La normalidad en la ciudad de Guatemala es de un tráfico caótico y atorado en todos los puntos de acceso que se ven desbordados por la enorme cantidad de vehículos particulares que se requieren para subsanar la ausencia crítica de un sistema eficiente de transporte colectivo, lo que obliga a los guatemaltecos a hacerse, aún a costa de grandes sacrificios, de automóviles para desplazarse cotidianamente. En ese sentido, la vuelta a la normalidad tras el breve período de fin de año, es una vuelta al caos y a los enormes atascos.
Aparte de las medidas para implementar eficientes sistemas de transporte público, que requieren enorme inversión, hay otro tipo de acciones de menor costo que se podrían implementar con efectos muy beneficiosos. La más importante, sin duda alguna, sería un escalonamiento de los horarios para diluir la hora pico, pero las autoridades municipales no han logrado una eficiente coordinación con otras autoridades, como las del Ministerio de Educación, ni con el sector privado para facilitar cambios en la rutina de los capitalinos para hacer que el mismo número de vehículos transiten por la ciudad, pero en diferentes horarios, lo que eliminaría la enorme concentración que se produce actualmente.
En muchos países del mundo la actividad comercial tiene un horario diferente a la actividad industrial, las oficinas públicas inician su trabajo antes o después y tampoco establecimientos educativos empiezan en el horario común para iniciar el día. Bastaría un esfuerzo de coordinación para lograr que esas dos horas pico en las que se concentra casi todo el movimiento de vehículos, se pudiera al menos duplicar para que fueran cuatro horas las que se requieren para el desplazamiento de todos los automovilistas, tanto al inicio como al final del día.
En cambio, la Municipalidad se ha empeñado en hacer inversiones inútiles como los pasos a desnivel que no tienen sentido si dos o tres cuadras delante de donde se hizo la obra hay algún tapón que provoca el embotellamiento, como ocurre prácticamente en todos lados. Aparte, las obras de vialidad generalmente se realizan al gusto del cliente, que no es el vecino necesariamente, sino la empresa inmobiliaria o el centro comercial que aporta dinero para que le hagan una entrada más fácil y accesible, tanto así que hasta los semáforos se ajustan para dar prioridad a los comercios como pasa con un “mall” de la zona 10.
En resumen, la falta de concepto para enfrentar el caos vial hace que cada año la “normalidad” sea más dura y complicada.
Minutero
Sálvese quien pueda
del caos y la anarquía;
pero no espere otra vía
más que ir a vuelta de rueda