Subdesarrollo y empirismo político


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Como punto de partida de este texto y a manera de ejemplo, les comparto a mis contados lectores que entre los médicos que conozco se encuentra el doctor Arturo Núñez Paiz, quien, después de obtener la licenciatura en Medicina, grado académico que ostenta la mayoría de los facultativos, prosiguió sus estudios y alcanzó el doctorado, con especialidad en medicina interna; pero no satisfecho con ello permanentemente se encuentra ilustrándose acerca de los avances en las investigaciones médicas, cuyos descubrimientos comparte con sus pacientes y contactos cibernéticos.

Eduardo Villatoro 


Al igual que el Dr. Núñez Paiz, otros colegas suyos no se satisfacen con haber egresado en escuelas o academias de estudios superiores de Medicina; mientras numerosos abogados y notarios prosiguen sus estudios o constantemente analizan las leyes que con alguna frecuencia se modifican o normativas que estrenan su vigencia, para poder atender profesional y eficientemente sus despachos, ya sea litigando o en posiciones judiciales y cargos en instituciones públicas y empresas privadas.

Presumo que semejante interés asumen profesionales de las otras disciplinas científicas ordinarias, para renovar sus conocimientos y en la práctica de sus tareas, lo que no ocurre con la casi totalidad de los políticos, muchos de los cuales ni siquiera han ojeado u hojeado superficialmente un folleto y menos un tratado en torno a la Política considerada como ciencia y arte, y de ahí que no saben distinguir entre las diferentes corrientes ideológicas, llegando al descaro de no pocos dirigentes de organizaciones de declarar con cierto aire de autosuficiencia que no son de izquierda, ni de derecha ni de centro, menos que se inclinen por la economía social de mercado o que simpaticen con los postulados de neoliberalismo conservador, sino que se ufanan en aseverar que simplemente se identifican como “nacionalistas”

Son raros los guatemaltecos enrolados en la actividad partidista que demuestren  deseos de superarse académicamente, con la notoria excepción de pocos diputados que conozco personalmente y que considero ostentar amplia cultura; pero la mayoría de sus colegas han sido forjados en las trincheras de la demagogia, el arribismo, la zancadilla, el oportunismo, la compra de candidaturas y algunos pocos en el activismo proselitista, iniciándose en la pinta de piedras, reparto de volantes, el ardor de la oratoria callejera, en fin, en la praxis política; pero cuando alcanzan una posición derivada de resultados electorales se convierten en dirigentes y persiguen otros escalafones, y, por supuesto, buscan afanosamente enriquecerse, sin haber tomado un libro o un documento que los ilustre sobre los severos conflictos sociales y económicos de sus electores o simplemente se hacen los desentendidos para no comprometerse.

Pero los culpables del subdesarrollo de Guatemala en todas sus facetas, incluyendo, naturalmente, el ámbito político, no sólo son los líderes casi analfabetos, especialmente diputados al Congreso, sino los propios guatemaltecos “apolíticos” que acuden como borregos a votar, que no a elegir, y por eso se sufren las consecuencias en las áreas de salud, educación, infraestructura, justicia, opacidad administrativa; golpeando a los compatriotas que no se ensucian la conciencia.

(Después de haber enviado mi artículo a La Hora, me entero del sensible fallecimiento del muy apreciado Dr. Carlos Pérez Avendaño. Mi profundo pésame a su esposa, a sus hijos, nieto y bisnietos, especialmente a Óscar Clemente y su señora, así como a Pedro Pablo y José Carlos. Que Dios lo haya recibido en su seno para gozar de su gloria y de su paz)