Cuando el presidente Barack Obama reestableció los viajes de intercambio cultural a Cuba en 2011, la idea era que los viajeros estadounidenses actuaran como embajadores culturales de su país, que es constantemente criticado por la prensa oficial de la isla.
Dos años y medio más tarde, una encuesta que fue compartida de manera exclusiva con The Associated Press sugiere que los viajes no sólo están mejorando la visión que tienen los cubanos de Estados Unidos. También están cambiando para bien las opiniones de los turistas acerca de la nación caribeña y han cambiado el punto de vista que tenían sobre las políticas de Washington, que durante mucho tiempo ha tratado de presionar a los líderes comunistas de Cuba.
«Creo que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba deben ser abiertas. Sus ciudadanos deberían estar hablando entre sí. Y deberían estar compartiendo más», dijo Ellen Landsberger, una obstetra de 62 años, de Nueva York, quien visitó recientemente la isla en una de estas giras.
«Está esa pequeña isla que no es una amenaza para Estados Unidos y que estamos aislando del mundo», dijo. «No tiene sentido».
El margen de gente que decide ir a este tour hace que la muestra de la encuesta tenga un alto porcentaje de personas que se han autoseleccionado. Es probable que los partidarios, por ejemplo, de una política de línea dura contra Cuba no se embarquen en un viaje así. La gente que maneja los tours, además, tienden a tener más simpatía hacia Cuba, o la idea de atenuar o suprimir el embargo contra la isla, que ya tiene 52 años, pues sería una bendición para sus negocios.
Pero aun así, los resultados de la encuesta de opción múltiple, realizada por la empresa Friendly Planet Travel, con sede en los suburbios de Filadelfia, y que promueve visitas legales a Cuba, llaman la atención. Las tres cuartas partes de los encuestados dijeron que viajaron atraídos por la curiosidad que sentían sobre cómo sería la vida en una nación que ha estado fuera del alcance de la mayoría de los estadounidenses por décadas.
Antes de viajar, la opinión del 48% de los encuestados sobre el gobierno de Raúl Castro era la de que se trataba de «un régimen comunista, represivo, que sofoca la individualidad y la creatividad». Después de viajar, esta opinión cayó al 19%. Ahora el 30% de los de los encuestados cree que se trata de «un gobierno fallido que está destinado a caer».
Lo más sorprendente es que el 88% de los viajeros dijo que es más probable que apoye un fin al embargo contra Cuba, luego de viajar al país.
Peggy Goldman, presidente de Friendly Planet Travel, dijo que los visitantes se sorprenden de lo difícil que es encontrar muchos bienes, incluso algo tan básico como una venda adhesiva.
Algunos dejan la isla culpando al embargo estadounidense por la escasez, como el gobierno cubano constantemente lo hace, aunque analistas creen que un sistema económico débil, ineficiente y plagado de corrupción es el fundamental responsable de las carencias.
«El día a día del cubano promedio es muy difícil. Cuando los viajeros van y ven esto, y lo padecen ellos mismos, es lógico que digan que (el embargo) no tiene sentido», dijo Goldman. El embargo «no ha derrocado al gobierno en todos estos años. Tenemos que buscar otro camino».
Goldman reconoció que su encuesta informal, que entrevistó a 423 estadounidenses que visitaron a Cuba en diciembre, no constituía una medición científica.
Pero otros en la industria turística cuentan una historia similar a la de la medición.
«Algunas personas van y luego dicen que van a escribir cartas a sus senadores», dijo Jeff Philippe, un guía turístico de la empresa de Insight Cuba, que ha llevado a 34 grupos a la isla en poco más de un año. «He tenido a varias personas que me dicen: ‘Quiero hacer de esto mi misión personal: poner fin al embargo»’.
Esta circunstancia podría dar munición a los más radicales oponentes al programa de Obama, que ha sostenido desde el principio que los tours son parcialmente organizados en cooperación con las entidades estatales cubanas, y que dejan que el gobierno comunista presente su mejor cara y esconda sus defectos.
«Es difícil imaginar que alguien que esté expuesto a la realidad cubana se vaya con una visión más favorable del régimen de Castro», dijo el senador Marco Rubio, un republicano cubano-estadounidense de Florida. «Pero no es sorprendente escuchar que ese sea el caso con estos viajes de turistas a Cuba, ya que están diseñados específicamente para exponer a la gente sólo a lo que el régimen quiere que vean».
«Está claro que estos viajes turísticos no hacen más que ayudar a la imagen del régimen, financiar su maquinaria represiva, y socavar el valiente trabajo de los combatientes de la democracia en Cuba», dijo Rubio.
En general, las visitas tienden a no incluir mucho contacto con los disidentes cubanos.
