La infanta Cristina, evasiva ante el juez: «Confiaba en mi marido»


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La infanta Cristina de Borbón se mostró hoy aparentemente tranquila pero evasiva ante el juez durante su declaración como imputada en el caso de corrupción que protagoniza su marido y que hace temblar a la monarquía española.

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PALMA Agencia dpa

«Viene muy bien preparada y contesta 95 por ciento evasivas» a las preguntas del juez José Castro, señalaron fuentes de una de las acusaciones populares durante un receso del interrogatorio en los juzgados de Palma de Mallorca. «Dice que confiaba mucho en su marido».

En una cita histórica -es la primera vez que un miembro de la familia real tiene que responder ante la Justicia en un proceso penal- la hija del rey Juan Carlos se desvinculaba así de Aizoon, la empresa de la que es copropietaria al 50 por ciento con su esposo, Iñaki Urdangarin.

A ella habría desviado el exjugador de balonmano una parte importante de los seis millones de euros de dinero público de los que presuntamente se apropió junto a su entonces socio al frente del Instituto Nóos, una organización sin ánimo de lucro vinculada al mundo del deporte que logró suculentos contratos de administraciones públicas por un presunto trato a favor al yerno del rey.

Lo que sí dijo saber es que el monarca advirtió a Urdangarin de que debía apartarse del Instituto Nóos, según otras fuentes judiciales.

El juez Castro imputó a la hija del monarca el 7 de enero por fraude fiscal y blanqueo de dinero en base a su posición en Aizoon y a que había hecho gastos personales con dinero de esa empresa.

Dos minutos antes de las 10 de la mañana (local) había arrancado el interrogatorio ante el magistrado en los juzgados de Palma de Mallorca, donde Castro seguía interrogando a la infanta Cristina cuatro horas después del inicio. Tras el juez será el turno del Fiscal, de las acusaciones populares y de su propia defensa, aunque la infanta puede decidir a quién contesta.

La declaración se desarrolla en una sala de vistas presidida por el retrato de su padre.

Voló a primera hora de la mañana de Barcelona a Palma de Mallorca y llegó hasta la misma puerta del juzgado en automóvil, haciendo uso del permiso que las autoridades judiciales le habían dado para no bajar andando la rampa que da acceso a la entrada del juzgado. Un lugar en el que la esperaban más de cien periodistas, con cámaras de televisión y objetivos fotográficos.

Sonriente y aparentemente tranquila, vestida con chaqueta negra y pantalón azul, con tacones bajos, saludó hasta en tres ocasiones con un «buenos días» a la prensa, al llegar al tribunal 15 minutos antes de la hora a la que había sido citada.

Con ella, en el automóvil, llegó Miquel Roca, su abogado principal, uno de los padres de la Constitución española. Poco antes, otro de sus letrados, Jesús Silva, declaró a los periodistas que la hija del rey estaba «tranquila».

En las inmediaciones del lugar, todo lo cerca que permitía el cordón policial, unas 300 personas se manifestaban entretanto contra la corrupción y la monarquía.

El juez Castro imputó a la infanta, de 48 años, el 7 de enero, después de haberlo intentado ya en abril del año pasado, cuando una primera imputación como cómplice de su marido fue anulada por una instancia judicial superior.

Castro instruye desde hace más de tres años el «caso Nóos», en el que se investigan los negocios que el yerno del Rey hizo entre los años 2003 y 2006 al frente del Instituto Nóos. La declaración de hoy de la Infanta es una de las últimas diligencias en la instrucción del caso.

«JUSTICIA IRREAL»

Llegó aparentemente tranquila y con media sonrisa en los labios. «Buenos días», dijo hasta en tres ocasiones al más del centenar de periodistas que la esperaba en el patio trasero de los juzgados de Palma de Mallorca.

La infanta Cristina de Borbón solo tuvo que caminar una decena de pasos desde el automóvil en el que llegó al tribunal hasta la entrada trasera de este.

«Sangre real, justicia irreal», y «fuera, fuera, la corona española», eran algunos de los gritos que retumbaban en las calles que rodean el edificio de los juzgados en la ciudad.

Las autoridades judiciales le habían dado permiso para no tener que bajar a pie la rampa que es ya la más famosa de España, después de que por ella desfilara dos veces su marido, Iñaki Urdangarin, protagonista principal del caso de corrupción que hace temblar a la monarquía española.

El «paseíllo», lo llaman. Un vía crucis para los imputados de unos 40 metros frente a objetivos y cámaras. Una rampa donde los turistas se fotografían ya como hacen frente a la catedral de Palma de Mallorca.

Después de días de especulaciones y debate, la hija pequeña del rey Juan Carlos hizo uso del permiso y no bajó andando.

Su automóvil paró a pocos metros de la puerta. Los suficientes, sin embargo, para que cámaras de televisión y fotógrafos pudieran captar su imagen entrando al juzgado. Una imagen histórica: el primer miembro de la familia real en entrar a un tribunal como imputado en los 38 años de reinado de Juan Carlos I.

Vestía sobria: chaqueta negra, blusa blanca y pantalón azul, tacones bajos. El pelo suelto y sin maquillar.

Voló a primera hora de Barcelona a Palma de Mallorca y su automóvil lo escoltó la Guardia Civil desde el aeropuerto hasta el juzgado.

Quince minutos antes de la hora fijada por el juez para el inicio del interrogatorio bajó del vehículo, del que también salió su abogado principal, el catalán Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución española y amigo del rey. Su otro letrado, Jesús Silva, había llegado poco antes y había anunciado ya que la infanta estaba «tranquila».

El arco detector de metales a la entrada no lo pasó. Privilegio tal vez de ser hija del rey de España. En la sala de vistas F, en el segundo piso del tribunal, pasó ya a ser la ciudadana Cristina de Borbón ante el juez José Castro. El primer mal trago lo había pasado ya abajo. El segundo comenzaba con el interrogatorio.