A los atractivos de Panamá, el Canal y los bajos precios de la ropa o los productos electrónicos, se suma ahora el turismo ecológico y de aventuras en selvas, caudalosos ríos y experiencias en tierras indígenas.
Con un millón de turistas al año, Panamá comenzó a insertarse con carácter y determinación en el negocio de la llamada «industria sin chimenea» con la construcción de dos puertos de cruceros hace 10 años y la aparición de decenas de empresas que invitan a turistas principalmente de Europa, Suramérica, Estados Unidos y Canadá a disfrutar de más de 1.000 islas, tanto en el Atlántico como en el Pacífico, vírgenes selvas y una docena de parques protegidos del progreso del hombre.
Hace 15 años el turismo panameño atraía a 300.000 extranjeros al año y se sustentaba en las ventas libres de impuestos en la Zona Libre de Colón, a unos 70 kilómetros al noreste de la capital, o cientos de tiendas de ropa, perfumes y electrodomésticos en el resto del país, y el Canal.
El biólogo Marco Gandásegui, director de Ancon Expeditions, un operador de ecoturismo creado hace 10 años por el grupo ecológico privado Ancón, reveló a la AFP que los turistas han comenzado a comprar paquetes que van «desde giras de un día desde la ciudad de Panamá, hasta programas de catorce días para la observación de aves» u otro tipo de experiencias cercanas a la naturaleza.
Una aventura entre los indígenas emberá, en el río Chagres que abastece del agua al Canal, o con los indígenas kunas en paradisíacas islas en el Atlántico norte de Panamá, se han convertido en visitas obligadas para el turista que quiere encontrarse con la naturaleza, reconoció Gandásegui.
El bosque tropical lluvioso del Canal, las ruinas de Portobelo, donde los españoles ya realizaban impresionantes ferias hace 500 años, y las playas de las Islas de San Blas, en el norte del país, y de Bocas del Toro, en la frontera con Costa Rica, están entre los 10 mejores sitios del país.
Pero los amantes del turismo de aventura también tienen su pequeño paraíso en Panamá: ’tubing’, ’canopying’, rafting, cañonismo, exploración de cuevas, paracaidismo, kayaks, buceo o ’snorkeling’ son algunas de las ofertas.
El Camino de Cruces, en el centro del Parque Nacional Soberanía en la ruta del Canal, es una densa zona selvática utilizada para la observación de aves, en medio de un camino empedrado construido por los españoles hace más de 5 siglos para transportar oro, plata y alimentos entre los dos océanos que bordan las costas panameñas.
«Panamá se está mercadeando como un destino ideal en Latinoamérica», reconoció Annie Young, de la empresa Eco-Circuitos, quien enumeró como parte del portafolio que ofrece ahora el país «los mercados no tradicionales como la observación de aves y culturas vivas (pueblos indígenas), el turismo rural, golf, buceo, pesca deportiva sostenible y el turismo de salud».
El ministro del Turismo, el cantautor Rubén Blades, reveló recientemente que por primera vez en Panamá «el número de turistas reales supera (al número de personas) que vienen por negocios».
Con una economía dolarizada, un moderno aeropuerto internacional, bancos de todos los países y modernas comunicaciones, Blades aseguró que Panamá es un «país lleno de espíritu que ha entrado en la vida moderna de forma impactante, con una creciente arquitectura de rascacielos y una ciudad donde se disfruta de numerosos casinos, ’malls’, campos de golf, resorts y sitios de diversión».