarado; algunos de estos cambios los propiciará ella con su equipo de trabajo y otros surgirán de las demandas de los sectores afectados. La propuesta alternativa del oficialismo es el modelo neoliberal de universidad mitad estatal y mitad privatizada: la corrupción es estatal y los grandes negocios son privados, es decir, los intereses esenciales son ajenos a la comunidad universitaria. ¿Es posible derrotar a la “maquinaria”? Pienso que sí, aunque muchos universitarios, cansados ya de nadar contra la corriente, han tirado la toalla. La “cosa universitaria” dejó de ser nuestro proyecto de universidad democrática, nacional y autónoma, para ser botín político y económico de unos pocos. La capacidad de respuesta de los universitarios ante el abuso de poder nacional o universitario fue desapareciendo. Ante la violación de la autonomía universitaria por la Corte de (In) Constitucionalidad (CC) solamente un par de centenas de estudiantes universitarios, con contados apoyos de otros sectores, se lanzaron a una desigual lucha. Queda aún encendida la brasa, cobijada en quienes promueven la reforma universitaria, si bien quedan pocas personas activas; pero existe, y es de ahí de donde “puede saltar la chispa que encienda la pradera”. Ante las otras irregularidades, como las “reelecciones” de decanos y otros actos de poder feudal, algunos universitarios honestos mantienen sus demandas ante la CC, pese a que ésta es candado de los poderosos y no tribunal de conciencia.
Así, la “disyuntiva universitaria” no es la elección de marzo. Ese es un paso apenas en el proceso de reforma. La disyuntiva se da entre quienes queremos cambiar la Usac –y con mayor fuerza el país, como en octubre de 1944– y quienes desean seguir simplemente usufructuándola. Donde se ubique cada universitario y universitaria determinará el tipo de universidad del siglo XXI. En el caso de las mujeres, es una lucha por la real y efectiva “paridad de género”. Para la gran cantidad de mayas y otras personas indígenas es la lucha por la eliminación del racismo y la discriminación. Muchísimos jóvenes de las clases trabajadoras, capas medias y sectores marginados no han tenido quien les explique “la lucha de clases” y se les dice que “Carlos Marx está muerto y enterrado”; pero lo que sienten cada día en propia carne es real y necesita ser entendido y enfrentado. ¿Despertarán estas masas en las semanas faltantes? La lucha apenas está empezando.