El pasado sábado cometimos un error serio al hablar de los aspirantes a integrar el Tribunal Supremo Electoral, generalizando de manera equivocada sobre quienes habían presentado su papelería, afirmando que no existían entre ellos personalidades con méritos para merecer la aprobación mayoritaria de la población. Bien se dice que no hay que generalizar y si bien es cierto que muchos ciudadanos destacados prefieren abstenerse de participar, viendo la lista que al final produjo la Comisión de Postulación encontramos varios nombres de personalidades que tienen méritos de sobra para ser electos como magistrados de la máxima autoridad electoral.
Además de presentar nuestras excusas por una ligereza en el análisis, afectado fundamentalmente por la generalización imperfecta que se hizo sobre la calidad de los aspirantes, debemos decir que nos sumamos a lo que han expresado analistas sobre el trabajo de la comisión, en el sentido de que salvo sobre el tema de la honorabilidad que se manejó sin mayor criterio, en general se hizo un esfuerzo por integrar una lista de aspirantes que reúnen requisitos y que llenan las calidades para aspirar al cargo, dejando al Congreso con una tarea importante porque no se podrá decir en el futuro que la Comisión de Postulación dejó armado el pastel para que saliera un mamarracho.
Hay personalidades que han tenido una larga trayectoria académica y de servicio público que les destaca con méritos suficientes para que se pueda confiar en ellos la tarea de administrar el tema electoral, pero lo más importante es que de ese futuro Tribunal Supremo Electoral pueda salir un proyecto de reforma que contemple aquellos aspectos que demandan con urgencia cambio en nuestra normativa político-electoral, empezando por el financiamiento a los partidos políticos y las sanciones efectivas a los infractores de las leyes.
A aquellos juristas que se sintieron agraviados por el comentario editorial y a la sociedad en general, pedimos una sentida excusa por el equivocado argumento para juzgar el apartamiento que de la cosa pública ha hecho buena parte de la ciudadanía que zafa bulto porque no se quiere mezclar con actividades que han venido a menos. Vemos que hay personas que, a pesar de los pesares, están dispuestas a correr riesgos en su fama y su prestigio, con la intención, esperamos, de contribuir al rescate de un modelo político que ha prostituido instituciones y corrompido a personas. A todos ellos reiteramos nuestras excusas por generalizar ante la presencia de elementos indeseables que, por lo visto, no pasaron el colador de la Comisión.
Minutero:
Medir la honorabilidad
no es algo imposible
pues esa es una calidad
que resulta del todo medible