Una de las personas que más influyó en mi vida, sobre todo porque era mi tío, mi catedrático en varias materias en el Instituto Normal Mixto de Occidente (INMO) de San Marcos y durante unos años fui hospedado en el hogar que formó con la bien recordada tía Rosita, fue el profesor J. Antonio de León Barrios, a quien mi madre acudió en búsqueda de auxilio para que me tutelara con rigor y bondad, en vista de que desde que Mamá Limpa me envió de El Carmen Frontera a proseguir mis estudios a la cabecera departamental, yo andaba sin dirección y guía, y cuando no estaba castigado era porque me había ido de capiusa, y ni siquiera en el internado pudieron controlar mis rebeldías. .
Pero con mi Tío Tonito el rumbo de mi díscola adolescencia tomó un rumbo que la maestra rural María Olimpia Villatoro anhelaba de su hijo, porque descubrimos que más que disciplina lo que yo necesitaba era amor y comprensión, que acompañara mis prematuras andanzas por el mundo cercano, como ocurrió cuando me liberé de los estudios de secundaria con mi cartón de maestro de primaria en mi maltrecha maleta.
El Tío Tonito se encargó de orientarme, alimentar y fomentar los principios y valores que mi madre había inculcado en mi niñez, y de vigilar que no me extraviara, aunque eran pocos los riesgos en aquella población con calles empedradas que se retorcían empinadas en su pequeña geografía cubierta de cipreses, azucenas y abundantes árboles de manzanas, duraznos y cerezas en los patios traseros de muchas familias y que hacían las delicias de los patojos que lográbamos trepar a hurtadillas sus paredes o cercos fáciles de franquear.
Muchos recuerdos afloran de esos años ahora que la Municipalidad de San Marcos rindió tributo a la memoria del profesor De León Barrios, quien nació a principios del siglo pasado y entregó su espíritu al Creador a la avanzada edad de 98 años, después de haber educado a decenas de generaciones en escuelas primarias, en el INMO y la Escuela de Comercio que fundó con don Rubén Ralón, otro dedicado maestro.
No abundo en detalles de su biografía marcada por su vocación magisterial, después de enfrentarse a la pobreza siendo niño y adolescente; pero también fue alcalde sustituto, dirigente deportivo y él mismo practicante de atletismo, creador de la escuela de mecanografía Marden, miembro prominente de la Orden Masónica y de juntas directivas de la Sociedad El Obrero y, sobre todo, ciudadano honorable, íntegro en toda la dimensión de la palabra, respetado y querido por sus alumnos y admirado por sus contemporáneos y las generaciones que le sucedieron.
El domingo 19 hubo una ceremonia especial frente a su postrer residencia, porque la calle donde se ubica y que se inicia a media cuadra de su casa hasta desembocar en el parque José I. Juárez, fue bautizada con su nombre, con asistencia de sus hijos, nietos y muchos marquenses que rindieron homenaje póstumo al amado Tío Tonito, presente en mi corazón.
(El marquense Romualdo Tishudo me dijo: –Es humor blanco y dicho con respeto, fijáte que me enteré del fallecimiento del admirado Dr. Pérez Avendaño por Radio Escandinavia).