Alrededor del fallo de la Corte de Constitucionalidad que obliga a la Fiscal General a dejar el cargo en mayo, antes de los cuatro años del período que manda la Ley Fundamental, se puede escribir mucho, pero es evidente que la CC no variará su punto de vista cuando emita la resolución del Amparo definitivo y por lo tanto la suerte de la doctora Paz y Paz, al menos en cuanto al fin de su mandato, está echada, por mucho que existan sustentados argumentos para evidenciar como tendenciosa la resolución de la CC.
El fondo del debate, entonces, se tiene que trasladar al futuro del Ministerio Público y de las funciones de la Fiscalía en términos de la situación de impunidad que históricamente se ha vivido en el país. Porque es evidente que estamos en una seria disyuntiva, toda vez que en el ejercicio de su cargo, la doctora Paz y Paz logró darle no sólo una nueva dinámica a la persecución penal, sino que, además, se notó avances tecnológicos que no serían posibles sin la existencia de una nueva mística de trabajo implementada desde los mandos superiores. Hubo avances incuestionables en la lucha contra la impunidad y se redujo la cantidad de delitos que quedan sin castigo.
Por supuesto que todo avance contra la impunidad tiene que provocar reacciones en un país que institucionalizó la impunidad para protección de los poderes fácticos. Desde tiempos de la Colonia, aquí la ley se ha aplicado a los que no tienen “cuello” mientras que para los que gozan de acceso a los poderes político o económico, siempre ha existido una amplia tolerancia. Eso no se aplica únicamente a los delitos contra la vida y la seguridad, sino que de manera muy especial a los delitos que tienen que ver con la corrupción, el tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, puesto que todo el aparato de justicia adopta los gestos de los tres monos sabios cuando tienen que enfrentar un caso que involucra a quienes tienen socialmente la sartén por el mango.
Y los beneficiarios de la impunidad y quienes la negocian para ofrecerla en pública subasta, no podían permitir el retroceso en su influencia y poder; de esa cuenta hay que entender que la salida de la Fiscal General estaba cantada, sobre todo porque la sociedad no se involucra en el debate o lo hace de acuerdo a sesgos ideológicos, pasando por alto el meollo de la cuestión que es la impunidad, vicio que tarde o temprano a todos nos pasa factura.
Minutero
El poder y su insolencia
también se refleja en las Cortes
donde mueven sus resortes
los que no tienen decencia