El escritor José Emilio Pacheco «tenía planes para dos mil años más», no quería morir aún, dijo su viuda, la periodista Cristina Pacheco, durante sus exequias en El Colegio Nacional, de la capital mexicana.
Ciudad de México / Agencia dpa
«Lo vamos a cremar porque él no quería una tumba, ni quedarse encerrado, era claustrofóbico (…) Mira qué sorpresas, tantos planes que teníamos», expresó su esposa a medios durante el funeral.
Tras ser incinerado la tarde del martes en una ceremonia privada, la familia del Premio Reina Sofía de Poesía 2009 anunció que llevará sus cenizas al estado mexicano de Veracruz.
A ese lugar, que colinda con el Océano Atlántico, el escritor le tenía un particular afecto, por eso, añadió su mujer, «tal vez sea bonito arrojar sus cenizas al mar de Veracruz».
José Emilio Pacheco (1939-2014) eligió El Colegio Nacional, alojado en un edificio virreinal del Centro Histórico de la ciudad, para ser velado allí. Era miembro de esa institución desde 1968.
La consideraba otra casa, según se supo. Acostumbraba caminar por sus pasillos, deambular por los patios y contemplar la fuente por lo menos una vez por mes.
Su despedida atrajo a multitudes a la calle de Donceles, donde se localiza el Colegio y que es una arteria conocida por albergar innumerables librerías antiguas, comercios que seguramente tenían algún ejemplar de la vasta obra del poeta, ensayista y traductor.
«(Él) nos enseñó que hay que amar a este país, a las palabras, porque si respetamos las palabras respetamos todas las cosas (…) No nos deja solas porque cada vez que mis hijas o yo entremos a una librería o una biblioteca vamos a encontrar un libro suyo. Y será muy emocionante saber cómo se creó ese libro», afirmó su viuda.
Al funeral de Pacheco fue constante la llegada de escritores, artistas plásticos, músicos, bailarines, funcionarios, políticos y lectores, quienes acudieron a mostrar su afecto por uno de los poetas más importantes y queridos en la historia de México, por su calidad literaria, pero además por su carácter amable y generoso.
Entre los asistentes, se encontró el ministro de Cultura de México, Rafael Tovar y de Teresa, que anunció «un merecido homenaje al escritor», que será organizado cuando la familia Pacheco lo considere prudente.
Otra propuesta para honrarlo vino del ministro de Educación mexicano, Emilio Chuayffet. El funcionario señaló que un buen reconocimiento sería volver a incorporar la lectura de los poemas del creador de «Morirás lejos» y «El principio del placer» al sistema de educación primaria, algo que se hacía tiempo atrás y que poco a poco fue desapareciendo.
Afuera de El Colegio Nacional también hubo un homenaje popular: uno de los comerciantes hizo sonar la canción «Las batallas», que el grupo mexicano Café Tacuba lanzó en 1992, basada en el libro de Pacheco «Las batallas en el desierto».
Durante el velorio, la viuda del autor, historiador y experto en la obra del argentino Jorge Luis Borges también narró sus últimos instantes: «Lo último que platiqué con él fue muy poco porque más que el dolor por el golpe que se dio en la cabeza, estaba muy incómodo».
El sábado el escritor de 74 años fue hospitalizado por una caída y murió la tarde del día siguiente. Tenía una hemorragia cerebral y de operarlo habrá quedado en estado vegetativo, dijeron sus familiares. El parte médico final indicó que murió de un paro cardiorrespiratorio.
«Él se fue lentamente y en absoluta tranquilidad, lo sé porque estuve muy cerca. No hubo quejas y los médicos me aseguraron que no tenía ni dolor ni angustia. Él se fue quedando dormido y se fue a su sueño, el sueño de su poesía», concluyó Cristina Pacheco.
El Premio Cervantes de Literatura 2009 dejó lista una nueva versión de los «Cuatro Cuartetos» de T.S. Eliot, una traducción que emprendió en 1985 y cuya primera publicación cuatro años más tarde fue calificada como «la mejor traducción de los ‘Cuatro cuartetos’ que ha aparecido en ningún idioma» por el Nobel de Literatura mexicano Octavio Paz.