Hasta pronto, amigo y maestro


Maria_Mercedes_Cabrera

«Como médico habré de lamentar también la falta que me hará esa alegría que sentía al ayudar a esas viejitas, de quienes, siempre, al salir se dejaba oír un «muchas gracias doctor”. Con estas palabras se refirió hace ya varios años el doctor Carlos Pérez Avendaño, en un artículo que escribió para La Hora, a las viejitas, entre las que se incluía mi bisabuela, haciendo referencia a la serie de muertes que se presentaron ante sus ojos en lo que para él era poco tiempo.

María Mercedes Cabrera Cifuentes


Vivimos su enfermedad desde el principio, su lucha en el trabajo, su impotencia al tener que dejar su profesión, que era su pasión, -más por consejo familiar que por convicción propia- y el paso de sus días y meses, hasta cumplirse 23 meses en casa, partiendo al cielo el pasado viernes.

Sobre todo recuerdo y recordaré siempre cómo su dedicación como médico de la familia me inspiró por primera vez a seguir sus pasos, como, una vez inscrita en La Carrera, me preguntaba cada vez que llegaba a su clínica ¿cómo va la medicina?, cómo fue el primero en enseñarme a leer EKG –Electrocardiograma- de la manera más sencilla en la agenda de mi mamá un día de consulta, cómo bajaba al nivel de una estudiante de primer o segundo año de medicina para discutir los casos de la familia conmigo, y, ¡cómo tomaba en cuenta mis opiniones!, cómo me sentía de importante cuando llegaban al correo de mi casa artículos de su suscripción a NEJM -New England Journal of Medicine- que apartaba especialmente para compartir conmigo; cómo, un día pasó por mi inocente mente que podría graduarme a tiempo y pedirle que fuera mi padrino. Creo que todos, aún ante la realidad clara frente a nuestros ojos, tuvimos la esperanza de verlo levantarse de esa cama y, si bien, no verlo regresar a atender su clínica, podernos tomar un buen whisky con él en la sala de su casa y tener una plática agradable. Pero la noticia llegó, tan temida, pero tan cierta: Falleció nuestro querido Doctor Pérez. Como temíamos, no habría tiempo para despedirnos, solo nos quedaba ir a decir «hasta luego» al cementerio, donde quedarían para el resto del tiempo, los restos de aquel hombre fuerte, grande, valiente y guapo, cuya sonrisa cautivaba a cualquiera. Extrañaremos ahora sí, para siempre, ver su figura acercarse o alejarse por el pasillo del Herrera Llerandi, su saludo cordial, sus abrazos, pero sobre todo, extrañaré sus enseñanzas profesionales y espirituales que solo él me pudo dejar y que nadie me puede quitar.

Hoy la tierra, Guatemala, el gremio de la Medicina, la Usac, su propia familia, y cientos de familias a las que tocó con su paso por aquí pierden físicamente al gran hombre que fue el Doctor Carlos Pérez Avendaño, pero el cielo gana un ángel gigante y guapísimo que nos cuidará a muchos desde allá arriba; todos damos gracias a Dios porque su sufrimiento terminó y esperamos encontrarlo cuando nos llegue la hora y dejar, en su momento, que sus enseñanzas iluminen nuestros caminos a nuestro paso por este mundo.

Gracias por todo y, hasta pronto Maestro.