El acoso escolar


Eduardo-Blandon-Nueva

Leo una investigación sobre el bullying en Guatemala, en su municipio, y quedo sorprendido: el 20 por ciento ha sido víctima de algún tipo de acoso escolar. La cifra es elevada y pienso en mis dos hijos, los imagino víctimas o victimarios y les hablo, según yo los educo para enterarlos de la situación y reorientar sus vidas.

Eduardo Blandón


Me parece inevitable recordar las veces en que algunos compañeros de clase la emprendían contra mí: burlas, golpes, gritos, apodos… y, sin embargo, todo tranquilo. No había profesor ni amigos que metieran la mano. Solo alguien especial, cómo no recordarlo: mi hermano.

José Luis, ese es su nombre, fue en la intimidad del hogar mi oponente número uno. Un año mayor que yo, siempre se sintió el rey y señor de la casa. Como tal, ejercía violencia sobre mí de manera constante. Aún recuerdo una vez en que bien dormido, fue al refrigerador, sacó agua fría del congelador y me la echó en la cara. Desperté como loco y le tiré los golpes que pude, aunque siempre logró ponerme en mi lugar.

Fuera de casa, mi hermano, sin embargo, fue siempre mi protector. No toleraba que ninguno me pusiera las manos ni se burlara de mí. Primero me hablaba para pedirme que no me dejara, que los golpeara y me defendiera, luego cansado de ver al hermano franciscano, incapaz de matar a una mosca y con vocación de mártir, agarraba a trompadas a “los enemigos”.

Era absolutamente violento. En sexto grado, se subió sobre el bribón y si no intervienen, ahoga al acosador. Otra vez, tomó la cabeza del pendenciero y la estrelló varias veces contra el piso. Tenía el carácter de un guerrero, todavía dice sentirse arrepentido por no haber seguido la carrera castrense… es agrónomo y se entiende ahora con las vacas.

Quienes padecen el hostigamiento escolar suelen tener un espíritu relajado, con vocación innata a la mansedumbre. Y de eso se aprovechan las almas del demonio. Con el tiempo hasta el más humilde aprende a defenderse, pero para eso hay que sufrir bastante. Hacen bien los padres de familia y la sociedad en general en considerar el bullying como una peste indeseada. Ponga atención a su hijo y procure que no pertenezca a ese 20 por ciento de patojos que la pasan mal. Su chiquito se lo va a agradecer.