Rusticatio mexicana
Rafael Landívar
Salve, mi Patria querida, mi dulce Guatemala, salve,
delicias y amor de mi vida, mi fuente y origen;
¡Cuánto me place, Nutricia, volver a pensar en tus dotes,
tu cielo, tus fuentes, tus plazas, tus templos, tus lares!
Paréceme ya distinguir el perfil de tus montes frondosos,
y tus verdes campiñas regalo de tiernos abriles.
Acuden con mucha frecuencia a mi mente los ríos doquiera
rodantes, y umbrosas riberas tejidas de frondas;
también entre el lujo variado suntuosas las íntimas salas
y muchos vergeles pintados de Idálicas rosas.
¿Y si busco en mi mente entre el lujo dorado brillantes
las Sedas, o tintos vellones de playas de Tiro?
Serán para mí como pábulo eterno de amor a la patria,
y siempre en mis penas dulzura y consuel serán.
Mas ¡Ay! que me engaño: son burlas que turban mi plácida mente,
y vanas quimeras que juegan con esta alma fría.
Que aquellos torreones, cabeza señera de reino tan noble,
ciudad antes fueran, y ahora montones de piedras.
Ni casas, ni templos ya quedan, ni plazas que junten al pueblo,
ni trocha que guíe a las cumbres seguras del monte.
Ya todo se vuelca rodando entre ruina volenta,
cual si golpes de Jove con rayos alados lo hiriese.
¿Más qué digo doliente? si ya del supulcro resurgen excelsas
mansiones, y altivos se yerguen los templos al cielo.
Ya inundan las fuentes al río, ya bullen las calles de gente,
ya llega a mi pueblo feraz y anhelada quietud:
como aquella ave Fénix, recobra la dicha con creces el valle
al volver del mismísimo polvo de nuevo a la vida.
Alégrate, Patria inmortal, la más ínclita urbe del reino,
y de nueva ruina ya libre, pervive mil años:
La fama nacida al vencer a la súbita muerte, tu triunfo,
yo mismo y mi canto está pronto a llevarlo a los astros.
Mi plectro entre tanto de ronco tañido, solaces del llanto,
recibe, y que seas en cambio tú misma mi lauro.