Rincón LITERARIO



La casa de fuego

Pop Wuj

Luego entraron en medio del fuego a una Casa de Fuego, donde sólo fuego habí­a, pero no se quemaron. Sólo ardí­an las brasas y la leña. Y asimismo estaban sanos cuando amaneció. Pero lo que querí­an [los de Xibalbá] era que murieran allí­ dentro, donde habí­an pasado. Sin embargo, no sucedió así­, con lo cual se descorazonaron los de Xibalbá.

Pusiéronlos entonces en la Casa de los Murciélagos. No habí­a más que murciélagos dentro de esta casa, la casa de Camazotz, un gran animal, cuyos instrumentos de matar eran como una punta seca, y al instante perecí­an los que llegaban a su presencia.

Estaban, pues, allí­ dentro, pero durmieron dentro de sus cerbatanas. Y no fueron mordidos por los que estaban en la casa. Sin embargo, uno de ellos tuvo que rendirse a causa de otro Camazotz que vino del cielo y por el cual tuvo que hacer su aparición.

Estuvieron apiñados y en consejo toda la noche los murciélagos y revoloteando: Quilitz, quilitz, decí­an; así­ estuvieron diciendo toda la noche. Pararon un poco, sin embargo, y ya no se movieron los murciélagos y se estuvieron pegados a la punta de una de las cerbatanas.

Dijo entonces Ixbalanqué a Hunahpú: -¿Comenzará ya a amanecer?, mira tú.

-Tal vez sí­, voy a ver, contestó éste. Y como tení­a muchas ganas de ver afuera de la boca de la cerbatana, y querí­a ver si habí­a amanecido, al instante le cortó la cabeza Camazotz y el cuerpo de Hunahpú quedó decapitado.

Nuevamente preguntó Ixbalanqué: -¿No ha amanecido todaví­a? Pero Hunahpú no se moví­a. -¿A dónde se ha ido Hunahpú? ¿Qué es lo que has hecho? Pero no se moví­a, y permanecí­a callado.

Entonces se sintió avergonzado Ixbalanqué y exclamó: -¡Desgraciados de nosotros! Estamos completamente vencidos. Fueron en seguida a colgar la cabeza sobre el juego de pelota por orden expresa de Hun-Camé y Vucub-Camé, y todos los de Xibalbá se regocijaron por lo que habí­a sucedido a la cabeza de Hunahpú.