En una respuesta por escrito a una solicitud de la AP para que comentaran del tema, el Departamento de Estado dijo que la gente que ha viajado a la isla, con éxito «ha contribuido a que de parte de los cubanos haya una visión más realista y, por lo tanto, más positiva de los estadounidenses y de los Estados Unidos». Llamó a los turistas embajadores de los valores democráticos, la economía de libre mercado y la libertad de expresión.
De los turistas estadounidenses, el escrito dice que «tener una disposición favorable a Cuba y hacia el cubano promedio no debe confundirse con apoyar a un sistema cuyo gobierno es totalitario. El pueblo de Cuba tiene una poderosa y rica cultura, que es justamente lo que aprecian los visitantes de la isla».
Las empresas turísticas argumentan que están apoyando a agricultores orgánicos locales, a cantantes, artistas, músicos y empresarios que dirigen restaurantes privados. Dicen que la participación del gobierno cubano en la programación de los viajes es mínima y que siguen con cuidado las normas estadounidenses que prohíben el turismo de playa, brisa y mar.
«No es como ir a Corea del Norte, donde tienes que andar con guardaespaldas y sólo hay algunos lugares adonde se puede ir», dijo Goldman.
La mayoría de quienes visitan a Cuba hablan de cálidas y aparentemente abiertas conversaciones con los cubanos de todos los ámbitos de la vida. Algunos dicen que son conscientes de que transportarse en autobuses con aire acondicionado y dormir en hoteles de lujo son circunstancias muy diferentes de la realidad que viven la mayoría de los cubanos.
«Es parte de la realidad, son mundos muy separados. Es una realidad casi esquizofrénica porque te tratan de manera muy diferente al común de las personas que viven aquí», dijo Allan Kessler, un banquero de Nueva York. «Pero, sí, conocemos a diferentes tipos de personas. No tenemos idea de si todas estas personas son seleccionadas o no, pero a nuestros ojos todo parece bastante sincero».
Kessler hizo esas afirmaciones una mañana después de que visitara a un grupo de danza juvenil local y a un mercado de agricultores. A cada viajero se le da el equivalente a 20 pesos cubanos, que corresponde a poco menos de un dólar al cambio oficial, para ver cuánto podían comprar. Luego hablaron de la experiencia.
«Demasiado caro», «muy poca proteína», «no alcanza para mucho», fueron algunos de sus comentarios. «¿Por qué son tan caros los frijoles?».
Luego fue a comer a un enorme restaurante estatal al aire libre donde casi todos los pedidos de los clientes eran la especialidad de la casa: el pollo asado.
Las estimaciones de cuántos estadounidenses viajan a Cuba legalmente en estos intercambios culturales varían entre 70.000 a 100.000 al año.
Varios cubanos entrevistados por la AP dijeron que a ellos siempre se les ha enseñado a separar a las personas de la política y que valoran la oportunidad de conocer a los estadounidenses.
«Nos damos cuenta que son personas igual que nosotros, que les gusta bailar», dijo Glenda Quintana Carpio, de 20 años de edad del grupo de danza que les enseñó los pasos básicos a algunos estadounidenses tras una actuación en un teatro de La Habana. «Somos seres humanos de diferentes países con diferentes idiosincrasias».
Por RYAN TRARES, Daily Journal
GREENWOOD / Agencia AP
Durante más de 40 años el turismo estadounidense en Cuba estuvo vetado. Una prohibición a los viajes a la isla vigente desde la década de 1960 básicamente puso fuera de alcance a uno de los países más fascinantes del mundo.
Pocos estadounidenses han podido saborear la combinación de ajo, comino y orégano en las empanadas cubanas o disfrutar del expreso cubano con azúcar de la isla. Este año, sin embargo, Jordyn Perry, de Greenwood, pudo experimentar la cultura cubana en persona.
Perry, de 21 años, visitó Cuba como parte de un programa de investigación auspiciado por el Illinois College. Trabajó con botánicos, maestros y médicos para examinar los beneficios y las desventajas del sistema cubano de atención a la salud con miras a su propia carrera como terapeuta ocupacional, según informó el Daily Journal (http://bit.ly/1njFciF ).
El viaje la ayudó a corregir algunas nociones erradas que tenía sobre el supuesto odio de los cubanos hacia Estados Unidos y le permitió observar una tierra a la que los viajeros estadounidenses no han tenido acceso por años.
«No pensé que los cubanos pudieran o estuviesen dispuestos a hablar con nosotros, pero estaban felices de hacerlo», comentó. «Creo que (hablar) le daba a la gente la sensación de que las cosas están cambiando allí».
Agregó que la gente con la que se cruzó a menudo ayudaba más que muchas personas que conoce en Estados Unidos.
