Frente a la imagen de los rostros de ancianas surcados por las arrugas, es imposible no conmoverse ante aquellos ojos que transmiten el dolor más profundo para una mujer y que han sido testigos involuntarios de una de las mayores tragedias de la historia de Argentina.
Mucho se ha escrito y filmado sobre las Madres de Plaza de Mayo, las mujeres que ganaron notoriedad mundial por su incansable lucha para encontrar a sus hijos desaparecidos durante la última dictadura militar (1976-1983). Pero la muestra «Madre», del fotógrafo argentino Marcos Adandía, conmueve por la calidad de unos 60 retratos en blanco y negro de integrantes de la organización.
La exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires consiste en dípticos y trípticos de primeros planos de las Madres, con y sin los emblemáticos pañuelos blancos sobre sus cabezas. Hay un foco nítido en los ojos, que resalta el brillo de la fuente de luz y las hace parecer lágrimas contenidas. Debajo de cada retrato, se identifica el nombre de la protagonista y de sus hijos/as desaparecidos.
«Siento que en los ojos y las miradas de las personas se pueden ver su corazón, su historia, se puede ver su memoria. Apelé a eso. Quería entender algo más de algo que me sigue resultando misterioso», dijo Abandía en entrevista con Associated Press. «Son un grupo de mujeres que van sosteniendo una actitud, una coherencia, una valentía que me conmueve y me asombra».
El recorrido por las fotografías es acompañado por la voz de cada una de las protagonistas relatando las historias de sus hijos. Varias de las madres retratadas por Abandía ya fallecieron.
«Las fotos se hicieron en sus casas con luz natural. Usé fondo blanco para todas porque representan un espacio de luz, de claridad. En los espacios borrosos de nuestra sociedad, ellas siempre han sido una ventana de luz», apuntó Abandía.
Luego del golpe militar de 1976, las Fuerzas Armadas llevaron adelante un plan de persecución y exterminio de los grupos izquierdistas que desde años anteriores se habían volcado a la lucha armada. Pero la represión también alcanzó a dirigentes políticos, intelectuales, artistas, periodistas y todo aquel que fuera considerado disidente.
Las primeras en alertar sobre el genocidio que se estaba cometiendo en el país fueron un grupo de mujeres que, cansadas de golpear puertas oficiales para conseguir alguna información sobre el paradero de sus hijos, comenzaron a reclamar por ellos en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno que albergaba a los dictadores.
Como los militares no les permitían quedarse allí paradas, y la policía les daba la orden de «circulen, circulen», ellas comenzaron a caminar alrededor de la pirámide de la plaza. Para identificarse, primero usaron sobre la cabeza los pañales de tela de sus hijos y luego los pañuelos blancos que tienen bordados en azul los nombres de ellos y la fecha de desaparición.
Los organismos de derechos humanos, con las Madres a la cabeza, denuncian que son 30 mil los asesinados durante el régimen. Según cifras oficiales, fueron unos 13 mil.
«Marcos capta esa herida que jamás va a cerrar. Nos llevaron lo más preciado que tiene una mujer, que es su hijo», expresó Tati Almeida, una de las fundadoras de la agrupación y madre de Alejandro, un estudiante de medicina y militante político que tenía 20 años cuando los militares lo secuestraron.
Cuando hace 14 años comenzó a retratar a las Madres para este proyecto, Abandía tenía la idea de fotografiarlas sin los pañuelos, pero «luego se fue imponiendo, ellas me lo pedían».
«Empecé a notar que entre el retrato que no tenían el pañuelo y el que sí sucedía algo. Al investirse con ese elemento sagrado, porque el pañuelo representa a sus hijos, sucedía algo. Dejaban de ser las madres solamente del hijo o la hija que había desaparecido y pasaban a ser las madres de todos nosotros, de la humanidad si se quiere», explicó el fotógrafo.
La muestra «quiere comunicar ese dolor, esa herida que no cicatriza. Jamás se nos va a cerrar esa herida. Son 33 y tantos años que llevamos de lucha, que a pesar de los bastones, los carritos y las sillas de ruedas seguimos de pie», reflexionó Almeida, quien convenció al resto de las Madres para exponerse al lente de Abandía a partir del 2000.
Hace una década la derogación de las leyes de amnistía y de los indultos que protegían a los represores permitió la reapertura de causas judiciales y más de 300 exmiembros de las Fuerzas Armadas fueron juzgados por crímenes de lesa humanidad.
Pese a estos avances, todavía resta encontrar los cuerpos de miles de desaparecidos, así como también unos 400 nietos que nacieron durante el cautiverio de sus padres secuestrados y fueron entregados en adopción y con otra identidad a familias o allegados de los militares.
«‘Madre’ está para que la gente no se olvide, no de nosotras, sino de los 30 mil hijos queridos desaparecidos», clamó Almeida.
La exposición permanecerá en Bellas Artes hasta el 26 de febrero.