No se puede negar la solidez de la organización del magisterio, obra en muy buena medida del desaparecido abogado Enrique Torres Lezama, quien logró su propósito de convertir al sindicato de los maestros en una fuerza extraordinaria para defensa de sus intereses gremiales y beneficio de la educación pública en el país. Torres Lezama era un abogado laboralista preocupado por la dignificación de los maestros que entendía que el tema salarial era fundamental, pero que no limitaba a ello la dignidad de los educadores, sino que comprendía la mística que implica el apostolado de la educación.
Los maestros dieron una sólida muestra de su fuerza política la semana pasada cuando en cuestión de horas obligaron a los displicentes (para no decir otra cosa) diputados a aprobar el aumento del presupuesto para asegurarles el pago del aumento. En estos momentos, los maestros siguen en paro, sin cuidar de sus alumnos, porque reclaman que Finanzas establezca el cronograma de los desembolsos y en todas las direcciones departamentales la presencia de maestros en pie de lucha hará que en cuestión de horas se les resuelva el problema.
Pero conociendo el sentido de las luchas que mantuvo Enrique Torres Lezama desde los lejanos días en que asesoraba al sindicato de la Coca Cola y cuando llegó a ser destacado dirigente de la federación mundial de sindicatos del ramo de bebidas y alimentos, tiene uno que pensar en que esa fuerza, esa capacidad de movilización, esa organización capaz de poner de rodillas a los indolentes diputados, es digna de una mejor causa, como lo es levantar el nivel de nuestro sistema educativo que por desidia de las autoridades, acomodadas por los pactos alcanzados con Acevedo, ha caído a niveles de verdadera vergüenza.
No puede haber dignificación magisterial, por muchos logros salariales que alcancen, si no se dignifica el oficio para que vuelva a ser ejemplo de entrega en la formación de nuestra niñez y nuestra juventud, víctimas del abandono que produce el empecinamiento en liquidar o por lo menos reducir a su mínima expresión el sistema de educación pública que consagra nuestra Constitución.
El dinero es importante porque permite llevar una vida decorosa, pero la plena dignidad de un maestro se sigue midiendo por los éxitos de sus alumnos, por los conocimientos impartidos que abren espacios y oportunidades en la vida. En esta época ciertamente el éxito se mide contando billetes, pero subsisten valores, ideales y aspiraciones que son cimiento y pilar de vocaciones caracterizadas por la entrega y el afán de dar.
Minutero
Si el maestro protestara
para mejorar al educando
esa fuerza, hoy tan rara,
estaría aleccionando