Náufrago salvadoreño sale del hospital


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El pescador salvadoreño que dijo haber pasado más de un año a la deriva en el Pacífico fue dado de alta ayer del hospital donde lo atendieron desde su regreso a El Salvador y declaró que sobrevivió porque jamás perdió la fe en Dios.

Por MARCOS ALEMÁN, SAN SALVADOR, Agencia AP

José Salvador Alvarenga, de 37 años, se presentó ante la prensa tras salir del hospital, pero tuvo dificultades para hablar y parecía desorientado.

Alvarenga dijo que Ezequiel Córdova, que tenía 22 años cuando se embarcaron en México, «murió a los cuatro meses» de haber zarpado a pescar.

Cuando le preguntaron qué le pasó a su compañero, respondió con firmeza que «murió de hambre y sed» porque se negó a comer y beber a lo que él mismo echó mano para sobrevivir.

Alvarenga expresó a los médicos que se alimentó de pescado, tortugas y pájaros, que bebió la sangre de las tortugas, se comió los ojos de los pájaros y bebió sus excreciones.

Cuando le preguntaron si se había comido a su compañero, respondió: «No, él murió, murió de hambre y sol».

Al pedirle que enviará un mensaje a la familia de Córdoba, hizo una pausa y dijo: «Que no se preocupen por él, porque él oraba pidiéndole perdón a Dios, que lo perdonará, si él (Dios) se lo iba a llevar que lo perdonará. Todo el tiempo le pedía perdón».

Afirmó que está vivo «porque siempre tuve fe que iba a vivir, pidiéndole todos los días, todas las noches, nunca perdí la fe que algún día iba a salir».

El hombre, que estaba acompañado de sus padres y otros familiares, indicó que no quería recordar lo que vivó mientras estuvo a la deriva en el mar.

«No quiero recordar eso, no puedo», manifestó.

«Estoy bien, gracias», afirmó a los periodistas. «Gracias a todos, que Dios los bendiga».

«Le doy gracias a Dios que mi hijo llegó vivo al país. Bendito sea Dios que me lo cuidó y la gente que me lo recibió en la Isla Marshall, a esa gente le agradezco», expresó José Ricardo Orellana, mientras abrazaba a su hijo José.

«Yo doy gracias a Dios y a todas las personas que no han ayudado porque nuestro hijo ha nacido de nuevo y aquí andamos con él», agregó María Julia Alvarenga, que luchaba para contener las lágrimas.

Los felices padres se fundieron en un abrazo con José, que por momentos parecía desconcertado observando a los periodistas, que no pararon de tomarles fotografías, mientras otros trataron de estrecharles las manos.

Alvarenga, lucía fuerte y caminaba sin ayuda, rodeado de familiares, médicos y el abogado Benedicto Perlea.

Cuando le pidieron que contara su historia, Alvarenga hizo una pausa y luego respondió: «no me recuerdo».

El náufrago, apoyado por el abogado en todas sus repuestas, aseguró que no ha vendido los derechos de su historia a ningún medio. Agregó que no quiere recordarla y no piensa regresar a Garita Palmera, un pequeño caserío próximo a la costa del Océano Pacífico, 150 kilómetros al oeste de San Salvador. Cuando le preguntaron a dónde iría, dijo: «No sé, no sé».