Hoy se cumplen 35 años del asesinato del doctor Alberto Fuentes Mohr, uno de los tantos que en una vista ligera del conflicto armado interno se atribuyen a cuestiones ideológicas, pero en el fondo la muerte de Alberto, como la de Manuel Colom Argueta, Adolfo Mijangos, Jorge Torres Ocampo y otros dirigentes de primer orden, fueron en realidad crímenes de ambición, ejecutados para impedir que los intelectuales más claros, más competentes y comprometidos con la democracia, pudieran llegar al poder y asegurar de esa forma la decisión que se había tomado de mantener una sucesión de gobiernos militares electos mediante fraudes electorales.
Ni Manuel ni Alberto eran de la guerrilla ni Jorge Torres era de la mano blanca. Eran simplemente guatemaltecos con ideas definidas, demócratas hasta los tuétanos, deseosos de construir un país distinto, respetuoso de los derechos políticos, de las libertades y de las disidencias, para ejercer liderazgos concertadores capaces de hacer que pudiéramos ver el futuro en forma distinta.
No faltan los que aseguran hoy todavía que a Alberto y a Manuel les mataron por comunistas y que a Jorge por anticomunista. En realidad los mataron porque eran una amenaza al proyecto de la cúpula militar que se había propuesto mantenerse en el poder bajo una fachada de democracia que se basaba en los fraudes electorales que empezaron con la presencia misma de Somoza en las elecciones de 1974, coordinando el manejo que se hizo en Guatel de la información adulterada del proceso electoral. Todo el que se convertía en amenaza para ese proceso era simplemente asesinado y su nombre se sumaba a la lista de los que eran asesinados por ser sospechosos o por participar con la subversión.
Los ambiciosos, los criminales que ensangrentaron el poder, no sólo mataron a esos dirigentes, sino mataron la posibilidad del pueblo de salir adelante porque nos condenaron a ser dirigidos por la mediocridad. Los mejores guatemaltecos fueron acribillados en operativos masivos e insolentes de violencia, obligando a muchos guatemaltecos a partir al exilio y a otros a retirarse de la política para salvar la vida. Quedaron los que menos calidades tenían y ellos y sus descendientes son los que ahora tienen al país en las condiciones en que estamos.
Por ello el homenaje a Alberto Fuentes Mohr, dirigente socialdemócrata con ideas firmes, pero absolutamente democráticas, es un homenaje a todos los demócratas que sin participación en el conflicto armado fueron muertos simplemente porque eran una piedra en el camino de la dispuesta dictadura militar. Y un ejemplo de lo que nos quitaron y, peor aún, lo que nos dejaron.
Minutero:
Esos crímenes de Estado
eran por pura ambición
y por ello hemos quedado
en la pura perdición