La corte de las complacencias –CC–


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Cuando se pensó en crear la Corte de Constitucionalidad como una instancia superior para dirimir conflictos constitucionales fundamentalmente, consideré que era una buena idea, pero jamás concebí, ni aprobé que su origen fuera espurio, ni que sus resoluciones alcanzaran límites más allá de lo que las mismas leyes imponen, y que éstas no pudieran ser revertidas por una instancia superior integrada quizás con una Corte de Justicia específica integrada por abogados notables a lo largo de sus vidas.

Héctor Luna Troccoli


Pero la cosa resultó mal. En primer lugar, digo que su nacimiento no solo es espurio, sino viciado por la política criolla cada vez más corrupta y descalificada y no como un ente regulador producto de una política de Estado. La CC nace de la esencia misma de la política tradicional guatemalteca y por lo tanto forma parte de ese basurero de intereses y no de intermediación entre la sociedad y el poder. Sus decisiones son políticas conforme lo que le dictan sus padres putativos.

Veamos como son “designados” sus “magistrados”, uno por la Corte Suprema de Justicia que fue electa por el órgano político más desacreditado del país: el Congreso de la República;  otro por ese mismo Congreso, otro por el Presidente de la República que fue patrocinado por un partido político por lo general con financiamiento del sector privado, crimen organizado y narcotráfico; uno más por el Consejo Superior Universitario que ya todos conocen por su facilidad de buscar el mejor postor; y finalmente, como guinda del pastel uno electo por el Colegio de Abogados, que tiene una buena cantidad  de sus miembros, proclives a las tentaciones más oscuras de la riqueza o la posición personal. Cada quien de estos señores tiene su respectivo “suplente”.

La relevancia y rectitud de la CC se terminó con el asesinato de Epaminondas González y después vinieron las cortes de servicio al cliente. ¿O acaso no se recuerdan la del general Ríos Montt comandada por Cipriano Soto? O la actual que complace a sus verdaderos amos, los poderes fácticos de la nación.

Y no me refiero en específico al caso más reciente de la fiscal Claudia Paz y Paz, ya que Pérez Molina quiere y ordenó quitar los últimos escollos que tenía para no combatir la corrupción, la impunidad y el crimen en general, sino a muchos otros que lo dejan a uno asombrado, pero, en este caso y muy someramente analicemos la “resolución de la corte” que entre otras cosas: ordena a uno de los tres organismos del Estado a que cumpla con su mandato sin que se haga valer el mismo precepto constitucional de que nadie está obligado a acatar órdenes notoriamente ilegales como es el caso actual, lo cual se debe a que este Congreso recibió la orden  drástica del general de diez estrellas de que  “hágase y cúmplase”.

Lo segundo que llama mi atención es que el amparista reclamaba como acto de agravio el que la Fiscal dejara su cargo en mayo y no en diciembre como se suponía. Esto, me pregunto, ¿en qué damnificaba al abogado? Es inaudita la decisión de la CC, porque la procedencia del amparo está claramente determinada en el artículo 10 de la Ley de Amparo y se refiere a “toda situación que sea susceptible de un riesgo, una amenaza, restricción o violación a los derechos que la Constitución y las leyes reconocen”. ¿Y entonces? Para el amparista ¿Dónde estaba  el riesgo, la amenaza, la restricción o violación de sus derechos porque la Fiscal estuviera en el cargo  siete meses más? Lo que la CC debió hacer y no hizo es aclarar cuando debía abandonar el puesto la Fiscal que pese a desempeñar una muy buena labor no pudo contra  los poderes fácticos. Otto Pérez quiere vía libre en su último año y medio.

A propósito, el nuevo llanero solitario de un frente contra el terrorismo ¡puchis! pagó una página para despotricar contra el embajador y los Estados Unidos por apoyar a la Fiscal con palabras suaves y demasiado diplomáticas. Este llanero pide que protestemos y yo lo hago: protesto contra los EE. UU. porque en 1954 invadieron mi país y derrocaron a su legítimo y democrático presidente; por sus invasiones a Corea y Vietnam que dividieron esos países; por su invasión a Granada y Panamá; por su invasión a Cuba, donde les cayó barniz; por su invasión a Irak y Afganistán y etcétera. Estoy con usted locuaz dirigente contra el terrorismo…