La gente ha salido a las calles en Venezuela. Unos para protestar contra el régimen de Nicolás Maduro, heredero de Hugo Chávez que ganó las últimas elecciones y otros para respaldar al oficialismo. Los primeros esgrimen el abuso de poder, la inexistente división de poderes, la corrupción, la dilapidación de recursos y un mal manejo del país y los segundos defienden las políticas sociales porque estiman que, aunque pueda existir corrupción tal y como ocurría también antes de Chávez, al menos tienen quien se preocupe por ellos.
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En Guatemala mientras tanto los problemas de Venezuela terminan teniendo un eco importante que se manifiesta en redes sociales, columnas de opinión y en las sobremesas. Eso es bueno porque entonces quiere decir que la indiferencia del guatemalteco no es tan generalizada como se había pensado sino que tan solo abarca la esfera nacional.
Si lo analizamos fríamente, la corrupción, el abuso de poder, la dilapidación de recursos y la inexistente división de poderes por las que protestan algunos venezolanos, en Guatemala ha sido el pan nuestro de cada día por muchos años. La diferencia es que aquí tenemos “unas alegres elecciones” que son suficientes para disfrazar un aparato estatal que está al servicio de funcionarios y financistas corruptos, y con eso a muchos les basta para sentir que vivimos en una “democracia con división de poderes”.
Y la pregunta es, ¿por qué eso que tanto indigna de Venezuela y Maduro, aquí pasa desapercibido? ¿Existe indignación en contra del abuso de poder, la corrupción, por decir algunos males o la indignación va más orientada hacia la o las personas que los comenten? Muchos guatemaltecos han llamado a poner las barbas en remojo para que no nos pase lo de Venezuela, pero yo me pregunto, ¿no lo hemos vivido ya durante años? La nacionalización de empresas privadas se asemeja a los beneficios que en Guatemala tienen los piratas y corruptos, que dificultan la vida a los competidores honestos.
Yo sostengo mi punto de vista que los llamados “populistas” o “mesiánicos” no son más que la consecuencia de la ineficiencia de los gobernantes para atender las grandes necesidades de los pueblos. Pienso que esos ahora llamados enemigos de la democracia, son tan corruptos como sus antecesores conservadores, pero obtienen el respaldo de las grandes mayorías marginadas, porque si de escoger se trata prefieren a un corrupto que al menos los voltee a ver aunque siga haciendo negocios.
En Guatemala, mucha gente piensa que caeremos igual que Venezuela dependiendo quién gane las próximas elecciones, lo que considero equivocado porque en Guatemala lo que funciona desde hace años es una “pistocracia” que hace que todo el aparato estatal termine estando al servicio de personas inescrupulosas, corruptas y ventajistas que drenan nuestros recursos sin importar la falta de educación de nuestra gente, la pobreza, la desnutrición, la falta de oportunidades y el hecho que nuestro principal elemento de exportación son nuestros migrantes.
Venezuela debería servir como ejemplo para no dejar que otros decidan por nosotros. Hay quienes, incomprensiblemente, piden una constituyente que solo serviría para perpetuar la porquería; es como demoler una casa porque los cimientos están malos y pretender levantarla de nuevo sin cambiar las bases, que en este símil los cimientos son los partidos políticos.
Guatemala necesita que la indignación que provoca Venezuela se traduzca en que aquí protestemos, marchemos y luchemos porque la aplicación de la ley y el fortalecimiento de nuestras instituciones dejen de ser el histórico faltante para lograr un mejor aparato estatal. Aquí necesitamos meter a muchos pícaros a la cárcel para darle paso a un Estado que pueda invertir sus recursos en la gente y en los temas que nos puedan hacer pensar en una Guatemala mejor.
Para todos aquellos que Venezuela es motivo de preocupación, los invito a que dejemos la indiferencia y luchemos por una Guatemala más justa, más incluyente y menos corrupta. Es hora de medir si es más fácil ver la paja en ojo ajeno y qué tan dispuestos estamos a decidir nuestro futuro para desencadenarnos de los eternos problemas que han marcado nuestra historia y nuestro rumbo.