Mientras trata de ganarse la vida trabajando en la construcción y padeciendo frío en Manhattan, Máximo Ianza echa de menos los chipirones, al club de fútbol Barcelona y su vida en Cartagena, en el sur de España, donde dejó su hijo de 5 años. Ecuador, su tierra natal, es un recuerdo lejano.
«España es el país donde yo crecí», cuenta Ianza. «Echo mucho de menos las costumbres, la comida, el entorno. Mi círculo siempre han sido los españoles. No me integré tanto con los latinoamericanos como me integré con los españoles», explicó el ecuatoriano, que usa expresiones como «vale» y «hombre» y tiene un marcado acento español.
Ianza emigró a España con su familia a los 15 años y después de residir allí casi dos décadas, la falta de trabajo lo obligó a hacer las maletas de nuevo para buscar fortuna Estados Unidos.
Es parte de un nutrido grupo de ecuatorianos que emigraron primero a España y luego, ahuyentados por la crisis económica de ese país, decidieron probar suerte en otros rincones del mundo, incluido Estados Unidos, donde a menudo sufren por segunda vez en sus vidas el drama de la inmigración ilegal.
Su desarraigo es doble: si bien nacieron en Ecuador, muchos se sienten españoles, hablan con acento español y añoran España.
«Se establecen aquí y se vuelve a producir ese fenómeno que antes de su regularización (en España) vivían al momento de salir de Ecuador, esa condición de indocumentados», comentó a la Associated Press el vicecónsul ecuatoriano en Nueva York Luis López.
Agregó que la mayoría se radica en Nueva York y sus alrededores porque es el puerto de llegada más cerca de España y cuenta con una gran comunidad ecuatoriana. El último censo indicó que unos 272 mil ecuatorianos viven en Nueva York, aunque varios grupos calculan que la cifra sobrepasa el millón si se combina Nueva York con los estados vecinos Nueva Jersey y Connecticut.
La mayoría se dedica a la construcción o se plantan ciertas esquinas de los condados de Queens, Bronx y Brooklyn para trabajar como jornaleros, según se desprende de entrevistas realizadas por la AP.
Geovanny Romero revive ahora los cuatro años que vivió ilegalmente en España porque se encuentra en la misma situación en Nueva York.
«Se repite la historia de nuevo», dijo Romero, un ecuatoriano que vivió 22 años en España, cuatro de ellos ilegalmente, y tiene la ciudadanía española. «Vuelvo a empezar de cero. Gracias a Dios no me he enfermado porque no tengo seguro de salud aquí». Ianza, de 33 años, sufre lo mismo.
«Yo tenía mis derechos allí (en España) y aquí no los tengo. La diferencia es que aquí tengo el empleo y allí no lo tengo», explicó el ecuatoriano, que llegó a España en 1996 con un visado de turista. Después vivió casi dos años ilegalmente, hasta que regularizó su situación. En el 2008 obtuvo la ciudadanía española.
Al contar con la nacionalidad o residencia españolas los ecuatorianos pueden venir a Estados Unidos como turistas y quedarse 90 días. Transcurrido ese período, regresan a la condición de ilegalidad que tantos experimentaron en España.
Es imposible saber cuántos ecuatorianos dejan España por Estados Unidos debido a que muchos usan su pasaporte español para acceder al país, pero activistas que ayudan a inmigrantes y las autoridades ecuatorianas en Nueva York aseguran que la cifra ha aumentado en los últimos meses, llegando a varios cientos.
«Ya debieron pasar las decenas y ya manejarse en sus tres cifras (cientos) la gente de España que está llegando para acá», dijo el vicecónsul López.
Las cifras podrían ser mucho más altas: Entre 2010 y 2012 salieron 1.259.019 personas de España, de las que sólo 158.388 habían nacido en el país. El resto eran inmigrantes o nacionalizados, según el Instituto Nacional de Estadísticas de ese país. El número de españoles inscritos en Estados Unidos, por otro lado, ha crecido un 19%, pasando de 79.495 en 2010 a 94.585 en 2012. En ese último caso, los nacidos en España son menos de la mitad, 42.938, y el resto son extranjeros con nacionalidad española, según la misma fuente.
