Últimos años en Puerto Rico no son lo soñado


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Maxi Fajardo sonríe al recordar cuando se fue de Puerto Rico a Nueva York de adolescente, se enamoró, consiguió trabajo en una fábrica de Chiclets y crió a cuatro hijos.

Por DANICA COTO SAN GERMAN /Agencia AP

Igual que tantos otros puertorriqueños, siempre tuvo la ilusión de trabajar en Estados Unidos y después volver a disfrutar el sol de la isla y pasar sus últimos años sin preocupaciones, rodeada de la familia y de amigos. «El sueño es siempre regresar al país de uno», expresó la elegante señora de 82 años, quien volvió en 1992 junto con su esposo Florencio, un ex conductor de trenes subterráneos.

Ahora, los dos creen que el retorno fue un error. Una recesión que ya lleva ocho años, una fuerte inflación y la partida de muchos médicos los convenció de que llegó la hora de seguir los pasos de muchos puertorriqueños jubilados como ellos que volvieron a la parte continental de Estados Unidos.

«Hay un gran éxodo», afirmó Luis Vincenty, de 78 años. «Me gustaría volver. Las cosas se están poniendo difíciles aquí. Todo está muy caro».

Los jubilados deben pagar cada vez más por el agua, la electricidad y otros servicios, cuyas tarifas aumentan porque el gobierno trata de reducir un déficit que este año llegaría a los 820 millones de dólares, según se estima. La débil economía hizo que mermasen los beneficios de los empleados públicos, pero gente como los Fajardo cuentan con la jubilación (Seguro Social) de Estados Unidos y pensiones de sus antiguos trabajos.

Para los jubilados que no llegan a fin de mes, encontrar trabajo por horas puede resultar casi imposible en esta isla de 3.67 millones de habitantes y una tasa de desempleo es del 15.4%, la más alta de cualquier estado estadounidense.

Por otro lado, los beneficios federales como el seguro médico Medicare y un Seguro Social complementario son menos generosos aquí que en los 50 estados, a pesar de que el costo de la vida es mayor en la isla.

«Al no poder recibir estos subsidios, muchos de nuestros envejecientes se ven obligados escoger entre comprar sus medicamentos recetados o pagar la luz, el agua o hasta la renta», afirmó Pedro Pierluisi, representante de Puerto Rico en el Congreso estadounidense.

Los problemas de la isla se agravaron esta semana cuando la agencia evaluadora de crédito Standard & Poor’s degradó a estatus de bono basura la deuda del territorio estadounidense, afirmando que los problemas fiscales de Puerto Rico le dificultarán el pago de una deuda pública de 70 mil millones de dólares. Esto hace que sea más costoso conseguir préstamos, lo que amenaza a su vez el presupuesto del gobierno y su capacidad de ofrecer servicios básicos.

Los problemas de los Fajardo comenzaron cuando Maxi tuvo una falla cardíaca que requirió la implantación de un catéter en una arteria. La escasez de especialistas, las largas esperas para citas médicas y servicios médicos deficientes los hicieron repensar muchas cosas, según cuentan.

«No sabíamos nada de eso, hasta que uno se enferma», dijo Florencio Fajardo, de 87 años. «Mucha gente ha venido y se ha regresado por esa situación».

El estado de la economía hizo que muchos isleños desistiesen de regresar a su tierra natal. Vincenty, nacido en Mayagüez, dijo que ha estado tratando de vender su casa, pero se lamenta de que no puede recuperar el dinero invertido en vista de los bajos precios de las viviendas.

Vincenty, quien vivió dos décadas en Nueva York, afirmó que él y su esposa eran muy amigos de unas 15 parejas que también regresaron a Puerto Rico y que la mayoría de ellas han vuelto a Estados Unidos.

El retorno de jubilados, por otro lado, agrava el problema de cómo mantener a la población de la tercera edad de la isla. La cantidad de personas de 65 años para arriba aumentó un 28% entre el 2000 y el 2012 y muchos de esos ancianos son personas que regresaron de Estados Unidos. En el 2012 el promedio de edad de la población puertorriqueña fue por primera vez más alto que el de la estadounidense, de acuerdo con Mario Marazzi, director ejecutivo del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico.

En medio de sus batallas con la deuda y el déficit, el gobierno puertorriqueño destinó unos 32 millones de dólares el año pasado a un programa que ayuda a los ancianos sin recursos y que no tienen quien los ayude. Miles de personas en esas condiciones siguen esperando asistencia.

Zoraida Vega, directora de una organización local sin fines de lucro que ayuda a los ancianos de bajos recursos, dijo que el gobierno no tiene un plan adecuado para satisfacer las necesidades de un creciente número de ancianos pobres.

A muchos jubilados que regresan a la isla la realidad económica los toma por sorpresa.

«Algunos me dijeron que esperaban tener los mismos beneficios que tenían allá», manifestó Vega. «(Pero) Tienen que adaptarse a un nuevo estilo de vida».

Ángel Ayala, un camionero de 79 años que pasó la mayor parte de su vida en Brooklyn y regresó a Puerto Rico en el 2006, indicó que se ve obligado a vivir de cupones y que come almuerzos gratuitos en un centro comunitario de San Germán. Recibe una pensión de 480 dólares mensuales y hace poco le tuvo que pedir prestados mil dólares a un amigo, que está pagando.

«(La economía) me ha afectado bastante», expresó. «Ando a pie. No he podido reparar el carro».

Ayala no está en condiciones de volver a Estados Unidos, pero otros ancianos tienen ahorros y están decididos a hacerlo.

Luego de vivir dos décadas en Puerto Rico, los Fajardo se proponen regresar y vivir con una de sus hijas. Ya alquilaron una casa en Kissimmee, Florida, que compartirán con ella. La pareja sigue haciendo frente a problemas de salud.

«Me da miedo tenerme que hospitalizar acá», agregó Maxi Fajardo. «Lo siento. Es mi país, pero… es un caos».