En La Habana, ella y sus compañeros de estudio se las veían en figurillas para descifrar los mapas de los autobuses. Tomaban taxis para que los llevasen a la parada indicada de buses con los que exploraban la vida nocturna de la capital.
Al no hablar español, se sentían perdidos.
Debía ser obvio que no sabían para dónde ir porque una familia se les acercó un día y comenzó a hablarles en inglés. En cuestión de minutos, la familia consiguió taxis para los muchachos y les contó de su vida diaria.
«Nos hablaron de su cultura y nos dijeron donde trabajaban, las escuelas a las que iban sus hijos», relató Perry. «La gente hacía todo lo que estuviese a su alcance para asegurarse de que podíamos ver y disfrutar su país».
«Eso es algo que no se ve en Estados Unidos».
El viaje a Cuba fue parte del programa BreakAways del Illinois College, una universidad de artes liberales de Jacksonville. Las excursiones son encabezadas por profesores durante recesos del año académico.
La experiencia busca aportarle al estudiante una perspectiva diferente de cómo funciona el mundo, dijo Steven Gardner, profesor de español y uno de los organizadores del viaje.
«Cuba está a apenas 90 millas (145 kilómetros), pero es probablemente la cultura que menos conocemos. Las noticias que recibimos tienen un tinte ideológico y político», manifestó. «Pensamos que era importante dejar que nuestros estudiantes fuesen a una sociedad como la cubana y la pudiesen observar sin estas interferencias».
Debido al embargo económico que rige desde 1962, la mayoría de los turistas estadounidenses no han podido visitar Cuba, pero el presidente Barack Obama suavizó esas restricciones en 2011, facilitando los viajes de organizaciones académicas, culturales y religiosas.
Los estudiantes observaron el sistema de salud visitando consultorios médicos y hospitales. Para informarse del cuidado de los menores, trabajaron en centros educativos de La Habana.
«Elegimos Cuba porque es un país que se supone hay que visitar antes de que se venga un gran cambio. De hecho, observamos cambios mientras estábamos allí», expresó Lawrence Zettler, director del departamento de biología del Illinois College y uno de los supervisores del viaje.
El viaje le dio a Perry la oportunidad de estudiar temas relacionados con su meta de ser terapeuta. Cursa estudios en el Illinois College y está involucrada en una cantidad de actividades mediantes las cuales trata de mejorar su cultura general. Integra el equipo de natación, estudia psicología y participa en un programa de ayuda a niños con incapacidades.
Su consejera académica, Elizabeth Rellinger-Zettler, le recomendó que viajase.
«Desde una perspectiva psicológica, Cuba tiene una cultura fascinante no solo por las diferencias que vemos en la vida familiar y en la identidad cultural, sino también por su política de ofrecer educación y atención médica a todos sus ciudadanos», manifestó Rellinger-Zettler.
El grupo viajó a Cuba el 31 de diciembre. A su llegada, Perry se sintió de inmediato impresionada por las paradojas del país, empezando por su sistema de salud.
El nivel de pobreza era tal vez comparable al que había visto en un viaje previo a Haití. Pocas personas tienen autos y a menudo hay que esperar horas para conseguir un taxi para ir al almacén.
Pero todos reciben atención médica de calidad.
«Si vas al médico, tienen optómetras, especialistas en ortodoncia, y todos reciben esos servicios. No se rechaza a nadie», dijo. «Todo el mundo recibe la visita de un médico en su casa una vez al año».
Los estudiantes visitaron un centro psicológico donde los pacientes reciben terapia ocupacional diaria.
«Parte de lo que queríamos hacer fue mostrarles el éxito en los campos de la salud y la educación y ofrecerles modelos que funcionan muy, muy bien, con recursos limitados», afirmó Gardner. «Queríamos que viesen lo que están haciendo en Cuba, cómo puede hacer para darle cobertura médica y educación a todos».
Perry también notó que el cubano es más extrovertido y hablador.
Los estudiantes cenaban platos típicos en restaurantes administrados por el estado. De vez en cuando iban a paladares, como se denomina a los restaurantes que funcionan en casas particulares.
Donde quiera que iban había músicos y artistas que actuaban a cambio de propinas.
«En casi todos los restaurantes había alguien que tocaba tambores, cantaba o bailaba», dijo Perry.
El grupo regresó a Estados Unidos el 11 de enero y Perry dijo que el viaje le cambió su forma de ver la vida.
«Te cambia la forma de pensar, te das cuenta de todas las cosas que tienes a las que no le das importancia. En Cuba la gente dice que no tienen tapas en los inodoros, no tienen papel higiénico ni pueden darse una ducha de agua caliente», comentó. «Tenemos mucha suerte de tener todas estas cosas».