«Trabajar es colaborar con el Señor, para hacer un mundo más feliz…» Así rezaba la estrofa de una canción religiosa que en mis años de vida monástica cantaba casi cotidianamente a todo pulmón. Y es que el trabajo es en la tradición cristiana piedra de toque si se quiere imitar a Dios. Es parte de la mística religiosa, encontrarse con el Creador «entre pucheros», según Santa Teresa.
Me temo, sin embargo, que no solo se trata de «quebrar piedra». Trabajar por trabajar. Empeñarse sin poner atención ni agregarle un «plus» a ese esfuerzo diario. Una labor así carece de significado y no dignifica ni le da gloria a quien se le ofrecen los frutos. Y quizá de eso se habla poco en los círculos cristianos. Habría quizá que agregar que efectivamente sí se debe poner sudor en la actividad, pero también mucha imaginación.
Posiblemente por eso, como dicta el Evangelio, «los hijos de las tinieblas son más listos que los hijos de la luz». De repente se trata porque ponen mucha inteligencia en su maldad y no lo hacen ni al azar ni a la espera de la Providencia. Sus artificios son obra de relojero, hechos con precisión y cálculo.
Los creyentes a veces, sin embargo, son muy sacrificados, tenaces, ascetas, pero limitados. Fundan periódicos y lo hacen impresentablemente. Establecen una escuela y la administran con los pies. Extienden misiones y no las atienden. Atraen vocaciones y las descuidan. Dejan mucho qué desear sus construcciones mentales y sus resultados. Mucho ideal e ímpetu adolescencial, pero poca efectividad en la realidad.
Y el mundo va por otro lado. Ahora se premia la novedad, el ingenio, la innovación. Mientras mucho vamos por la vida repitiendo, imitando, incapaces de imaginar y soñar. Cosa rara en tierra de poetas y grandes narradores. Guatemala ha sido un país de escritores talentosos: Miguel Ángel Asturias, Tito Monterroso, Luis Cardoza y Aragón… No tendríamos por qué acobardarnos ni sentir miedo, la creatividad debería ser parte de nuestro ADN.
«Trabajar es parecerse a Dios, que hizo el universo con amor». Así se completa la canción a la que me he referido arriba. Si somos más inteligentes en nuestro trabajo y trascendemos lo mecánico, seguramente Dios recibirá con deleite nuestro fruto. El trabajo bien hecho es la llave del acceso al cielo y nuestro Paraíso desde ya.