Juan Carlos Campoverde, de 35 años, vino a Estados Unidos en noviembre de 2011, luego de vivir nueve años en España, primero en Madrid y luego cerca de Vic, en las proximidades de Barcelona, donde trabajó como electromecánico y llegó a obtener la tarjeta de residencia española. Dejó a sus dos hijas en España.
«No nos llegaba para pagar la hipoteca. A la madre de mis hijas, que trabajaba en una gasolinera, le redujeron las horas y luego perdió el trabajo. Íbamos muy justos», dijo Campoverde mientras examinaba cables en el interior de un edificio en remodelación en Manhattan. «Eran demasiados gastos».
A menudo los ecuatorianos se sienten sapo de otro pozo en Estados Unidos. En ciudades como Nueva York se encuentran temperaturas más bajas que las de la península ibérica y un ritmo de trabajo más duro, al que se suma a veces una crisis de identidad: algunos se sienten españoles, hablando con la «z» en lugar de la «s», diferenciándose así de otros ecuatorianos. Otros simplemente extrañan un país con costumbres más cercanas a las suyas que las de Estados Unidos.
«La comida, la gente en España es más cálida que aquí… Uno llega a apreciar mucho el país. Los españoles me acogieron a mí y a mi familia. ¡Yo me sentía hasta catalán!», admite Campoverde.
«Tienen acento y todo. Se identifican como europeos, españoles. No se identifican tanto con su misma cultura latina (latinoamericana)», expresó Diana Mejía, cofundadora de «Wind of the Spirit», una organización que ayuda a inmigrantes en Nueva Jersey y quien dice que en el último año ha conocido a ecuatorianos y colombianos que abandonaron hace poco España debido a la crisis y que logran empleo fijo en puestos de construcción.
«Los que yo he visto no son jornaleros. Los he conocido en los entrenamientos de salud y seguridad que ofrecemos (para trabajadores de construcción)», manifestó.
A Jaime Inamasua la condición de turista con la que llegó a Estados Unidos desde Murcia, en España, le expiró hace meses y hay mañanas que no tiene más remedio que plantarse en la esquina de la calle 69 con la avenida Roosevelt, en Queens, a la espera de que le recoja la camioneta de algún contratista para trabajar ese día.
«Mis padres aún siguen allí, pero yo no me vuelvo ahora a España. Las cosas están muy mal allí», comentó el ecuatoriano de 32 años, que lamenta de todos modos haber perdido los derechos de los que gozaba en España como ciudadano.
Inamasua llegó a España en 1991 y con el tiempo arregló sus papeles y se hizo ciudadano. Sin embargo, al quedarse sin trabajo en Madrid y después en los campos de Murcia, decidió probar suerte en Nueva York hace año y medio.
Adriana Escandón, que trabaja con el grupo New Immigrant Comunity Empowerment, en Queens, sostiene que los ecuatorianos que vinieron de España no reniegan de su patria, pero echan de menos el clima y la cultura españolas.
«El estilo de vida de allí se apega más al de nuestros países de origen», opinó Escandón, quien cada martes visita a los trabajadores en la esquina de la calle 69 y la avenida Roosevelt y les informa, entre otras cosas, sobre entrenamientos para obtener certificaciones de seguridad y protección en puestos de construcción.
Muchos latinoamericanos llegaron a España en las décadas de 1990 y el 2000, atraídos por el boom del sector inmobiliario. Se beneficiaron de varios procesos de amnistía o regularización, el último de importancia ocurriendo en el 2005 y a través del cual se tramitaron 690.679 solicitudes, según datos del ministerio de Empleo. Una solicitud aprobada beneficiaba a varios miembros de una familia.
Unos 240.735 ecuatorianos viven en España en la actualidad, según el Instituto Nacional de Estadística del país, pero la cifra es mayor debido a que muchos no son contados porque tienen la nacionalidad española. Diversas asociaciones aseguran que la cifra real ronda de 350.000 a 400.000. Se trata del colectivo latinoamericano más importante en España.
Mis padres aún siguen allí, pero yo no me vuelvo ahora a España. Las cosas están muy mal allí» – Inamasua.